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Los barrios de bajamar de Buenaventura se convirtieron en el caldo de cultivo para los grupos armados ilegales que se pelean el control del tráfico de coca. Cada uno de los barrios es un muelle en potencia desde donde no sólo se embarcan personas y víveres sino insumos y droga.

NARCOTRÁFICO

¿Se los tragó el mar?

La guerra entre grupos de narcos y nuevas tácticas para exportar la cocaína pueden explicar el vertiginoso aumento de las desapariciones en Buenaventura.

25 de septiembre de 2010

Desde hace diez años la familia de Carlos se ha dedicado al peligroso oficio de sacar cocaína de Buenaventura, aprovechando la maraña de esteros del litoral pacífico. El oficio vino de su padre, que cayó en su ley de traficante.

Una noche su papá, un curtido piloto de embarcaciones, reunió a toda la familia en una caseta del muelle pesquero del puerto para festejar junto a otros viajeros la que sería su última aventura mar adentro. Con cinco millones de pesos en el bolsillo pagó las deudas y dejó otro tanto como reserva familiar. “Le dije que el barco iba medio hundido”, cuenta Carlos. A lo que su papá le respondió: “No te preocupes, es el peso de la prosperidad”. Su papá cayó preso, cuando la armada de Estados Unidos lo interceptó a medio camino y le quitó las diez toneladas de cocaína que llevaba.

Hace un año otro familiar de Carlos fue atrapado por las autoridades con dos toneladas de coca, frente a las costas de Honduras y hace dos, su primo también fue a dar a la prisión, después de que estrelló su semisumergible cargado de droga contra un buque de la guardia estadounidense.

En esa vida azarosa se puede ganar mucho dinero. Por llevar una tonelada de coca hasta México, un piloto de lancha puede recibir hasta 50 millones de pesos, sus mecánicos el doble y quien orienta la ruta, puede conseguir hasta 200 millones en un viaje. Si las cosas salen bien no dura más de cinco días. Si la ruta es hasta Panamá, los pagos se reducen a la mitad. “Por seguridad se llevan dos motores de repuesto de 250 centímetros cúbicos cada uno. Trescientos treinta galones de diésel y para comer solo se empaca agua y enlatados”, relató Carlos.

La historia de esta familia no es nueva en este puerto caliente del Pacífico colombiano. Pero últimamente, las cosas se están poniendo peor porque las cifras de desaparecidos se han disparado, y nadie da cuenta con certeza de qué es lo que está pasando.

Según cálculos oficiales, desde 2006 en el puerto se han presentado al menos 360 desapariciones. En 2010 ya van 63 casos, de los cuales dos personas fueron halladas muertas y 24 fueron encontradas con vida. “Todos ellos tienen la macabra orden de cometer actos criminales pero sin dejar rastros; es decir, desaparecer los cuerpos”, explicó una fuente de la Fiscalía.

¿Por qué de pronto se vino esta racha de desaparecidos? Una explicación que da la Policía es que los criminales han cambiado de táctica, y además de asesinar, desaparecen los cadáveres. De esta manera bajan ficticiamente las cifras de homicidios y con esto disminuye también la presión de las autoridades nacionales.

Un informe policial revela que los homicidios se redujeron de 408 casos en 2006 a 136 en 2009. El coronel Héctor Treviño, comandante de la Policía de Buenaventura, reconoce sin embargo, que “los números siguen impactados por el fenómeno de las desapariciones”.
Estas son el resultado de las nuevas pujas por el control del narcotráfico, un fenómeno que encontró asidero en la zona rural de Buenaventura desde hace tres décadas. Primero llegó allí el cartel de Cali, luego el del Norte del Valle. Hoy, una mezcla de narcos puros, guerrilleros del frente 30 de las Farc y reductos de paramilitares se identifican como el cartel del Pacífico.

Investigadores de la Fiscalía aseguran que incluso los temidos hermanos ‘Comba’, Luis Enrique y Javier Antonio Calle Serna, juegan en este escenario, pues reclutan jóvenes en las paupérrimas comunas de bajamar. Allí la gente tiene presiones por doquier de estos hombres armados que se hacen llamar paramilitares emergentes.

Es difícil precisar a dónde pueden estar estos desaparecidos. La personera Íngrid Arroyo reconoció que hay rumores alrededor de un presunto cementerio de fosas comunes en Isla Calavera, una zona de manglares de difícil acceso durante la marea alta. También, según Arroyo, con la Unidad de Justicia y Paz se han detectado este año tres fosas comunes, “pero aún no tenemos detalles de la identidad de los restos óseos para establecer si corresponden a desaparecidos”.

Un informe policial dice que “existe una conexión entre algunas de las personas desaparecidas y el tráfico de alcaloides”. Según estadísticas oficiales, entre los desaparecidos reportados este año, la mayoría son hombres cuyas edades oscilan entre los 35 y 50 años y se dedican a actividades de pesca o laboran en los aserraderos del puerto.

Las cifras de los pescadores son escandalosas. Manuel Bedoya, presidente de la Asociación Nacional de Pescadores Artesanales de Colombia (Anpac), dijo que solo en su gremio se tienen registros extraoficiales de al menos 180 desaparecidos, “y creemos que otros 800 se encuentran presos en cárceles extranjeras”.

El Sistema de Información de la Red de Desaparecidos y Cadáveres de Buenaventura (Sirve), que se creó para ver si se puede conocer mejor el problema para empezar a atacarlo, pidió a la Cancillería colombiana que consiga la lista de los bonaverenses recluidos en cárceles de Centroamérica o de Estados Unidos. El informe está en trámite.

La otra explicación del súbito aumento de los desaparecidos es que se ha desatado una insólita guerra entre el gremio de los transportistas de cocaína y el grupo de los ‘Comba’. Según dijo una fuente a SEMANA, este último asesinó a uno de los hermanos de un narcotraficante de apellido Sinisterra, de Pizarro, Chocó, hace un año, y esto desató el conflicto entre grupos criminales.

Por esto, varios lancheros que llevan coca en sus pequeñas embarcaciones rumbo hacia Panamá, “son interceptados en los esteros del Chocó por el grupo de Pizarro, les roban la droga y los matan”, según dijo la fuente informada.

Carlos explicó que desde 2006, cuando el entonces presidente Álvaro Uribe ordenó la captura del secretario de gobierno Adolfo Chipatinza (porque presuntamente medió ante las autoridades para devolver un cargamento de coca), la situación en Buenaventura se puso tensa, lo que obligó el cambio de rutas y el modo de transportar la droga. Se pasó de barcos y lanchas go fast en alta mar, a pequeñas embarcaciones a través de esteros.
Hoy un grupo de familias de transportistas hace la mayoría de los viajes. Se les conoce como los ‘Culimochos’ y se dice que vienen de El Charco, Nariño.

“Son pocos los grandes recorridos de cinco días hasta Estados Unidos o México; ahora solo se llega a Panamá en un día, y luego la droga es llevada por tierra hasta Costa Rica donde la embalan nuevamente por mar”, dijo Carlos, con amplia experiencia en este bajo mundo.

Además las autoridades están decomisando mucha más cocaína, y esto hizo que la droga se quedara estancada en el puerto, y el precio se fuera a pique. Hasta hace dos años un kilo costaba cuatro millones de pesos, hoy vale la mitad.

Las familias de los desaparecidos no quieren hablar. Una madre que se animó, le explicó a SEMANA que muchos dueños de la droga creen que sus hijos se robaron la cocaína y por eso no aparecieron más y es la vida de las familias la que está como garantía de que regresen.

La última y más insólita explicación de por qué hay tantos desaparecidos es que después de que cayó preso un profesor del Sena que daba clases personalizadas sobre navegación y lectura de cartas náuticas, quienes se lanzan a la aventura de llevar droga van sin conocimiento alguno y los atrapan o perecen en el intento.