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La intervención de la Canciller en el Congreso fue mejor recibida en la opinión pública que en el recinto. No explicó el episodio de la cita que le pidió al Fiscal para tratar el caso de su hermano.

Debate

¿Se va o se queda?

La Canciller sobrevivió el debate en el Congreso. Sin embargo, su permanencia en el cargo dependerá de otros factores.

2 de diciembre de 2006

El día después del debate en el que la oposición le pidió la renuncia, la canciller María Consuelo Araújo tenía motivos para sentir alivio. Ante el grueso de la opinión pública había pasado la prueba con una intervención en la que habló con seguridad y fue sincera. En el recinto del Congreso la opinión sobre su defensa fue menos favorable. Para los congresistas citantes, no contestó los interrogantes. Demostrar que su hoja de vida era excelente y que tenía idoneidad para ejercer el cargo no aplacó a los que creían que el problema no era su falta de méritos sino el simbolismo que entrañaba para la imagen de Colombia su escándalo familiar. Le habría ido mejor en su defensa si hubiera reconocido que haber llevado a su hermano a la cita en la Fiscalía fue un error. Con esto habría desarmado a sus adversarios.

Sin embargo, en el recinto cosechó algunos puntos a su favor. El fiscal, Mario Iguarán, apoyó su explicación de la célebre visita que le hizo la Canciller en compañía de su hermano el senador Álvaro Araújo. Un encuentro en el que los dos hermanos indagaron sobre las investigaciones que están en curso en diversas instancias judiciales sobre presuntos lazos de la familia Araújo con grupos paramilitares de su departamento, Cesar. Aunque pocos creen que esa reunión fuera sobre cooperación internacional, el hecho de que Iguarán le bajara el tono al tema fue un bálsamo para la 'Conchi'. Otro punto a favor fue la forma categórica como el comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, defendió a su hermano Sergio en relación con el papel de mediador que jugó para la entrega de 'Jorge 40' presentándolo como un aporte patriótico.

La oposición, sin proponérselo, también le ayudó. Hubo errores en el planteamiento del debate. Nada atornilla más a un alto funcionario que el hecho de que los contradictores del gobierno pidan su cabeza. Los Presidentes generalmente piensan que entregarla es un acto de debilidad que puede abrir más el apetito de las fieras. Sobre todo en un caso como el de la ministra Araújo, que no está directamente involucrada en el escándalo de la para-política, sino que está allí por asociación familiar. Hasta ahora, en términos formales, lo único que hay es que su hermano, el senador, ha sido llamado a indagatoria. ¿Acaso tiene que responder por los actos de sus parientes? Otros voceros de la oposición le ayudaron con metidas de pata que la Canciller capitalizó a su favor. La senadora Piedad Córdoba cometió el despropósito de leer un anónimo que circula en Internet que no es más que una andanada contra la familia Araújo. Internet se ha convertido en un campo de batalla y anónimos de esa agresividad hay contra todo el mundo. Sin embargo, no está dentro de las reglas de juego legitimarlos en un debate parlamentario

Terminada la confrontación, María Consuelo Araújo deberá pensar con cabeza fría si se va o se queda. Una cosa es haber superado un debate de una noche, y otra, muy distinta, haber arrancado de raíz la enredadera que se le creció y llegó a complicarle lo que en un principio parecía una gestión tranquila y exitosa apoyada en dos grandes pilares: su carisma y el sólido apoyo del Presidente.

El gran interrogante en las próximas semanas tiene que ver con la suerte judicial de sus hermanos. Álvaro, el senador, rendirá indagatoria esta semana ante la Corte Suprema de Justicia. Después de escucharlo, sus magistrados deberán tomar una primera decisión, en 10 días: definir la situación jurídica bajo la cual estará durante la etapa de investigación. En el caso de los tres congresistas hasta ahora escuchados, recibieron orden de captura y están en la cárcel. Posteriormente, la Corte dictaminará si el senador Araújo es culpable o inocente. El trámite toma meses, con lo cual el tema va a seguir en la lupa de los medios incluso después de la tregua decembrina.

Estas vacaciones van a ser de mucha reflexión para la Ministra. Tiene dos caminos por seguir. Acordar con el presidente Uribe su retiro tranquilo de la Cancillería o asumir que la tormenta ya pasó y quedarse en el cargo. No es difícil imaginar que en las conversaciones con su jefe la 'Conchi' le ha coqueteado a la idea de irse y el Presidente le ha insistido en la conveniencia de quedarse. Ya hubo, de hecho, una renuncia de la Ministra, seguida por contundentes declaraciones públicas del Presidente para anunciar su permanencia en el Ministerio de Relaciones Exteriores.

Es entendible que Uribe quiera mantener a su eficaz colaboradora. Reemplazarla, para él, equivale a hacerles una concesión a sus enemigos. Enviaría el mensaje negativo de que la crisis se está convirtiendo en una bola de nieve. Al afectar a un funcionario de su círculo más íntimo, de paso alimentaría la percepción de que el escándalo de la para-política se aproxima a las puertas del Palacio Presidencial. Por algo el Partido Liberal y el Polo Democrático insisten en la renuncia.

Sin embargo, en esta encrucijada compleja lo que le conviene al Presidente no necesariamente es la mejor opción para la Ministra. El ejercicio del alto cargo, en forma paralela al proceso de su hermano y, en general, del proceso 8.000 de los paras, se puede convertir en un calvario. En cada decisión de la Corte y en cada noticia sobre el tema, las miradas van a caer sobre ella. Cualquier pancarta de esas que con frecuencia sacan las ONG se la van a cobrar como pecados suyos.

En términos protocolarios, en ninguna parte la van a recibir mal. Sin embargo, no todas las relaciones son oficiales y protocolarias. Hay arenas cruciales para la gestión diplomática de Colombia en los próximos meses mucho más complejas y menos protocolarias. El Congreso de Estados Unidos, por ejemplo. Allí los senadores y representantes reciben de sus colaboradores -los famosos staffers- materiales para enterarlos de los datos básicos que deben tratar con sus visitantes. En estos expedientes siempre hay muchos recortes de publicaciones de los medios. Y existen altas posibilidades de que la prensa se ocupe cada vez más de los desarrollos del escándalo de la para-política. Y, eventualmente, sobre la participación en este último de la familia Araújo. Una imagen que puede ser injusta en el caso de la 'Conchi'. Pero desde un punto de vista pragmático, es la peor credencial para una Canciller que tiene la difícil misión de convencer a sus interlocutores de que la Ley de Justicia y Paz, la negociación con las AUC y la no extradición de los jefes paras no son concesiones exageradas para los grupos paramilitares.

La permanencia en el cargo de la Canciller, en síntesis, es buena para el presidente Uribe, regular para la labor diplomática y arriesgada para la carrera política de la 'Conchi'. Es lógico que su cabeza no sea entregada a la oposición. Pero María Consuelo debería pensar friamente si vale la pena incurrir en los costos, personal, político e institucional, de seguir en el Palacio de San Carlos. Una eventual medida de aseguramiento de algún familiar haría difícil su permanencia en el cargo. En cambio, si no hay detención, o si después de escucharlo la Corte lo absuelve de los cargos que le han hecho, la permanencia de la Canciller sería factible.

Sin embargo, quienes la conocen de cerca afirman que ella no está aferrada al Ministerio. Está siendo solidaria con el Presidente y tiene la camiseta bien puesta. Aseguran que en el momento en que crea que su gestión les hace algún daño al gobierno o al país, no tendría ningún inconveniente en hacerse a un lado.