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SEÑALES DE HUMO

Los pastusos esperan que el Galeras no pase de echar humo y ceniza.

1 de mayo de 1989

De Pasto llegan al resto del país permanentemente buenos chistes, esporádicamente noticias sobre paros cívicos y en las últimas semanas una avalancha de informaciones alarmantes sobre la reactivación del volcán Galeras.

El fantasma de lo sucedido en Armero, cuando la imprevisión del gobierno y de los propios afectados produjo la mayor catástrofe natural de la historia de Colombia, se pasea ahora en momentos en que muchos se preguntan: ¿qué puede pasar con el Galeras?

Millones de años están tras los volcanes. Por esto los expertos, a pesar de contar con datos que se remontan 500 años atrás, consideran que lo que conocen sobre el Galeras es mínimo e insuficiente para inferir sobre su actividad. La primera erupción del Galeras de la cual se tienen datos se remonta a 1547 y fue narrada por el cronista Pedro Cieza de León en "La crónica del Perú".

De esa época para acá, el Galeras ha estado en una actividad casi permanente, lo que para los especialistas es un excelente síntoma porque significa que ha librado gran cantidad de energía y que esta reactividad, la del último mes, no es extraña a su historia.

La historia reciente del Galeras comenzó a mediados de febrero, cuando el Observatorio Vulcanológico de Manizales recibió una petición del Comité Regional de Emergencia de Nariño. En ésta se informaba que el 23 de febrero los agentes de la estación de Policía, vecina al volcán, habían observado que de su cráter salía una fumarola y que por lo tanto requerían ayuda. Fernando Múñoz, del Observatorio de Manizales y ahora de tiempo completo en Pasto, dijo a SEMANA que de inmediato se hizo un reconocimiento sobre la actividad fumarólica. En los primeros días el estado del tiempo no los ayudó mucho por esta misma razón sólo desde el 2 de febrero la actividad del volcán pudo ser observada por los pastusos. Los funcionarios de Ingeominas hicieron un registro fílmico del cráter activo y montaron cuatro estaciones sísmicas alrededor del volcán, así como un detector de azufre y establecieron un monitoreo permanente.

A pesar de que después del terremoto de Popayán los geólogos, lo observatorios vulcanológicos, Ingeominas y la Oficina de Desastres de la Presidencia empezaron a trabajar sobre un mapa de amenazas más que de riesgo, el del Galeras se estaba hasta ahora comenzando a trazar.

Para Héctor Cepeda, director regional del Vulcanológico de Popayán, medir el comportamiento sísmico de un volcán equivale a lo que hace un cardiólogo con su estetoscopio. "El sismógrafo nos revela lo que está aconteciendo debajo del volcán". Estos datos, aun cuando no suficientes, sí dan una mayor capacidad de pronóstico. "Toda la actividad conocida del Galeras, dice Cepeda, en ninguna ocasión ha causado graves daños ambientales o a la población". En 1936, fecha reciente, en que el Galeras tuvo una gran actividad, no se registraron víctimas humanas en Pasto. Sin embargo, agrega el geólogo, para esa época Pasto contaba tan solo 40 mil habitantes y la parte vieja de esta ciudad había sido construida en el sector más lejano al volcán. Hoy en día, la situación es diferente porque la ciudad ha crecido tomando dirección en cercanías del Galeras. "Sin embargo, dijo Cepeda, todo está siendo controlado y para el estado actual del volcán, los instrumentos con que contamos, los planes de contingencia y los equipos de vigilancia de Ingeominas, son suficientes para el momento que se vive".

Las que no parecen suficientes son las arcas departamentales. Y ante la avalancha de informaciones, no precisas y algunas veces contradictorias, el gobernador de Nariño, Julio Vicente Ortiz, entró en crisis y amenazó con renunciar, debido a que su departamento se halla endeudado hasta el cogote y tiene un déficit de tesorería de 365 millones de pesos. Además de esto, su capacidad hospitalaria se encuentra casi copada permanentemente y en el presupuesto no se contempla ningún rubro para calamidades.

Sin embargo al finalizar la semana la calma pareció volver y no precisamente por informes de los expertos sino por los pronósticos de un vulcanólogo empírico: Ismael Santacruz. Desde 1963 y por encargo del director del Instituto Geofísico de Los Andes, el fallecido sacerdote jesuita Jesús Ramírez, el señor Santacruz se ha dedicado a estudiar el Galeras. Consultado respecto de las actuales circunstancias, dice: "Aquí, en muchos años no va a pasar nada". Pero para curarse en salud remata: "De todos modos, dejemos que el sismógrafo diga la última palabra". Y el sismógrafo, hasta ahora, sólo ha advertido señales para permanecer en alarma blanca, la mínima de las cuatro que se han diseñado para una posible emergencia.
Ojalá, la cosa no pase de ahí.--