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Pedro Medellín cree que el gobierno ha usado métodos ilegítimos con la seguridad democrática. Alfredo Rangel dice que esta política es exitosa e irreversible y que le cambió el rumbo al conflicto colombiano

LIBRO

Seguridad Democrática: se enciende el debate

En el segundo libro de la colección Cara y Sello que publican Norma y SEMANA, Alfredo Rangel y Pedro Medellín confrontan sus visiones antagónicas sobre la seguridad democrática.

27 de febrero de 2010

Con reelección o sin ella, el centro del debate de los candidatos a la presidencia este año será uno solo: la seguridad. No hay que ser sabio para prever que en los meses que siguen la controversia sobre los verdaderos logros y fracasos de Álvaro Uribe con su política de seguridad democrática será demoledora. Al fin y al cabo la popularidad de Uribe se debe en buena medida a lo que ha hecho en seguridad y también es por su enfoque en este tema que sus adversarios le han dado garrote durante ocho años.

Uribe y su política suscitan pasiones. La seguridad democrática se convirtió en los primeros años del gobierno en un consenso mayoritario, pero en los últimos meses se han empezado a ver las grietas y los límites de ella. El recrudecimiento de la violencia en las ciudades, la incapacidad para controlar las acciones de las bandas criminales, la perenne presencia del narcotráfico en las regiones, las escabrosas violaciones a los derechos humanos por parte de miembros de las Fuerzas Armadas, las tensiones con Venezuela y el relativo estancamiento de la lucha contra las Farc serán temas obligados para los candidatos.

Justamente porque el debate político tiende a polarizarse y a convertir en blanco y negro las realidades más complejas es que resulta pertinente el libro que esta semana publican Norma y SEMANA. Continuando con el espíritu de la serie Cara y Sello, dos analistas que están en orillas ideológicas diferentes -Alfredo Rangel y Pedro Medellín- hacen el balance de la política estrella de Uribe.

Alfredo Rangel, en su ensayo titulado El éxito de la seguridad democrática, demuestra con cifras cómo la tendencia de todos los indicadores de violencia han disminuido en los últimos ocho años: el secuestro, la violencia política, las violaciones de derechos humanos, las masacres. Considera como contingencias previstas y manejables el recrudecimiento de las bandas criminales y señala como lunares de la política los llamados 'falsos positivos' y las 'chuzadas' del DAS. Considera que Uribe ha puesto a Colombia en el camino hacia la resolución del conflicto y la modernización y su mirada es bastante optimista: "Lo más importante es que estos avances son, muy seguramente, irreversibles, si se tiene en cuenta que el tiempo se ha puesto a favor del Estado y de la sociedad y en contra de sus enemigos", concluye Rangel.

Pedro Medellín, en cambio, en su ensayo No todo se vale en la guerra señala que la política ha sido errática, que desconoce el conflicto y que en muchas ocasiones ha pasado por encima de la legalidad y la legitimidad con tal de obtener resultados. Señala casos como las capturas masivas, las recompensas, las operaciones Jaque y Fénix, donde se usaron emblemas humanitarios y se violaron las fronteras vecinas, respectivamente; y, por supuesto, las ejecuciones extrajudiciales que han sido la mayor grieta de la seguridad democrática. En el fondo, Medellín hace un cuestionamiento ético a muchas actuaciones del gobierno y la fuerza pública, y por eso dice que los éxitos en muchas ocasiones se han convertido en fracasos.

Estas dos visiones antagónicas, pero desapasionadas, están llenas de matices y ponen en perspectiva un tema que casi siempre se aborda desde la polarización que existe entre uribistas y antiuribistas. En el libro hay argumentos inteligentes para elevar el nivel de un debate que apenas comienza y que promete ser el principal tema de esta campaña. Más aún ahora que Uribe no será candidato y muchos se disputarán su legado. n