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SEMANA en el corazón de la guerra

Marta Ruiz recorrió el Caguán y los Montes de María, regiones donde se pone a prueba el Plan Patriota.

3 de diciembre de 2005

Sonaron tres disparos. Por instinto, nos tendimos en el piso. No sabíamos de dónde habían salido los tiros, pero ese tra, tra, tra no estaba lejos. Luego una explosión hizo temblar las ramas de los árboles. A nuestras espaldas, muy cerca de donde habíamos pasado hacía unos minutos, se había iniciado un combate. Llevábamos dos horas caminando por entre la manigua, las botas mojadas porque atravesamos un sinnúmero de caños con el agua hasta los muslos. Muchos teníamos las manos laceradas por las espinas de los árboles y por las hormigas rojas que al menor descuido nos arañaban terriblemente. El barro en los pantalones se hacía pesado. El general Carlos Alberto Ospina se acomodó a un lado de la trocha para darle paso al general Carlos Alberto Fracica, que corría junto con dos oficiales hacia la parte de atrás de la fila, donde un soldado instalaba rápidamente el radio. Habían pasado algunos minutos de silencio cuando todos los oficiales se reincorporaron y en un pequeño círculo extendieron un mapa detallado del terreno que pisábamos. Sus rostros habían palidecido. En esos momentos nadie sabía muy bien si estábamos frente a una escaramuza pasajera o si se iniciaba una batalla campal. Era lo primero, afortunadamente. La tarde anterior habíamos desembarcado en algún lugar entre Peñas Coloradas y Remolinos del Caguán, en el Caquetá, para encontrarnos con una patrulla del Ejército que combate en la región donde se han concentrado los mayores esfuerzos del Plan Patriota. La comitiva estaba encabezada por los generales Ospina, comandante de las Fuerzas Militares, y Fracica, quien dirige la Fuerza Tarea Conjunta Omega, y tiene bajo su mando a 18.000 hombres en el sur del país. Ambos generales, que han pasado más de 30 años en armas, creían haber dejado atrás sus años de campaña. Pero este Plan los sacó de sus cómodas oficinas en Bogotá y, helos ahí, en plena selva. Ospina accedió a finales de septiembre a que SEMANA lo acompañara en su recorrido por algunos de los campos de guerra. El Plan Patriota ha estado rodeado de secretos. En febrero de 2004 las tropas iniciaron la ocupación de un extenso territorio de Caquetá, Meta y Guaviare, considerado la retaguardia de las Farc. Allí consiguen gran parte de sus finanzas, dirigen sus acciones y se encuentra la mayor parte del Secretariado. Pero los resultados operacionales apenas se mencionan y el misterio que se ha tejido alrededor hace más incisivas las preguntas: ¿Ha sido exitoso el Plan Patriota? ¿Se han debilitado las Farc? O¿están los soldados empantanados en esta selva? Con estas preguntas en mente iniciamos un recorrido por tierra, aire y agua, a lo largo de las selvas del Caguán, el corazón de la operación que para los militares doblegaría la voluntad de lucha de las Farc. Contraguerrilla pura Desembarcamos en un inhóspito paraje del río, donde nos esperaba el mayor Pérez, comandante del Batallón Los Guanes, de la Brigada Móvil 22. El oficial advirtió que estábamos en una zona donde se combate todos los días. Cuando llegamos al campamento, estaba anocheciendo. Todos debíamos acostarnos antes de las 7 de la noche. Hasta el fuego de un cigarrillo puede delatar a la tropa. Todo se habla en murmullo. Y, pase lo que pase, nadie puede levantarse a media noche. Un ruido puede hacer que los centinelas se asusten y disparen sin reparos. Bañarse, dormir, hablar, comer, son actividades de máximo riesgo en estas selvas donde los militares andan a veces a tientas. Ir al baño es quizá la peor. Pérez nos muestra una pala pequeña que ahora carga cada patrulla. "La usan los soldados para hacer sus necesidades. Es que nos atacaron a dos hombres mientras buscaban un sitio para hacerlas", dice. Las hamacas de campaña son cómodas y protegidas con un toldillo. Rodríguez, un soldado de 28 años, nos había embadurnado con un repelente que, según dijo, les mandaron los gringos y que ha servido para reducir el impacto de la lesmahniasis que ha dejado temporalmente fuera de combate a más de 4.000 hombres. Mientras tanto, el soldado Mora, un joven macizo, empezó a treparse en un árbol de siete metros de altura que se bamboleaba a medida que iba subiendo. Todos los días su misión es colgar la antena. El radio es vital. Muchas cosas se pueden perder durante un combate. El radio, nunca. Sin él no hay helicópteros ni aviones que puedan ubicarlos. Y sin aviación estarían completamente perdidos. En los últimos años, la aviación se ha convertido en una gran ventaja estratégica. Los aviones tienen sensores y cámaras que permiten detectar a grandes grupos guerrilleros, bien sea por el calor, porque interceptan sus comunicaciones o porque los visualizan. Luego, vienen los bombardeos y ametrallamientos que tienen gran capacidad disuasiva y apoyan a las tropas en tierra. Desde el principio del Plan Patriota, las Farc entendieron que su única alternativa ante un despliegue aéreo de tal magnitud era dispersarse en pequeños grupos móviles. Pero la aviación tiene además una importancia vital para la alimentación de los soldados, para abastecerlos de munición y transportarlos fuera del área cuando están enfermos o salen de permiso, y, sobre todo, para atender a los heridos. Pocas horas después de la escaramuza de la que fuimos testigos en plena selva, llegamos a Cartagena del Chairá, uno de los municipios donde se concentran mayores esfuerzos en el Plan Patriota. Apenas habíamos caminado unos metros en la base militar cuando el radista vino corriendo y, con voz entrecortada, le dijo al coronel Sierra, comandante de la Brigada Móvil 6, que tenían un soldado herido en combate. El oficial quería maldecir, pero se contuvo. Pocos minutos después vimos que otro oficial formó a la tropa en una bodega y les dio la noticia de que el muchacho había muerto. Desde cuando se inició la operación, han perecido 90 miembros de las Fuerzas Armadas y 390 han sido heridos. La aviación es tan estratégica para esta campaña militar, que la ayuda de Estados Unidos para el Plan Patriota está destinada a la gasolina para las aeronaves. Son 104 millones de dólares al año. Casi toda se usa en la movilización de soldados y en las ambulancias aéreas. Una autopista de agua Si por el aire el dominio es de la Fuerza Pública, los ríos del Caquetá han sido por años la ventaja de las Farc. Hasta ahora. Desde el año pasado, la Armada los patrulla de manera constante con cuatro unidades navales y donde los combates y los hostigamientos son frecuentes. El Filigonio Hichamón, el buque nodriza que transportó la comitiva y cuya cabina de mando está totalmente blindada, ha sido atacado desde las orillas del río Caguán más de 30 veces en los últimos cuatro meses. Dos infantes de marina han muerto en su cubierta. "A uno de ellos, a pesar de tener casco, lo mató un tiro en la sien, disparado por un francotirador desde la orilla" dice el capitán de corbeta, coronel Benjamín Herrera, que comanda las operaciones fluviales en todo el Caquetá. Adentro, en una plataforma oscura con varios camarotes, viaja una compañía de infantes de marina, vestidos con cascos y chalecos blindados. Pero ningún peligro en el buque es comparable con el riesgo que corren los infantes que van en las pirañas y que con frecuencia sostienen combates, con un enemigo invisible que se aposta en la enmarañada ribera. La tarde de nuestro periplo estuvimos a punto de verlo. Desde la cabina de mando se veía un paisaje bucólico, la selva húmeda en contraste con un cielo gris, por donde se colaban rayos de sol que brillaban sobre un río Caguán abundante y sinuoso. Delante de nosotros, ocho pirañas navegaban en zig-zag a toda velocidad, con maniobras que sin duda buscaban impresionar a los generales. De repente, una llovizna empezó a caer sobre el río. Desde un pequeño cerro varios fusiles disparaban contra las pirañas. La lluvia de balas pasó por encima de la cabeza de los infantes que dieron media vuelta y se resguardaron detrás de la nodriza que para entonces ya había detenido la marcha. En la cabina, el capitán de navío y varios oficiales trataban de ubicar la trinchera desde la que estaban disparando los guerrilleros. Segundos después, sentimos un estruendo sobre nuestras cabezas. Una de las cuatro metralletas punto cincuenta que hay en la proa y en la popa empezó a sonar. Las balas que dispara son de una cuarta de largo, tan letales que una sola ráfaga puede destrozar a un elefante. No habían pasado 15 minutos cuando un helicóptero arpía sobrevoló el sitio. Para entonces, la trinchera estaba vacía. Sólo pudo divisar un pequeño hueco en la tierra. Y a unos 50 metros de distancia, una pequeña casa de madera habitada por civiles. Los guerrilleros saben muy bien que atrincherándose cerca de la gente no podrán ser bombardeados. Es, literalmente, la guerra de la pulga. Desde cuando se inició la operación se han librado 759 combates con pequeñas unidades. Grupos de dos o tres guerrilleros que hostigan y corren. Y aunque las patrullas fluviales tienen una inmensa capacidad de fuego, son un blanco fácil para los insurgentes. "El río Caguán era la autopista de la Farc", dice el coronel Herrera. En época de invierno, el río es navegable en sus 340 kilómetros, desde San Vicente del Caguán hasta el Putumayo. Por agua, fácilmente se puede llegar de Caquetá hasta Ecuador e incluso al océano Pacífico, a través de cientos de caños que han sido clave para el narcotráfico. Controlar todo el río es imposible, pero la presencia de la Armada dificulta los movimientos de la guerrilla. Además, el río se ha convertido en el punto de contacto de las Fuerzas Armadas con los desertores. La mayoría de los 159 guerrilleros que han escapado de las Farc en la zona de esta operación lo han hecho por el río. Muchos de ellos, después de duras jornadas por la selva. Ese es el caso de 'Róbinson', un chocoano, tiene 22 años, que pasó la mitad de su vida en las Farc y que hace un mes decidió escaparse de las filas guerrilleras, después de escuchar durante varios días los mensajes de una de las cinco emisoras que tiene el Ejército en la zona. Antes de llegar al río, fue descubierto por un grupo de las Farc. 'Róbinson' tuvo que correr durante un día y una noche descalzo por la selva, con los pies sangrando y prácticamente desnudo. Róbinson sigue en la guerra. Con camuflado, pero sin arma, le sirve de guía al Batallón Los Guanes, a lo largo y ancho del Caguán. ¿Por qué abandonó las Farc? le preguntamos. "En el fondo, nunca creí que las Farc pudieran ganar. Creo que éramos 30.000 y, si mal no entiendo, el gobierno tiene como 300.000 ", dice. La variable definitiva Las matemáticas de Róbinson son demasiado sencillas. Es cierto que la superioridad numérica y de fuego les ha dado a las fuerzas del Estado la posibilidad de retomar el control de este olvidado territorio, donde otrora funcionaba un paraestado guerrillero. El costo económico de la reconquista ha sido altísimo: cada día del Plan Patriota cuesta en promedio 800.000 dólares. Pero la variable más importante de la guerra, la población, todavía no está a favor del Estado. Remolinos del Caguán está ubicado a dos horas en lancha de Cartagena del Chairá, río abajo. Este es el caserío más poblado y organizado de la región. En la parte urbana habitan unas 300 familias que tradicionalmente habían vivido de la coca, pero que después de las fumigaciones han tenido que buscar alternativas como el cacao y el ganado. >El esfuerzo militar, sin embargo, no ha sido acompañado suficientemente por otras entidades del Estado que debe llegar a consolidar la autoridad que se ha ganado con las armas. Quizás el proyecto tácito del gobierno es dejar morir los pueblos que otrora fueron paraísos de coca. "Que se salgan de ahí" dijo a SEMANA el año pasado un alto oficial del Comando Sur de Estados Unidos. Este oficial hacía eco de una idea muy difundida entre las autoridades nacionales de que la gente algún día se irá del Caguán. La realidad es que la coca emigró y mucha gente también, pero no todos. Quienes han colonizado esta lejana selva no tienen otra tierra para dónde irse. Hace mucho más de un año que las tropas retomaron, este territorio y lograron darle un golpe al corazón al territorio liberado de las Farc. Pero ¿qué sigue? ¿Cuándo comenzará la fase de consolidación? ¿Quedarán atrás la coca y las Farc? ¿Hora de cambiar? A pesar de que algunos analistas, como Alfredo Rangel, consideran que el esfuerzo principal del Plan Patriota, se hizo partiendo de falsas premisas como que las Farc estaban derrotadas en el resto del país, que el objetivo principal era capturar al Secretariado y este era el golpe final, las evidencias demuestran desde el punto de vista del control territorial la operación ha tenido éxito. Se erosionó un área de acumulación estratégica de las Farc que durante casi tres décadas fue una cómoda retaguardia, donde el reclutamiento y las finanzas estaban al estirar la mano. A medida que se han internado en la selva han encontrado 906 campamentos y caletas con más de un millón de municiones, 1.500 armas de corto y largo alcance. Según las Fuerzas Militares, 442 guerrilleros han perdido la vida en estos combates, y por lo menos 30 de ellos eran mandos medios, entre ellos Humberto Valbuena, 'Yerbas', segundo comandante de la Teófilo Forero. No obstante, el golpe más duro que han recibido las Farc ha sido a su logística y, en alguna medida, a las finanzas del Bloque Sur. La prueba de que la guerrilla está pasando afugias económicas es la falta de circulante en el río Caguán. Las Farc compran al fiado la poca coca que se está produciendo. Pero los éxitos de esta operación se lograron en los primeros meses y el escenario ha cambiado. Las Farc han trasladado su centro de finanzas y operaciones al suroccidente, a Cauca, Huila, Putumayo y Nariño, buscando la salida al mar. Esto explica que sus finanzas sigan fluyendo. También están consolidando nuevas retaguardias como en las fronteras de Ecuador y Venezuela. ¿Qué más pueden ganar los militares con el Plan Patriota? ¿Capturar un cabecilla? ¿Necesitan para ello un despliegue tan espectacular? Después de todo, como dice el propio general Ospina: "Los miembros del Secretariado están tan escondidos con esta operación, que ni sabemos dónde están". Muchos analistas coinciden en que llegó la hora de desconcentrar los esfuerzos en el sur del país. "La guerrilla busca control estratégico, no territorial. Por eso se están multiplicando los escenarios de confrontación. La estrategia de dispersión es clara, y la Fuerza Pública debería adelantarse para llegar a los lugares donde van a golpear en el futuro", dice Camilo Echandía, experto en seguridad. No se trata de sacar toda la tropa, pero sí aligerarla. Las Farc, aunque están dispersas, no pueden darse el lujo de abandonar sus zonas históricas. Más allá de la estrategia militar, el gran interrogante del Plan Patriota es cuál es la estrategia para consolidar la llegada del Estado a esta región. Lo que no podía pasar, y ya está pasando, es que los cañones sean la más fuerte o la única presencia del Estado en el sur del país. "La acción militar es un componente fundamental de la contrainsurgencia, pero no el único. Las medidas de carácter militar y policial deben crear un entorno seguro que haga posible la puesta en práctica de otros programas sociales, económicos e institucionales que sirvan para desactivar las condiciones que los insurgentes utilizan para manipular a la población en su favor", advierte Román Ortiz, profesor de la Universidad de los Andes. Tanto militares como altos funcionarios del gobierno reconocen que no hay un plan de largo plazo para estos olvidados territorios. No se sabe cómo se podrá garantizar que florezcan la legalidad y las instituciones. La incertidumbre por la consolidación señala que si algo anda mal en el Plan Patriota, es la estrategia política. Sin objetivo político claro, la guerra termina por convertirse en el objetivo mismo. Y en ese escenario el riesgo de perder es demasiado alto.