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El padre Javier Giraldo instala la calle de los ebanistas, uno de los monumentos a las víctimas de Trujillo. | Foto: Rodrigo Grajales

MASACRE DE TRUJILLO

“Si esto sigue en el silencio, estamos sepultando la dignidad humana”

Entrevista con el padre Javier Giraldo, asistente a la XI peregrinación en Trujillo, Valle, en homenaje a las víctimas de la masacre de 1990.

John Harold Giraldo Herrera, especial para Semana.com
28 de agosto de 2012

El padre Javier Giraldo asistió a la XI peregrinación en Trujillo, Valle, donde el terror ha cobrado cientos de vidas, 342 han sido reportados, pero faltan más por identificar. La Comisión de Justicia y Paz, en la que participó el padre Javier, estableció las alianzas de la fuerza pública y los paramilitares. Sin embargo, aunque varios presidentes han solicitado perdón, como Samper y Pastrana, allí el horror sigue cobrando víctimas: ocho personas han sido asesinadas este mes, dice la hermana Maritze Trigos, una de las líderes del proceso en Trujillo.
 
Con peregrinaciones, es decir, con una marcha religiosa el sábado 25 de agosto por los sitios donde ocurrieron muertes, como la plaza de Trujillo, la calle de los ebanistas donde sacaron a trabajadores de sus sitios laborales, entre otros, los habitantes siguen clamando justicia, recordaron la muerte del padre Tiberio y no quieren que se repita lo que han vivido por décadas. El padre Javier expone su opinión para Semana.com.

John Harold Giraldo: Padre, ayúdenos nuevamente a comprender el hecho de por qué en Trujillo se incuba el terror.
 
Padre Javier Giraldo:
Eso es muy complejo, pero yo creo que aquí se unieron tres fuerzas. Una fue la de la Policía y el Ejército, a mi me consta porque vi pruebas muy claras de que el Batallón Palacé trajo cuartos enteros de armas y se los entregó a los civiles para conformar grupos paramilitares. El segundo factor fueron los mismos grupos paramilitares, pero financiados por dos narcotraficantes que eran muy cercanos al pueblo, que son ‘el Alacrán’ y Diego Montoya. Luego otros narcotraficantes de la región, el cartel de Cali. Y las víctimas también formaron tres sectores, unos eran los movimientos sociales, por ejemplo todo el movimiento campesino que el padre Tiberio intentó organizar con todas la cooperativas y las empresas comunitarias que llegaron a veinte, la fuerza pública lo interpretó como si fueran parte de la guerrilla, luego todo el movimiento campesino de la zona montañosa tenía alguna presencia guerrillera, pero era una presencia muy débil, muy pequeña. Luego los testigos fueron una franja de víctimas enorme, a muchísima gente la mataron por el solo hecho de haber visto cosas, para que no declararan, para que no denunciaran. Y el tercer rango era lo que hemos llamado la limpieza social, que eran o pequeños drogadictos o pequeños delincuentes, gente que a veces robaba por hambre, por necesidad. Aquí hay varios casos de gente que descuartizaron, en el parque humillaron a cantidad de gente, pequeños ladrones que cogían por ahí con un racimo de plátano, lo torturaban aquí mismo, en este parque, y después aparecían el río Cauca. Fue una represión de varios mandos en el que hubo diversas franjas de víctimas y de victimarios. Es muy complejo, no podemos decir que era una sola persecución, pero era como un afán de crueldad porque aquí yo creo que los métodos que se utilizaron y se siguen utilizando en Trujillo esta misma semana ha habido gente descuartizada, han sido excepcionales, eso no se ha visto en muchísimas partes del mundo, eso ha sido de una crueldad aterradora y eso impresionó mucho a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y por eso le pusieron tanto empeño a este proceso.
 
J. H. G.: Padre Javier, ¿Recuerda que lo motivó la primera vez que empezó usted a acompañar a la gente, a los campesinos en sus luchas?
 
P. J. G.: Cuando ocurrió la masacre de Trujillo, yo estaba coordinando una Comisión de Justicia y Paz en la conferencia religiosa, además yo conocía personalmente desde hace muchos años al padre Tiberio, era muy cercano, muy amigo y evidentemente él desaparece y en la comisión tomamos cartas en el asunto, empezamos a actuar ante las autoridades, a pedir que hicieran algo para buscarlo, cuando ya apareció el cadáver el primero que salió de aquí fue el padre Diego Villegas que era el cotutor, nosotros lo recibimos en Bogotá, lo protegimos porque él estaba supremamente amenazado. Él llevó muchísima información y detrás del padre Diego salieron otros amigos de Tiberio, maestros rurales que eran muy cercanos a él, también llevaron mucha información. Nosotros organizamos toda esa información, actuamos durante un tiempo ante la Procuraduría y la Dirección de Instrucción Criminal, cuando vimos que muy rápidamente quedó en la impunidad porque rápidamente se archivó el caso, entonces lo llevamos a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en los primeros meses logramos documentar sesenta casos de víctimas y era la primera que un caso tan grande llegaba a la Comisión Interamericana, allá se impresionaron mucho con el caso, le dieron mucha importancia, el gobierno cuando mandaba delegados a la audiencias lo único que respondían era que habían intentado hacer justicia, pero que el único testigo había sido declarado loco por Medicina Legal, que no había nada que hacer. Ahí fue cuando el presidente de la comisión ofreció un proceso de solución amistosa y yo al comienzo lo rechacé porque pensé que eso era volver otra vez a cuatro años antes, a la impunidad total. Sin embargo, el gobierno aceptó eso, yo acepté con una serie de condiciones y eso dio pie para que se constituyera la comisión Trujillo.
 
En la comisión Trujillo participaron dieciocho entidades, siete del Estado, siete del gobierno y cuatro o cinco de la sociedad civil. Yo exigí que eso diera resultado en tres meses, se prolongó como cinco meses. Realmente la comisión funcionó en el sentido en que logró esclarecer 34 casos y tumbar todos los criterios de archivo que habían tenido tanto la Fiscalía, como la Procuraduría, entonces el caso quedó abierto. Después de eso el gobierno incumplió todas las recomendaciones, pero el caso siguió documentándose hasta que llegamos a 350 víctimas, la gente no se había atrevido a hablar, cuando yo llevé el caso eran solo 60 personas las que logramos documentar, pero cuando yo vine aquí a reunirme con el primer grupo de familias, para organizar el primer grupo, siempre había una cola de gente que nunca se había atrevido a hablar y que ya quería denunciar su caso, entonces seguimos enviando eso a la Comisión Interamericana hasta llegar a tener 350 víctimas y ese caso no se ha cerrado.
 
J. H. G.: Y todavía falta mucha gente por hablar…
 
P. J. G.: También, pero digamos que eso hizo que el proceso de Fiscalía y de Procuraduría se reabriera y eso ha sido un desastre porque han cambiado como siete u ocho veces de fiscal, los fiscales siempre quieren volver a empezar de nuevo y eso hace que todo se prolongue, es eterno. Cada que cambian un fiscal quieren volver a escuchar a todos los testigos, muchos de los testigos han sido amenazados, incluso gente que está en el exterior, los hemos traído y han corrido riesgos enormes de que los maten cuando vienen a declarar. Solamente ahora la que llaman ‘el Alacrán’ lo condenaron después de evaluar muchos testimonios, pero yo digo que eso en gran parte permanece en la impunidad. Por ejemplo lo que pasó con el coronel Urueña, que fue el que manejó la moto sierra para descuartizar a todas esas primeras víctimas, a él lo capturaron dos veces, lo soltaron y la última vez después de tener unos testimonios, se valieron de cosas procedimentales, de formas para dejarlo en libertad y después le volvieron a dictar orden de captura cuando él ya se había volado y quien sabe en qué país estará.
 
J. H. G.: Padre, ¿de todas maneras Trujillo tiene una especie de ubicación geoestratégica y política para que aquí ese tipo de hechos sucedieran? ¿Aquí hay un valor social que fue también el que se acallo?
 
P. J. G.: Sí. Por una parte esta esa franja del cartel de la droga que querían ser los dueños de la región y querían que su dinero fuera el que dominara aquí y todo el mundo se sometiera a lo que ellos quisieran. Pero también era una zona de movimientos sociales, reivindicativos y lo que estamos conmemorando aquí es una marcha de tres mil campesinos que vinieron a exigir un pliego muy grande reivindicaciones que tenían que ver con los servicios públicos, con la tierra, con las carreteras, con la alimentación, con muchas cosas. Y en ese momento en la región estaba fortaleciéndose el movimiento campesino, y yo creo que esa es una de las razones por las cuales quisieron acallarlo y terminarlo completamente.
 
J. H. G.: Padre Javier, en su criterio las acciones, la ley de víctimas y restitución de tierras que ha hecho el gobierno Santos ¿permitirán avanzar un poco más en cuanto a la memoria y la reivindicación de las víctimas?
 
P. J. G.: Yo no soy optimista con eso, porque me parece que la ley de víctimas a pesar de que es una ley que tiene como ochocientos artículos es más proclamativa que operativa, muchos de los artículos son discursos que no tienen mecanismos de aplicación y los que tienen mecanismos de aplicación recurren a las instituciones corruptas que conocemos. Por ejemplo, lo que van a dirimir en última instancia la devolución de una tierra que le fue arrebatada a algún campesino son los tribunales contenciosos de cada departamento y conocemos desde hace muchísimos años que han dictado sentencias supremamente corruptas y como la ley no previó una purificación de las instituciones que debían aplicar eso, la van a aplicar las mismas de siempre, ahí no hay nada que esperar.
 
J. H. G.: O sea, ¿En su criterio la ley podría tener ventajas, pero el aparato burocrático y esa maquinaria corrupta es la que va a impedir que eso se lleve a cabo?
 
P. J. G.: Exactamente. No se puede aplicar una ley que puede tener cosas buenas, pero que las tiene muy teóricamente, no se puede aplicar con instituciones corruptas.
 
J. H. G.: Padre, permítame insistirle, ¿Qué lo motiva a usted para que acompañe estas causas?
 
P. J. G.: Yo hace muchísimos años, prácticamente desde la ordenación estoy trabajando en este campo de los derechos humanos, desde que fundamos la Comisión Justicia y Paz, que fue la que intervino acá y en muchas otras partes, pues ya yo estaba convencido que el cristianismo que no sea una opción por la justicia concreta, la verdad, la solidaridad, no es verdadero cristianismo.