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"Sí nacimos pa' semilla"

A qué se dedican hoy los miembros de las autodefensas desmovilizados en Medellín. Armando Neira de SEMANA visitó los barrios donde aún siguen reinando.

26 de enero de 2004

Los muchachos desmovilizados de las autodefensas de Medellín no le tienen miedo a la muerte. Un ejemplo de esto lo dieron a las 2 horas y 52 minutos de la tarde del pasado miércoles 21 de enero, cuando un hombre desde el interior de un taxi les apuntó con una pistola en el preciso instante en que los enviados especiales de SEMANA los entrevistábamos en el sitio Pinar del Cerro de la Comuna 8. Un grupo de jóvenes del recientemente desmovilizado Bloque Cacique Nutibara (BCN) de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) nos mostraba la espléndida panorámica que hay de Medellín desde este punto. En el horizonte se ve diáfano el Valle de Aburrá y sobresalen en el paisaje el edificio de Coltejer y los del Centro Administrativo de La Alpujarra.

El taxi con tres personas a bordo subía venciendo con dificultad la pendiente. Cuando estaba cerca de nosotros aceleró la marcha. El pasajero que iba detrás sacó el arma por la ventanilla y nos apuntó. Los periodistas gritamos: "¡Cuidado!". Los muchachos miraron hacia el carro con calma. Los dos pasajeros al percatarse que estaban apuntando hacia los coordinadores del BCN le gritaron al conductor que acelerara la marcha y huyeron cuesta arriba.

En un abrir y cerrar de ojos, los muchachos iniciaron la persecución. Con una precisión militar llamaron por avantel, se montaron en motos, ordenaron bloquear varias vías y se fueron tras ellos.

-En tres minutos solucionamos el problema- dijo uno de los coordinadores que se quedó con nosotros.

-Pero cómo van a cogerlos si ellos van armados y ustedes no -les dijimos.

-Sí, pero nosotros somos más -respondió-, y como si no pasara nada cambió de tema señalando sonriente en el horizonte las edificaciones que a él más le gustaban.

Cinco minutos después, los muchachos bajaron escoltando el taxi. El conductor iba pálido.

-Qué pena con usted, hombre -se excusaban con el azarado conductor.

-Eran dos calaveras. Estaban drogos. Nos les metimos a la casa y les dijimos a las familias que los dejen dormir tranquilos, pero que mañana apenas despierten tienen que venir porque los vamos a poner a pintar el salón comunal que está sin arreglar.

-¿Esa es la sanción para ellos?

-Ahora es así porque estamos en la legalidad. Antes los hubiéramos despachado para la funeraria.

-¿Por qué no denunciarlos ante la policía?

-Luego. Cuando hayan pintado el salón comunal. De todas maneras la policía sabrá porque a ellos les gusta anotar para sus positivos -dice Julio Perdomo, de 33 años y padre de cuatro hijos.

El es uno de los líderes de los reinsertados. Dice que se siente satisfecho en su nueva condición legal, aunque muestra su extrañeza con quienes cuestionan este proceso. "Todos los colombianos debían preguntarse por qué el conflicto llegó a este punto. Aquí somos responsables todos. Pero el mayor culpable de lo que nos ha ocurrido es el Estado, que nos olvidó. El único que jamás nos dejó fue Dios".

La vida aquí jamás ha sido fácil. Sus ancestros llegaron a estas montañas huyendo de la violencia entre liberales y conservadores. A punta de machete derribaron árboles, arrancaron rastrojos y levantaron casas de tablas de madera y techos de plástico. Los más acomodados hicieron pequeñas viviendas de ladrillo y plancha. Y después, como en venganza, la naturaleza los golpeó. La montaña que está detrás se deslizó el 27 de diciembre de 1987. Fue la tragedia de Villatina en la que murieron 400 personas. Y este mismo lugar forma parte del barrio La Mano de Dios, donde el 6 de marzo de 2003 se produjo un incendio que en cuestión de minutos redujo a cenizas el esfuerzo de muchas vidas. En este escenario han combatido a plomo limpio desde anónimos pandilleros hasta organizaciones transnacionales de la mafia. Así han peleado reducidos combos juveniles, poderosos grupos sicariales como 'La Terraza', milicianos de las Farc y el ELN, miembros de las AUC y el ejército privado de Pablo Escobar y los demás narcotraficantes del cartel de Medellín.

Perdomo explica que por eso ellos no tienen miedo. "Después de haber sobrevivido a todo esto, ¿qué nos puede asustar?", pregunta. En esta área de 27 barrios y tres invasiones hay 300.000 habitantes. Aquí viven la mayoría de desmovilizados del BCN que en un acto público y por televisión entregaron sus armas el pasado 25 de noviembre. Después, los desmovilizados fueron trasladados al municipio de La Ceja (oriente antioqueño), donde según la publicidad oficial los estuvieron 'reeducando' durante tres semanas. Según la promesa del entonces alcalde Luis Pérez, la alcaldía daría 800 puestos de trabajo con contratos a un año y prorrogables para cuando volvieran a sus casas.

Los reinsertados regresaron a sus hogares a las 4 de la mañana del miércoles 17 de diciembre en cinco buses. Hubo fiesta para recibirlos. Hoy, sin embargo, apenas un centenar tiene un puesto de trabajo pues la administración de Sergio Fajardo se encontró con las arcas vacías y ha tenido que ir solucionando el problema sobre la marcha.

"Es maluco decirlo pero el Estado aún no nos ha cumplido", dice John López, otro de los coordinadores, que aunque entiende que hubo cambio de administración dice que ellos sí han cumplido su palabra. "Fuimos, nos reseñaron, eso llegó el CTI, el DAS, la Fiscalía, todo el mundo. Y aquí, sin embargo, esperamos que nos cumplan lo prometido". Lo cual no quiere decir que no tengan nada que hacer. Al contrario, siguen ejerciendo en toda el área una autoridad incuestionable. "La legalidad es jodida porque a uno le toca madrugar", explica con humor. En efecto, se levantan a las 6 de la mañana y se acuestan a la media noche. Durante las largas jornadas continúan tejiendo un trabajo social que probablemente los partidos políticos tradicionales envidiarían. Hacen reuniones con los vecinos, visitan a los tenderos, conversan con los conductores del transporte público, no dejan a nadie al azar. A todos les explican la propuesta de las AUC. "Nos estamos reinsertando a la vida civil porque estamos cansados de la guerra", argumentan. "Queremos articular los procesos sociales para el bienestar de la comunidad", añaden.

-¿Qué buscan ustedes? ¿Formar un partido político?.

"Sí" -responde Edwin Tapias. Un joven de 23 años, padre de dos hijos y hasta hace unos meses enemigo a muerte del BCN. El era uno de los líderes del Bloque Metro de los paramilitares. Vive en el barrio La Sierra, último límite de Medellín, y última organización que le hizo frente al BCN. Camina por las empinadas calles y muestra las casas con huecos en las paredes donde se ubicaban los francotiradores para repeler el avance del BCN. "Nos dábamos durísimo. Usábamos fusiles a lado y lado y hasta M-60". Se refiere a una poderosa arma que dispara 100 balas por minuto y que tiene un alcance hasta de 3.000 metros. "Por eso llovían los muertos". El, sin embargo, atravesó esta etapa de violencia intacto. "No tengo ningún rasguño. Gracias a Dios. Ahora voy a dedicar el resto de mi vida a ayudar a mi comunidad. Vamos a llevarle la contraria a la creencia popular que decía que nosotros no nacimos pa' semilla".

Como los demás jóvenes desmovilizados, además de agradecer a Dios menciona con frecuencia las palabras justicia social, mejoramiento de las condiciones sociales, dignidad, gobierno para el pueblo.

-¿Sus palabras se asemejan a las de un hombre de izquierda?

-Por Dios, ni me diga eso. Nosotros somos de derecha. La izquierda es el enemigo al que vencimos.

-¿Mataron a todos? ¿No queda gente de izquierda viviendo aquí?

-Sabemos que hay algunos profesores y líderes comunales que simpatizan con esos grupos, pero si no ayudan a la guerrilla pueden quedarse a vivir tranquilos.

-¿Pero qué pasaría si por ejemplo aquí se montara una organización legal de izquierda?

-¿Cómo cuál?

-No sé. Por ejemplo, una sede del Partido Comunista. ¿La respetarían?

-Ah, no, si es comunista ahí sí nos tocaría hablar con los comandantes del estado mayor de las AUC para ver qué se hace con ellos.

Habla mientras pasa el avantel por sus manos. Todos tienen uno. A ninguno se le ve ni revólveres, trabucos o changones. Ahora están en la etapa de las comunicaciones. Es un elemento eficaz por la geografía de estas laderas. Las calles son estrechas, al punto que no caben dos carros al tiempo. Si uno baja, el que sube tiene que devolverse y orillarse en una esquina para dar paso al otro. Quien controle una cúspide tiene visión sobre qué carro o moto sube o baja y sobre las miles de hacinadas casas. En las esquinas clave hay jóvenes con avantel. Desde lo alto uno ve al otro en la esquina y este, al otro. Así, los desmovilizados del BCN tienen ojos sobre todo.

"Ahora somos una organización comunitaria", insiste otro de los líderes. Su poder tiene influencia sobre todos los ciudadanos. Por ejemplo, crearon lo que ellos llaman "zonas de tolerancia". Son lugares apartados donde los jóvenes pueden fumar marihuana o consumir coca o bazuco. "Antes lo hacían en los colegios o en los parques. Nosotros les enseñamos que pueden hacer sus vicios pero solo en las zonas de tolerancia", dice John López mientras señala a varios jóvenes bajo un árbol que están consumiendo drogas.

También les van a dar clases de orientación sexual a los jóvenes pues los embarazos de adolescentes abundan. "Hombre, es que a nosotros nos gusta pasarla bien", dice Adolfo Zapata, de 33 años, a quien llaman abuelo. No es una licencia literaria sino una realidad sorprendente. Este desmovilizado tiene dos hijas, la mayor de ellas de 16 años y quien el año pasado dio a luz una bebé, su nieta. "Se llama Zaray Manuela".

El, como la mayoría de desmovilizados, tuvo hijos en su adolescencia. "Por eso nos gustan los niños", explica uno de ellos. De allí que hace unos años las autodefensas organizaran una fiesta infantil. Llamaron a Coca-Cola para que les donara unas gaseosas. "Como no nos llegaron sino diez botellas fuimos y nos robamos un camión completo. La gente estaba feliz. En la fiesta cada uno tenía un litro en la mano". Explican, sin embargo, que eran otros tiempos. "Era cuando éramos ilegales. Ahora estamos en la civilidad". Afirma que hoy son respetuosos y que ahora los conductores suben confiados con sus mercancías.

-¿Sólo en tres semanas que estuvieron en La Ceja fueron reeducados?

-Hombre, la verdad es que esas tres semanas fueron un descanso. Este trabajo social lo venimos haciendo desde hace varios años. La pacificación la hicimos combatiendo a la guerrilla y ganándonos el corazón de la gente.

Según su versión, empezaron a tratar a la gente exactamente lo contrario a como la trataba la guerrilla. "Por ejemplo, a las personas que consumían droga los milicianos los ponían fríos (los mataban), en cambio nosotros los ayudamos organizando corrales para criar gallinas y cerdos", dice Perdomo, que cuenta que a su padre Angel, lo asesinaron porque andaba drogo un 24 de diciembre. Según su versión, él como autodefensa participó en la invasión de terrenos donde montaron improvisados corrales y les dieron a los drogadictos patos, gallinas y cerdos. "Si usted quiere mantener su vicio tiene que trabajar". Por eso, en esta zona abundan rústicas granjas con animales del campo. Al fondo se divisa el resto de la ciudad con sus imponentes construcciones de concreto. Aquí se escucha el viento y el graznar de los patos.

Hace un tiempo se escuchaba el tableteo de las ametralladoras de una guerra en la que hubo centenares de muertos, torturados, mutilados y desaparecidos. "En Medellín se ha producido la muerte violenta de más de 40.000 jóvenes en los últimos diez años", dice un estudio del Instituto Popular de Capacitación (IPC). Usando los más atroces métodos, el BCN se impuso, aunque ahora ninguno de sus desmovilizados quiere hablar de esa etapa. "Hombre, monjas no somos. Estábamos era guerreando y la guerra es lo más duro, por eso nos cansamos", explica López, que pide al país no darle la espalda a este proceso.

Durante los tiempos más violentos, la ausencia del Estado fue casi total. Esporádicamente se hacía presente con policías que montaban redadas relámpagos.

"El Estado siempre ha creído que la solución es militar. Y entonces llegaba la policía y nos detenía. ¿Por qué?, preguntábamos. Por extraños, ustedes estaban por aquí merodeando. Nos decían. Eso sí que nos ofendía porque los extraños eran ellos. ¿Cómo vamos a ser extraños si nacimos aquí?", argumenta Perdomo.

Doña Ana, madre de Adolfo Zapata, confirma que su hijo, su nieta y ahora su biznieta nacieron aquí. La mujer tiene 59 años, es menuda y se mueve de un lado a otro preparando café y aguadepanela para los muchachos. Según ellos asaltar y matar no es negocio. Antes cuando necesitaban dinero iban y se robaban un automóvil que en promedio puede valer 25 millones de pesos. "Si el cliente se ponía teso tocaba acostarlo (si se resistía lo mataban)". El carro luego era vendido en el mercado negro en un millón de pesos. Se pagaban 500.000 pesos por el arma. Los 500.000 restantes se repartían entre cuatro. "Eso no es negocio", dice uno de los jóvenes que fue pandillero y luego entró al BCN.

-¿Y la droga? ¿Adolfo Paz o don Berna, el jefe de ustedes, trabajó para el cartel de Medellín y está acusado de narcotrafico?

-Mentira -niegan todos los muchachos al tiempo. Hablan con veneración del que califican de máximo comandante. "El es un luchador que pronto se desmovilizará para vivir tranquilo".

La tarde cae en la comuna. Hay algarabía. Centenares de niños con sus uniformes escolares y sus morrales atraviesan las angostas calles, otros hombres juegan dominó, las mujeres recogen las ropas de las cuerdas que cuelgan frente a las viviendas, varias adolescentes llamativamente pintadas y con insinuantes prendas abordan los buses para ir a la ciudad. "Trabajan en los bares", confirma un miembro del BCN. "Pero lo hacen para cuidar a sus niños porque aunque parezcan niñas la mayoría son madres de dos o tres hijos".

Algunos muchachos de los avanteles entran a sus casas. Todos viven en casas en las que siempre hay estratégicamente ubicada una ventana sin vidrio, abierta hacia los tejados. "Es necesario por si algún día nos toca salir volando".

Los muchachos de la pistola del taxi duermen en sus casas.

-¿Qué pasa si no vienen a pintar el salón comunal? -se les pregunta a los líderes del BCN.

-Vendrán - responde seguro.

-¿Pero qué ocurre si no vienen? -se le insiste.

-Bueno, en ese caso pueden ir por ellos las fuerzas oscuras y ahí sí no respondemos.