Home

Nación

Artículo

SI NO ES PASTRANA ¿QUIEN?

Comienzan las cábalas sobre candidatura conservadora

30 de mayo de 1988

Uno de los pasatiempos nacionales es el de las cábalas sobre candidaturas presidenciales, y aunque hasta ahora el interés se ha centrado más del lado liberal, comienza a notarse un intenso movimiento en este sentido en el Partido Conservador.
Aspiraciones, chismes y rumores que flotaban sueltos en los corrillos políticos están tomando forma en un abanico de precandidatos. En lo único sobre lo que existe un acuerdo es que quien tiene el abanico en la mano es el ex presidente Pastrana, jefe único y zar supremo de su partido, ya que Gómez y Betancur se encuentran relativamente marginados por ahora de las grandes decisiones. Nadie duda que será él quien tome la decisión sobre el hombre que librará la batalla a nombre de las tropas azules en el 90. Nadie duda tampoco que si Pastrana decide ser él mismo, será el candidato, caso en el cual se cerraría automáticamente el abanico.
Sin embargo, la candidatura de Pastrana que muchos dan como un hecho es más bien una posibilidad. No porque el partido tenga reservas sobre Pastrana, sino porque Pastrana tiene reservas sobre su candidatura. Indudablemente el ex presidente es la mejor carta. La consolidación de su poder es total y su prestigio está llegando a su cenit. En épocas de nerviosismo nacional como las actuales, la experimentación asusta un poco y la experiencia, la veteranía y la confiabilidad son virtudes que se han valorizado mucho en los últimos dos años. Pastrana, por su rango de ex presidente y su permanente presencia en el primer plano de la política durante dos décadas, proyecta estas condiciones. A pesar de su sectarismo reciente los liberales no le temen paradójicamente está más presente la imagen del Pastrana conciliador del Frente Nacional, que la del intransigente y duro jefe de la oposición de la actualidad.
Pero Pastrana no sólo es experimentado y conciliador, sino también vanidoso y astuto. Y estas dos últimas características son las que hacen poco seguro que él quiera jugarse una segunda candidatura. Aunque quienes lo conocen están de acuerdo en que el poder lo embriaga, también están de acuerdo en que sólo prestaria su nombre si tiene la seguridad del triunfo. Y triunfo seguro para candidatos conservadores no hay, al menos que haya una división liberal. Como quedó demostrado en las elecciones de alcaldes, independientemente del desprestigio del gobierno, las mayorías liberales son arrasadoras: ni más ni menos que un millón 300 mil votos de mayoría sobre los conservadores.
Con una ventaja de esta naturaleza, el Partido Conservador requiere para ganar un candidato con muchos más votos que su partido y, al mismo tiempo, un contendor liberal con muy pocos encantos. Es difícil que esas dos condiciones se llenen simultaneamente y Pastrana, que lo sabe, no va a exponer su gloria presente a tales vicisitudes.
En materia electoral, lo único que se considera seguro es que Galán barrería a Pastrana. Pero como es poco probable que el jefe del Nuevo Liberalismo sea candidato, la razón por la cual la reelección de Pastrana está de moda es porque su estatus podría equilibrar fuerzas con cualquiera de los otros candidatos posibles del Partido Liberal, sobre todo si se tiene en cuenta que, a diferencia del social conservatismo, el liberalismo se encuentra en ánimo anti-releccionista. De no ser Victor Mosquera el candidato, lo sería uno de los coroneles. El presumible que Pastrana empataría frente a Mosquera, Hernando Durán, Ernesto Samper, Gustavo Balcázar, Jaime Castro o cualquier otro nombre del abanico liberal. Pero ahí radica su problema: un empate no es suficiente garantía y una derrota en manos de cualquiera de esos nombres sería un Waterloo para cualquier ex presidente y más aún para un Napoleón como Pastrana. A menos que las presiones de su partido sean verdaderamente incontenibles, y que las encuestas demuestren que su nombre produce un triunfo claro y no un empate riesgoso, no se podría dar por fija una candidatura de Pastrana.
Por lo tanto, aunque su sombra siempre estará presente, el proceso de selección de candidato conservador tendrá que seguir adelante.

Los coroneles
Precandidatos conservadores hay de dos categorías: los que tienen posibilidades de una candidatura en 1990 y los que quieren sonar para tener posibilidades en otros cuatrienios. Dentro de estos últimos están Carlos Holguín, Augusto Ramírez, Gabriel Melo y Alvaro Leyva. Holguín es un hombre de poco renombre nacional, pero de mucho prestigio dentro del partido. Ha ganado protagonismo en los últimos meses. Fue un hombre clave en el intento por sacar adelante el Acuerdo de la Casa de Nariño y electoralmente ha ganado terreno en el Valle frente a Rodrigo Lloreda, su gran rival. Augusto Ramírez ha manifestado abiertamente que considera que no le queda grande la silla presidencial. Sin embargo, tiene dos factores en contra: su ausencia del país para ocupar un cargo en la alta burocracia internacional y su clara estirpe betancurista, afiliación que hoy por hoy se encuentra en desventaja parlamentaria frente al pastranismo y al alvarismo. Melo tiene una excelente hoja de vida y ha sorprendido por haber salido airoso en todas las contiendas electorales en las que se ha metido. Sin embargo, es considerado más un sobreviviente que un ganador, por lo menos en lo que se refiere a 1990. Leyva, haciendo sonar su nombre como precandidato, está logrando quitarse la imagen del benjamín del pastranismo. Su protagonismo en el proceso de paz de Betancur le dio cierta figuración, pero aún está "biche" para jugar en la final.
Todo esto significa que para el 90 sólo hay dos nombres: Rodrigo Lloreda y Rodrigo Marín. Hace apenas dos años, Lloreda tenía la candidatura asegurada. No sólo tenía a su haber un inmenso prestigio como canciller de Belisario, sino que había pasado por la Designatura y la embajada en Washington, posiciones consideradas como la antesala de las candidaturas oficiales en Colombia. Como sí esto fuera poco, contaba con la doble bendición de Pastrana y Betancur. Sin embargo, en la "oposición reflexiva" ha perdido terreno y su discreción y sobriedad que como ministro eran objeto de elogios, como aspirante y opositor al régimen lo han desdibujado.
Exactamente lo contrario le ha sucedido a Rodrigo Marín, cuyo temperamento extrovertido, estudioso y combativo, lo han convertido en la principal figura de la oposición en el Congreso. Esto no es suficiente para quitarle a Lloreda el derecho de primogenitura que por lo general se le concede. Sin embargo, la distancia entre los dos se ha acortado considerablemente y ha hecho que, internamente dentro del partido, se piense que a Lloreda le ha surgido un contendor.
Como se ven las cosas hoy, los alineamientos más probables para la final de 1990 son Pastrana-Mosquera o Lloreda-Mosquera. Sin embargo, falta mucha agua por correr debajo del puente.--