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¿SIRVE LA SEGUNDA VUELTA?

Más interrogantes que entusiasmo a la hora de estrenar el repechaje electoral.

4 de julio de 1994

DENTRO DE 15 DIAS A los colombianos les toca, otra vez, acudir a las urnas. Y esto tiene sus problemas. Los liberales, por ejemplo, deberán votar por tercera ocasión, en sólo 98 días, por la misma persona. Y los pocos -liberales, conservadores e independientes- que han entendido de qué se trata la segunda vuelta, que no llegan a ser la mitad del electorado según una encuesta publicada por SEMANA, ya están cansados de votar.

Entonces, ¿por qué y para qué segunda vuelta? Esta es una institución nueva en Colombia. Fue introducida por la Asamblea Nacional Constituyente y esta es la primera ocasión en que va a operar en el país. Filosóficamente el repechaje pretende darles mayor legitimidad a los elegidos, gracias a un apoyo popular masivo a sus candidaturas y al requerimiento de un triunfo por la mitad más uno de los votos.

Al mismo tiempo, busca favorecer a las minorías y dar a las terceras fuerzas la posibilidad de negociar alianzas con los partidos mayoritarios y tomar parte efectiva en la vida política.
Históricamente la exigencia de una mayoría absoluta en la primera vuelta se deriva del derecho eclesiástico, pues era así como se elegían los canónigos en la ciudades romanas del Imperio. Según la teoría de la Curia, a falta de unanimidad para la elección, sólo la mitad más uno de los votos podían traducir la voluntad del colegio electoral. De no ser obtenida la mayoría absoluta en primera vuelta, los candidatos con mayor apoyo debían someterse a una segunda votación que determinaría por mayoría simple cuál de ellos sería el ganador.

En Francia el sistema se empleó en distintas épocas. Fue abolido y, finalmente, restaurado por la V República -el actual régimen, instaurado por Charles DeGaulle en 1958- para la elección de congresistas en momentos en los cuales las fuerzas parlamentarias estaban totalmente atomizadas y se imponía una solución que creara bloques políticos sólidos. Cuatro años más tarde la doble vuelta se aplicó igualmente a las elecciones presidenciales, cuando el Partido Comunista se había convertido en una verdadera amenaza para las viejas colectividades. Gracias a su instauración y a los pactos electorales entre las fuerzas tradicionales -que se habían convertido en minorías-, el establecimiento francés logró alejar del poder a los comunistas, quienes gozaban de las preferencias del electorado.

El sistema francés se hizo rápidamente popular. Varios países europeos y algunos latinoamericanos, como Bolivia, Ecuador, El Salvador y Perú adoptaron la segunda vuelta para las elecciones presidenciales. Los resultados han sido variados. En Francia, su país de origen, el mecanismo ha traído más de una sorpresa. En las dos elecciones en las cuales se enfrentaron François Mitterrand y Valéry Giscard D'Estaing, el perdedor de la primera vuelta resultó ganador, por un margen muy estrecho, en la segunda. En Perú sucedió lo mismo cuando se enfrentaron Mario Vargas Llosa y Fujimori: en primera vuelta Vargas Llosa obtuvo un 3 por ciento más de votos que Fujimori, mientras en la segunda éste último triunfó con el 49 por ciento de la votación.

En Ecuador, donde existen 17 partidos sin que se definan claramente las preferencias del electorado, el sistema ha evitado que algún candidato gane las elecciones con una votación muy baja. Así sucedió en 1988 cuando ninguno de los aspirantes obtuvo más del 20 por ciento de los votos en la primera ronda.

La segunda vuelta, sin embargo, aglutinó a los electores en torno de Rodrigo Borja y de Abdalah Bucaram, quienes obtuvieron el 48 y el 40 por ciento respectivamente. El más reciente es el caso salvadoreño, en el cual Armando Calderón venció en la primera y en la segunda vueltas a su adversario Rubén Zamora.

Pero puede que en Colombia el mecanismo no sea muy útil. En primer lugar porque el país nunca ha sido de minorías políticas sino, por el contrario, de un bipartidismo ancestral. Una cosa es evitar que alguien gane con el 20 por ciento de los votos y otra que gane con el 45. Por otro lado, a diferencia de casi todos los países en donde opera, el voto no es obligatorio y el abstencionismo ha sido una constante histórica. Esto, sumado al hecho de que para los liberales la segunda vuelta constituirá la tercera vez en que tienen que acudir a las urnas, hace pensar que los índices de abstención del 19 de junio pueden batir todos los récords.

Aparte de eso, si el sistema se implantó para que Colombia dejara de ser cerradamente bipartidista y para favorecer a las terceras fuerzas, todo parece indicar que esta premisa no se ha cumplido. Si bien es cierto que durante la Asamblea Nacional Constituyente el M-19 gozaba de un gran prestigio -superior incluso al del Partido Conservador- y que en esas condiciones la segunda vuelta parecía convenir a todos, por razones que nadie explica dos años después sólo subsisten los partidos tradicionales.

Por todo ello, son varios los politólogos y los sectores de la opinión que afirman que la situación en Colombia no justifica implantar un sistema de doble vuelta electoral, y que tres elecciones para un periodo presidencial de sólo cuatro años es más de lo que el electorado puede resistir. De otro lado, es muy posible que lo que suceda con la doble vuelta es que la definición quede en manos de las minorías, ninguna de las cuales superó el 4 por ciento de la votación en las pasadas elecciones. En otra palabras, la franja lunática ha adquirido una capacidad de negociación desproporcionada a su representatividad.

Sin embargo, aunque la mayoría de estas críticas al sistema son legítimas, no faltan quienes afirman que, de no ser por el repechaje, 19.000 votos entre el ganador y el perdedor podrían tener hoy al país en medio de una guerra de acusaciones de fraude y de falta de legitimidad. Es más: hay quienes aseguran que si hubiera habido una segunda vuelta en 1970, el país se habría ahorrado la existencia del M-19.-