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Un museo de la memoria es necesario para asegurar que la barbarie no se repita

ENTREVISTA

"Son posibles el perdón y la paz"

Monseñor Luis Bambarén, de la Comisión para el Museo de la Memoria del Perú y activista de derechos humanos, habló sobre el conflicto, el perdón y su experiencia en La Violencia de los años 50 en Colombia y la de hoy.

15 de agosto de 2009

El ex presidente de la Conferencia Episcopal del Perú y uno de los defensores y activistas de los derechos humanos más importantes de ese país estará la próxima semana en Bogotá. Vendrá a la Conferencia Internacional ‘Recordar y Reparar en Medio del Conflicto’, que mostrará las experiencias vividas por otros países de Latinoamérica y Colombia. Monseñor Luis Bambarén Gastelumendi conoce el país desde 1960, cuando tuvo la oportunidad de participar en el final de La Violencia.
Este jesuita de 81 años, obispo emérito de Chimbote, fue observador permanente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú, representante de la Conferencia Episcopal Peruana en la Mesa de Diálogo y Concertación de la OEA y mediador de varios conflictos.

SEMANA: ¿Hace cuánto no venía a Colombia?

MONSEÑOR LUIS BAMBARÉN: Hace dos años, pero sigo muy de cerca todo lo que está ocurriendo. Puedo decirle que me duele y que veo con preocupación lo que está ocurriendo.

SEMANA: ¿Cuál será su aporte a la Conferencia que comenzará este martes en Bogotá?

M.L.B.: Como miembro de la Comisión para el Museo Nacional de la Memoria del Perú, que preside Mario Vargas Llosa, estamos sentando las bases de un museo que nos permita a los peruanos recordar por siempre los crímenes cometidos durante los 20 años del terrorismo en Perú. Además, hablaré del programa de reparación individual y
colectivo.

SEMANA: ¿Para qué sirve un museo de estos?

M.L.B.: Nuestro museo, que se llamará Yuyanapaq, que en quechua significa “para recordar”, busca que las generaciones nuevas sepan y conozcan la realidad nefasta del terrorismo. Es el fin de un largo trabajo que esperamos sirva para que esta barbarie nunca más se repita. Usted puede creer que en Lima muchos no saben lo que ocurrió, porque la mayoría de las 71.307 víctimas, entre desaparecidos y asesinados, ocurrieron en la sierra, a manos de Sendero Luminoso, y en menor medida por la fuerza pública.

SEMANA: ¿Qué enseñanzas le dejó su papel como miembro de la comisión de paz que desarmó las guerrillas que quedaban en el Tolima?

M.L.B.: Muchas, pues allí empezó mi trabajo por los derechos humanos. En 1960 yo ya era sacerdote y estaba en el seminario de La Ceja (Antioquia) en un curso de 10 meses. Tras un acuerdo entre el gobierno y las guerrillas me fui un mes de voluntario como miembro de la comisión de paz allá. Pude hablar con muchos de los guerrilleros, bandoleros y campesinos.

SEMANA:¿Y qué fue lo que más le impresionó?

M.L.B.: Que personas buenas, con la calidad y la bondad que tienen los colombianos, hubieran sido capaces de matar sólo por ser liberal o conservador. Uno de los guerrilleros, ‘Tequendama’, se confesó conmigo y me dijo: “Tenga este machete. Me persiguen porque maté a 102, pero en realidad les faltan ocho más”. Al final, hicimos una misa de perdón en una gruta al pie de un río. Fue muy hermoso ver la reconciliación y el mutuo perdón, conocer la bondad de los colombianos me hace pensar que hoy son posibles el perdón y la paz.

SEMANA: ¿Qué opina del momento álgido que están viviendo Colombia y la región?

M.L.B.: Es algo que me preocupa. Dios quiera que el presidente Uribe maneje la situación interna sin interferencia de otros países. Llama la atención que las Farc estén tan bien armadas, y en ese sentido el envío de armas que les hizo Montesinos es algo lamentable, que deja muchas cosas claras: lo que él hizo, lo está haciendo otra gente.

SEMANA: ¿Qué puede decirles a las Farc y a los ‘paras’ desde su larga experiencia?

M.L.B.: Lo mismo que me dijo Abimael Guzmán o muchos de los guerrilleros: que la lucha armada fue un error, que no conduce a nada... sólo muerte. Si las Farc tuvieran un proyecto atractivo y bueno, el pueblo se plegaría espontáneamente, pero la gente sólo los sigue porque les temen, por salvar sus vidas.