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| Foto: SEMANA

POLÍTICA

¿Cómo llegó a ser Zuluaga el candidato único del uribismo?

Una mirada con lupa a la elección de Óscar Iván Zuluaga como candidato a la Presidencia de la República.

28 de octubre de 2013

Jamás un escrutinio duró tanto. Cuatro horas. En realidad, tres horas y 55 minutos fue el tiempo que pasó desde el momento en que se cerró la votación y empezó el conteo de cada una de las papeletas depositadas por los 1.340 delegados hasta cuando se pronunció el nombre de Óscar Iván Zuluaga como candidato oficial del uribismo para las elecciones presidenciales del próximo año.


Fue tanta la demora, que muchos de los asistentes a uno de los pabellones de Corferias en Bogotá empezaron a abandonar la Convención del Centro Democrático sin siquiera conocer el nombre del ganador. Entonces el expresidente Álvaro Uribe tuvo que hacer uso de su oratoria y empezó a improvisar un consejo comunal en el que respondía toda clase de preguntas para mantener el interés de los presentes.

Al final, y contra todo pronóstico, el exministro de Hacienda y economista de la Universidad Javeriana se convirtió en el candidato del uribismo. En los estudios de opinión registraba menos del 10 % de intención de voto y el nivel de conocimiento de su persona era bajo.

Según la encuesta bimestral de Invamer Gallup de agosto, el 18 % de los encuestados dijo tener una imagen favorable de él y el 13 %, desfavorable. Quienes se mostraron felices con el resultado indicaron que estas cifras simbolizan dos cosas: que si bien es cierto que muy pocas personas lo conocen, también es verdad que tiene un trecho inmenso para crecer.

La persona detrás de la estrategia es el publicista y estratega Germán Medina. Él aduce que la campaña de Zuluaga fue muy austera. Y el secreto estuvo en lograr hacer la convención para que se escucharan los programas de cada uno de los candidatos. 

“Fue más bien una campaña casa por casa”, dijo. Se refería al hecho de que Zuluaga tuvo que ir por varios pueblos hablando en las emisoras y defendiendo los postulados uribistas. Un año duró ese recorrido. 

Comenzó a picar en punta cuando, mientras su contendor Francisco Santos sacaba un libro autobiográfico, él publicó una carta en la que pedía a José Obdulio Gaviria, polémico exasesor presidencial, que se saliera de la lista uribista al Senado. Para Zuluaga, los cuestionamientos que pesaban sobre José Obdulio, primo del extinto narcotraficante Pablo Emilio Escobar Gaviria, eran motivos para considerar esa posibilidad. 

“No hicimos ningún tipo de cálculo. Dijimos, ‘hagamos la reflexión', pero Zuluaga en ningún momento quiso maltratar o injuriar a Gaviria. Simplemente consideramos que era bueno cuestionar algunas cosas”, dice Medina.

El tiro motivó una reacción dura de sus contendores, quienes vieron en esa solicitud una falta de lealtad. Sin embargo, salió bien, pues puso la atención en su campaña. “Lo más difícil de esta campaña fue que los medios nos pusieran cuidado”, reconoce Medina.

La jugada de Zuluaga provocó una crisis en el uribismo que precipitó la decisión de cambiar el mecanismo de elección del candidato. Hasta ese momento se creía que el uribismo haría una consulta el 9 de marzo. 

Sólo un par de días después, el otro precandidato fuerte, Pacho Santos, inscribió un comité para recoger firmas por un nombre distinto al Uribe Centro Democrático. En el fondo temía que los uribistas fraguaran un cambio en las reglas de juego y optaran por otro mecanismo distinto al de la consulta.

Este fue el papayazo para que Zuluaga señalara que el ex vicepresidente estaba incumpliendo los acuerdos. 

Esos hechos sumados provocaron una crisis en el uribismo. De un lado, un grupo de amigos de Zuluaga, que habían intervenido en la elaboración de las listas del Uribe al Senado, insistió en la necesidad de cambiar el mecanismo. 

Se oyeron argumentos de todo tipo que justificaban esa propuesta: que los candidatos se estaban destrozando, que una consulta podría ser intervenida, que se necesitaba un candidato único pronto para poder presentarlo a los colombianos, etc. 

La crisis desembocó en la consideración del expresidente Uribe de convocar una gran asamblea uribista. No fue fácil. La desconfianza de las campañas había ganado terreno. Al final un grupo de garantes, entre ellos el empresario paisa Fabio Echeverri Correa, diseñó las reglas de juego para que un grupo de 1.000 convencionistas eligieran el candidato. 

El desorden y la falta de preparación logística signaron la jornada. Sin embargo, para Medina, “fue una convención programática. Eso la hizo distinta porque cada uno de los candidatos pronunció diferentes discursos y la gente se emocionó solidificando su voto o debilitándolo”. 

Zuluaga recordó en el escenario que no era un novato. Contó que recorrió varios pueblos. Que salió en radios locales y que habló con las personas sobre sus necesidades, al estilo Uribe. Los talleres democráticos que se inventó el expresidente le sirvieron de plataforma no sólo para que lo conocieran a él, sino también a los demás precandidatos. 

Cada vez comenzó a parecerse más a Uribe, a utilizar refranes y el acento que caracteriza al mandatario. 

Cuentan algunos de sus competidores que además hubo una guerra de baja intensidad: que cuando iba a comenzar un taller democrático, por ejemplo, llegaban sus allegados primero y reservaban la silla para que apareciera siempre al lado de Uribe.

Según Medina, el candidato del Centro Democrático es un defensor de valores familiares y principios como la transparencia y la coherencia. Zuluaga además se jacta de haber llegado al uribismo mucho antes que otros de sus competidores. 

No obstante, la imagen de Zuluaga se vio comprometida con la ayuda que le dieron políticos de la talla de María del Rosario Guerra (la segunda en la lista del uribismo al Senado) y Fabio Valencia Cossio. Los dos, al estilo político tradicional, fueron los encargados de voltear a favor de Zuluaga el cambio en la consulta, pero también la votación de los convencionistas. 

La suma de esos factores le dio la victoria. Ahora, el candidato del uribismo tiene el reto de traducir eso que ha aprendido en los talleres a los que asiste con el exmandatario en un programa de gobierno. Sus asesores deberán convertirlo en una figura no sólo conocida, sino carismática, pues su rostro adusto, dicen los publicistas, es un factor para suavizar. 

La pregunta que sigue sin respuesta es si Zuluaga mostrará algo de autenticidad en la campaña o seguirá tratando de parecerse a Uribe en sus gestos. El mensaje seguirá siendo el mismo: los cinco huevitos repetidos hasta el cansancio.