Home

Nación

Artículo

TARJETA ROJA

La detención de Juan José Bellini puede marcar el principio del fin del matrimonio maldito del fútbol colombiano con el narcotráfico.

18 de diciembre de 1995

DESDE HACE UN MES LA captura del presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, Juan José Bellini, era una decisión judicial anunciada. Los indicios descubiertos por las autoridades, hacían el arresto del dirigente caleño, cuestión de tiempo. No obstante, hace apenas un año lo ocurrido la semana pasada era inimaginable. Aunque los vínculos de Bellini con los hermanos Rodríguez Orejuela eran conocidos por la mayor parte de la opinión gracias, entre otras cosas, a las publicaciones en los medios de comunicación de varias fotografias en las que aparecía él en compañía de los jefes del cartel de Cali, nadie pensaba que un organismo judicial pudiera conseguir el acervo probatorio suficiente para dete, ner al hombre más poderoso del fútbol en Colombia. Como en casi todos los sectores del país, la gente rumoraba bastante de las estrechas relaciones que había entre coca y fútbol, pero nunca imaginaban que los organismos de seguridad pudieran probarlo.
El hoy ex presidente de Fedefútbol, nunca negó haber conocido a los hermanos Rodríguez Orejuela, pero siempre sustuvo que sus relaciones con ellos fueron en la década de los 80, cuando estos gozaban de reconocimiento social y no eran perseguidos por la justicia. Sin embargo, el argumento de Bellini comenzó a desmoronarse apenas el Bloque de Búsqueda pisó a fondo el acelerador en su afán por capturar a los principales miembros del cartel de Cali. Con esto vinieron los innumerables allanamientos, las investigaciones a cuentas bancarias y a empresas de fachada del cartel, y lentamente Bellini se fue quedando sin piso para explicar sus vínculos con los Rodríguez Orejuela.

LAS PRUEBAS
A mediados de julio de este año, cuando la actividad del Bloque de Búsqueda estuvo en su punto más alto, las autoridades estuvieron muy cerca de capturar a Miguel Rodríguez en el edificio Colinas de Santa Rita al occidente de Cali. En esa oportunidad, aunque Rodríguez alcanzó a escapar, las autoridades hallaron algo que consideraron como un verdadero tesoro: tres maletines repletos de documentos financieros del cartel. Dentro de estos papeles apareció un listado de pagos que Rodríguez Orejuela le habría hecho a varios congresistas, deportistas y otras figuras públicas del país. En esta lista aparecía 'J. Belli.' como si hubiera recibido dos pagos, uno el 15 de febrero de 1995 y otro un mes más tarde, por el concepto de 'compra of.' por un valor de 100 millones de pesos cada uno. De acuerdo con varios testimonios recopilados por las autoridades 'J. Belli.' sería el propio Juan José Bellini.
Otra de las pruebas que tiene en su contra el dirigente deportivo es un cheque que habría recibido por cinco millones de pesos de la constructora Tremi Ltda., una empresa considerada por las autoridades como de fachada del cartel, ya que en uno de los allanamientos a Miguel Rodríguez fueron encontrados varios sellos de dicha compañía. De igual forma, en un allanamiento realizado en el primer trimestre del año al Depósito Popular de Drogas en Cali, los organismos de seguridad hallaron una lista de accionistas del equipo América de Cali, donde aparecía Juan José Bellini con 230 acciones y en la columna de enfrente las iniciales M.R.O., interpretado por las autoridades como Miguel Rodríguez Orejuela.
Adicionalmente los organismos judiciales se encuentran investigando todos los negocios y la fortuna de Juan José Bellini, con el ánimo de hallar otros elementos que puedan ayudar a confirmar si hay enriquecimiento ilícito por parte del ex presidente de Fedefútbol.

MAS ALLA DE LO JURIDICO
Pero más allá de todo el debate jurídico que solamente se definirá en los estrados judiciales, la captura de Juan José Bellini puede significar el principio del fin de una era del fútbol colombiano llena de triunfos, pero también de delitos y muertes.
Desde 1983, cuando en una valerosa actitud el entonces ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla denunció públicamente la peligrosa presencia de dineros calientes en el fútbol, en Colombia comenzó a hacer carrera la tesis típica de la complacencia con la que amplios sectores del país recibían el multimillonario ingreso del narcotráfico. Para muchos, quizás la mayoría, el fútbol colombiano estaba mejorando nacional e internacionalmente gracias a la inyección económica de esos dineros.
Esta tesis fue ganando adeptos a medida que el fútbol nacional salía de toda una vida anónima y por primera vez en la historia se robaba una que otra página de la prensa internacional especializada. En 1985 la selección juvenil que participó en el suramericano de Asunción, Paraguay, sorprendió a todos los aficionados y terminó ocupando un honroso tercer puesto. Al mismo tiempo el América era subcampeón de la Copa Libertadores por tres años consecutivos y en 1987 la selección de mayores descrestaba con su buen fútbol en la Copa América de 1987. Dos años más tarde Colombia clasificaba al Mundial de Italia 90 y Atlético Nacional conseguía el título de la Copa Libertadores.
Como en un sueño, Colombia pasó de un momento a otro de no tener nada, a tenerlo prácticamente todo en materia futbolística. El país se enfrentaba con las potencias mundiales sin tenerles miedo -empató con Inglaterra y después con Alemania- y todo el mundo empezó a hablar de la magia del fútbol colombiano. El mercado europeo abrió sus puertas a los futbolistas nacionales y jugadores de la talla de Faustino Asprilla y Adolfo Valencia fueron figuras en Europa, al mismo tiempo que Carlos 'El Pibe' Valderrama fue catalogado como el mejor jugador de América en 1987 y 1993.
En efecto puede que parte de esta cosecha de triunfos se hayan dado gracias a los nexos cada vez más profundos de coca y fútbol. La masiva importación de jugadores talentosos -Ricardo Gareca, Roberto Cabañas, Wilmar Cabrera, 'El Pato' Morresi y Fernando Alves, entre otros- al igual que la traída de técnicos experimentados, explicada quizás por el poder económico del narcotráfico, lograron aumentar en gran parte el negocio y el nivel del fútbol colombiano. De igual manera, para los dueños de los equipos, que en su mayoría pertenecían a los carteles de la droga, se convirtió en un negocio muy rentable la preparación de jóvenes jugadores colombianos, para después venderlos por grandes sumas de dinero a las ligas mundiales del fútbol.
Todo esto se convirtió en una gran herramienta utilizada por los narcotraficantes para ganar legitimidad dentro del pueblo colombiano. Desde las inauguraciones de canchas en todo Antioquia por parte de Pablo Escobar, hasta los elegantes cocteles ofrecidos por el América de Cali después de cualquier encuentro importante, eran de gran utilidad para hacer a los narcotraficantes populares y para que estos tuvieran la oportunidad de codearse con la élite.
El punto culminante de esta etapa era, sin duda, el Mundial de USA 94. Pero las cosas salieron al reves de lo planeado. Las amenazas contra el cuerpo técnico de la selección por alinear en el equipo titular a Gabriel Jaime 'Barrabás' Gómez, al igual que el bajo mundo de la mafia de los apostadores fueron, entre otras cosas, los culpables de que la pasada Copa Mundo en vez de un éxito pasara a la historia como el gran fracaso deportivo del país. Esto para no hablar de la mayor vergüenza: el brutal asesinato en la madrugada del 2 de julio de 1994 en Medellín de Andrés Escobar. Y entonces el sueño se convirtió en pesadilla. El fútbol colombiano había pactado con el diablo. Había vivido más de 10 años de gloria, pero como en todo pacto con el diablo, la gloria había terminado en tragedia.

LA CRUDA REALIDAD
Al mirar este panorama con la suficiente distancia, hoy es evidente que no todo ese boom futbolístico se dio gracias a los dineros calientes. Desde mediados de la década del 70 con la llegada al país de prestigiosos técnicos como los argentinos Oswaldo Juan Zubeldía y Carlos Salvador 'El Narigón' Bilardo y el yugoslavo Blagojs Vidinic, se sembraron las primeras semillas del fútbol en Colombia que empezaría a dar sus frutos 10 años después. El país le debe a Vidinic la creación de las escuelas infantiles y juveniles, a Zubeldía la profesionalización y a Bilardo la disciplina. Sin la combinación de estos tres elementos, Colombia seguiría en pañales en materia futbolística y todavía tendría solamente a uno que otro Willington Ortiz. Si a esto se le suma las buenas decisiones que tomó la Fedefútbol con respecto a la limitación de extranjeros en cada equipo, es fácil darse cuenta que el verdadero semillero de grandes jugadores surgió antes de la maldita infiltración del narcotráfico en el fútbol.
En este asunto pasa algo muy parecido a lo del campo económico, en donde por muchos años varios sectores del país compraron la tesis de que la economía andaba bien gracias a los dineros de la mafia. Los beneficios en este campo que trajo el narcotráfico fueron efímeros y como todo boom efímero lo único que perduró fueron los efectos negativos: el costo económico de acabar con el sistema de justicia, de los miles de asesinatos, del lavado de dólares y del contrabando.
En el deporte las cosas fueron iguales. La plata del narcotráfico en el fútbol sólo logró crear un boom efímero que lo distorsionó todo. Los problemas no se resumen con la detención del presidente de la Federación. En un mundo que estaba manejado por la delincuencia ¿qué se podía esperar de los jugadores? ¿Qué escala de valores podrían tener? ¿Hasta dónde llegaría la confusión entre el bien y el mal? Las respuestas tajantes a estos interrogantes conforman la inimaginable realidad del fútbol colombiano: asesinatos, jugadores en la cárcel, campeonatos conseguidos gracias a las amenazas a los jueces, secuestros y escándalos extradeportivos que hoy llenan las páginas de la prensa del mundo.
En esto se resume la importancia de lo que la Fiscalía está haciendo en el país. Así como está develando la convivencia maldita entre narcotráfico y política, también lo está haciendo con el fútbol. Falta por ver si el gobierno utiliza la detención de Juan José Bellini como la oportunidad de oro para intervenir de una vez por todas el fútbol y buscar soluciones (ver recuadro). En ese caso, aunque a corto plazo el país dejaría de tener equipos tan ricos con muchos jugadores extranjeros y nacionales de primera línea, seguramente a largo plazo, en el fútbol colombiano empezaría una nueva era que quizás podría terminar en otro boom que no será ficticio sino real.

ROSARIO DE SOLUCIONES
ANTE LA grave situación que atraviesa actualmente el fútbol colombiano las posibles soluciones para afrontar el problema están a la orden del día. Lo irónico es que las correcciones que habría que hacerle a este deporte se han oído en los corrillos deportivos desde hace varios años. Lo primero que debería hacerse, sin duda, sería arreglar el problema del presidente de la Federación. Para algunos, ante el estado de emergencia habría que pasar por encima de la independencia que tienen los clubes para nombrar la primera cabeza de Fedefútbol, y el gobierno intervenir y nombrar a una persona por lo menos hasta que la situación se normalice definitivamente.
De igual forma, algunos directivos creen que de las cosas en las que hay que pensar es en dejar una sola entidad como rectora del balompié nacional. De qué sirve tener dos instituciones, una, la Dimayor, encargada de la división profesional y la otra, Fedefútbol, de la aficionada y al mismo tiempo de la profesional. Lo mejor, para ellos, sería crear algo parecido a la Asociación de Fútbol Argentino -AFA- como único organismo encargado de orientar este deporte en el país.
Estas serían las dos posibles soluciones más importantes para arreglar los problemas de forma. Ahora, hay quienes piensan que las soluciones deben estar más encaminadas a las dificultades de fondo, es decir, las del campo económico. Lo primero que proponen algunos sectores es tratar de democratizar los clubes a como dé lugar. El único equipo en Colombia donde no hay un dueño que tenga más del 1 por ciento de las acciones es el Deportivo Cali y por esta razón, su hoja de vida ha sido quizás la única limpia en la historia del fútbol nacional. Claro que crear de un momento a otro la cultura de la democratización de los clubes en Colombia no es cosa fácil, pero hay quienes creen en una combinación perfecta: la adquisición de una buena porción de las acciones por parte de las grandes empresas del país y el otro pedazo de la torta comprado por los hinchas.
Con soluciones como estas seguramente el fútbol colombiano cambiaría su cara nacional e internacionalmente. El desafío de alterarle radicalmente el rumbo al barco de este deporte en el país está en manos del gobierno y la actual coyuntura ofrece todas las posibilidades para que, de una vez por todas, dé ese giro de 180 grados que tanto necesita el fútbol nacional.