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Alan Jara envió esta foto a su esposa . Le cuenta que estos son los amigos más cercanos y sus alumnos aventajados: los capitanes Donato y Murillo y el coronel Mendieta

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Teacher Alan

El ex gobernador de Meta, Alan Jara secuestrado por las Farc hace seis años, mantiene abierta una escuela de idiomas en la selva. Sus alumnos aprenden inglés y ruso.

16 de febrero de 2008

El colegio Francisco José de Caldas de Villavicencio estaría muy orgulloso si supiera que el inglés que le enseñó a Alan Jara en el bachillerato ha sido el ancla que lo ha mantenido atado a la vida en estos ocho años de secuestro.

Lo mismo le pasaría a su padre si viviera, al saber que la beca del Icetex con la que Alan aprendió ruso en Kiev, cuando lo mandó a estudiar ingeniería civil en los años 70, es la segunda arma con la que combate el tedio y la insensatez de un estado de quietud y de tensión como el largo cautiverio.

Alan Jara entendió desde el primer día del secuestro que el único acto de libertad que no le puede ser coartado a un ser humano es el pensamiento. Se metió tanto esa idea en la cabeza que logró que sus compañeros de secuestro siguieran su tesis y aceptaran asistir como alumnos a su 'escuela de idiomas'. Hoy, esta institución educativa de la selva ya completa seis años en funcionamiento.

Inglés y ruso son las asignaturas que se enseñan. Dos lenguas tan distantes como lo es ya la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética que aparecen como medicina para preservar la salud mental de los rehenes de una guerrilla que fue pro-soviética y que se jacta de atacar al "imperio norteamericano".

Todos los días, los alumnos de la escuelita de Jara toman asiento en una mesa que llaman "el comedor", una improvisada tabla sostenida por palos donde les sirven los alimentos. Con los cuadernos, lápices y lapiceros que llegan al menos una vez por año como dotación, los secuestrados asumen su papel de estudiantes para atender a su maestro: "¡Good morning teacher!", le dicen a Jara, quien ya trasformado en profesor responde: "¡Good morning, students!"

A veces la clase comienza comentando las noticias que han oído por la radio la noche anterior. El coronel Luis Mendieta, quien es el alumno más aventajado, toma las clases hace seis años, hace los resúmenes y repite la frase que siempre les interesa: "About the humanitarian agreement there is no news" ("sobre el acuerdo humanitario no tenemos noticias").

No todos aprenden con la misma facilidad, por eso Jara hace evaluaciones periódicas para nivelarlos. La prueba más dura es la de escribirles a sus familiares las cartas de supervivencia en inglés. En 2003, un paquete de testimonios de vida de los secuestrados llegaron en inglés, y apenas llevaban dos años en la escuela. Para todos los que asisten sin descanso a las clases de Alan, su meta es que el secuestro al menos les deje dos idiomas y al salir; en el caso de los militares, aspiran a una agregaduría en el exterior.

La llegada de los tres norteamericanos al campamento donde estaban los alumnos de Jara fue una prueba de fuego. El teacher Alan los obligó a entablar conversaciones con los contratistas en su lengua natal para probar el nivel de aprendizaje. Pocos pasaron la prueba porque los gringos "hablan muy rápido". Alan entonces intentó tener un refuerzo en las lecciones e invitó a los gringos a que se animaran a dictar clases, pero no fue posible porque no entendían nada de español.

La escuela sólo cierra su aula en caso de traslado del campamento, marcha o de enfermedad del profesor. Pero Alan ha sido fuerte para mantenerla abierta. Consuelo González, recién liberada y quien es una de sus grandes amigas del cautiverio, recuerda que Alan sólo en una ocasión no pudo levantarse. "Tuvo un paludismo cerebral, estuvo acostado varios días y no pudo dictar clase", dijo González. El liderazgo de Alan Jara lo reseñan todos los secuestrados en sus cartas desde la manigua. De alguna forma se ha convertido en un punto de unión más fuerte que la misma tragedia que comparten. La mente los mantiene a salvo de la desesperanza y así no sean personas libres, tienen una ventana a otros mundos. Comentan la radio en ruso, hacen chistes en inglés, hacen concursos de ortografía, y tienen un premio para la mejor pronunciación. Seguir viviendo, así se debería llamar la escuela de idiomas que Alan Jara tiene en la selva donde estudian policías y soldados que algún día serán libres. Y bilingües.