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“me fui saltando en el pie izquierdo. el otro parecía un péndulo. Al saltar caí en una viga del cuarto piso”

Testimonio

“Tenía sangre por todos lados”

Paola Carrillo, de 17 años, es sobreviviente del carro bomba de El Nogal. Su hermano menor y su mejor amiga murieron como consecuencia de la explosión.

4 de noviembre de 2006

"El viernes 7 de febrero de 2003, al salir del colegio, mi hermano y yo recogimos a mi amiga Ana María en su casa y nos fuimos al club El Nogal a encontrarnos con mi papá. Esa noche, Ana María y yo íbamos a ir a comer a Randy's, un restaurante que acababa de abrir, y después a un cumpleaños, a una miniteca. "Todos los viernes, mi hermanito tenía clase de bolos, pero por algún motivo no tuvo esa noche. Entonces decidió que quería ir al cuarto de práctica de golf. Lo llevamos y después nos fuimos todos para la taberna en el quinto piso, mientras esperábamos que terminara de jugar. Me acuerdo que estábamos mi amiga, mi papá y yo, sentados en una mesa.

" Tomé un sorbo de ginger y cuando volví a poner el vaso en la mesa, explotó la bomba. Quedé inconsciente por un segundo. Pensé que estaba soñando porque no podía entender qué estaba pasado. Oía explosiones más chiquitas cada rato. Después entendí que eran carros explotando en el garaje. "Mi amiga estaba de un lado mío y mi papá del otro. Ninguno se despertaba. Yo trataba de levantarlos, pero me di cuenta de que no podía mover mi pie derecho. Tenía sangre por todos lados. Luego de lo que creo que fueron unos minutos, se despertó mi papá. Le pregunté qué había pasado. Al principio, me decía que tal vez la cocina se había explotado. Pero yo le insistí y ahí sí me dijo que había sido una bomba. "Había vidrios por todos lados y mucho humo. Veía gente que se tiraba desde donde estábamos a la casa de al lado del club. Aunque no podía mover bien el pie derecho, no me dolía. Me dolía una mano, y no me había pasado nada en la mano. Me había pasado de todo por todas partes, pero en la mano, nada. "Mi papá me dijo que él tenía las dos piernas rotas y que no podía moverse. Fui a buscar ayuda porque era la única que medio me podía mover. Me fui saltando en el pie izquierdo; mi otro pie parecía un péndulo. Por todo el humo, me tocaba andar agachada, y, aun así, sentía que se me quemaba la garganta por dentro. Había huecos en el piso, y, al saltar por encima de uno, me resbalé y caí en una viga del techo del cuarto piso. Aunque con esa viga me quemé la pierna izquierda, creo que si no hubiera caído ahí, habría muerto. "Alguien me levantó y me llevó detrás de un bar, donde me quedé con un señor y una niña, hasta cuando subió un equipo de rescate. Colocaron una escalera del cuarto al quinto piso y por ahí me sacaron en camilla. Salí por la puerta principal de la casa de al lado y me montaron en una ambulancia para llevarme a la Clínica Santa Fe. La ambulancia fue horrible porque mi tobillo derecho estaba totalmente roto y con el movimiento de la ambulancia se movía hacia los lados. "En la ambulancia me dijeron que mi tío estaba en el hospital y justo después de llegar, nos lo encontramos. Me dijo que ya había gente buscando a mi papá y a mi hermano. Todo esto mientras sentía que me ponían anestesia por todos lados y me cosían la cara. Si preguntaba, los médicos me decían que mi papá y mi hermano estaban bien. O, si no, evadían el tema.

"Me quedé dormida y cuando desperté era sábado, ya me habían hecho cirugía en el tobillo y estaba en un cuarto diferente. Estaban todos mis amigos del colegio. Pero cada rato me volvía a quedar dormida. No quería comer nada. No me dejaban ver las noticias. "Finalmente, mi papá me llamó al cuarto. Estaba en el Hospital Militar. Me contó que mi hermanito se había muerto. No pude hablar más y solté el teléfono. Más tarde, ese mismo sábado, un amigo estaba hablando por teléfono con otro amigo. Pedí que me pasara el teléfono y le pregunté cómo estaba. "Mal", me dijo. Me contó que Ana María también había muerto. .

"Al otro día, domingo, fue el entierro de los dos. Al principio, los médicos no querían dejarme ir, pero los sicólogos de la clínica hablaron conmigo, y dijeron que era mejor que fuera para que empezara a asimilar los cambios. Fui a los dos entierros en silla de ruedas acompañada por mi abuela y una tía. Mi padre no pudo ir. "Viví un mes en la casa de mi abuela mientras esperaba a que mi papá saliera de la clínica".