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Terror capital

Más que hacer parte de una estrategia urbana de la guerrilla, los atentados en Bogotá son una desesperada respuesta de las milicias a la ofensiva en su contra.

28 de octubre de 2002

No habia terminado de despertar Bogotá el pasado lunes cuando el terrorismo urbano tocó las puertas de la ciudad. A las 7:16 de la mañana un taxi bomba cargado con 50 kilos de explosivos fue detonado prácticamente en la puerta trasera de la sede de la Policía Metropolitana, donde también funcionan oficinas de la Sijin, la Estación 24 Antimotines y el comando de policías bachilleres. Dos personas murieron y 33 más resultaron heridas. Tres días después, a las 2:45 de la tarde del jueves, un hombre lanzó en pleno centro de la ciudad dos granadas de fragmentación contra un camión que transportaba policías bachilleres. Un joven que prestaba su servicio obligatorio murió y 29 civiles quedaron heridos.

La reacción oficial no se hizo esperar. Entre el martes y el viernes 1.500 hombres del Ejército y de la Policía, en coordinación con el DAS y la Fiscalía, efectuaron 223 allanamientos en toda la ciudad, los cuales terminaron con una treintena de capturados e importantes decomisos de explosivos, armas, material de intendencia, documentos y propaganda de la guerrilla. El éxito y rapidez de estos operativos, sin embargo, no lograron borrar del todo la zozobra ciudadana. "El terrorismo es la modalidad elegida para atacar al Estado ya que tiene muy buenos resultados porque consigue asustar bastante a la gente", dijo a SEMANA el subsecretario de Seguridad de la Alcaldía, Hugo Acero.

Después de lo ocurrido en la comuna 13 de Medellín y el antecedente del pasado 7 de agosto -cuando el presidente Alvaro Uribe fue recibido con una oleada terrorista- los dos atentados de la semana pasada en Bogotá, separados por escasas 72 horas, tuvieron un gran impacto y crearon desconcierto entre los bogotanos. La duda era si la guerra en las ciudades, con sus altas dosis de actos terroristas, había entrado definitivamente a la capital.

¿Quien fue?

Pronto surgieron las teorías sobre quién pudo haber sido. Una primera hipótesis era que se trataba de la continuación de la estrategia de guerra urbana trazada por el secretariado de las Farc con la que buscan bajar la presión de la ofensiva que ha emprendido el gobierno contra los subversivos en las áreas rurales. Según esta tesis la ofensiva habría llevado a un repliegue de las Farc, que se puede comprobar en una aparente disminución de acciones guerrilleras como tomas a pueblos, voladura de oleoductos y torres de energía.

Pero dadas las características de los atentados y los antecedentes es difícil creer que lo que sucedió la semana pasada haga parte de la ofensiva urbana de las Farc sino de una retaliación de las milicias contra las autoridades. "Las acciones urbanas de la guerrilla requieren una gran logística y mucha capacidad económica, como ha quedado demostrado con los secuestros del edificio Miraflores en Neiva y los diputados de la Asamblea en Cali y los ataques del 7 de agosto. Lo que ocurrió la semana pasada no necesitó gran inversión, planeación o un gran número de personas", afirmó a SEMANA uno de los especialistas del Grupo Interinstitucional Antiterrorismo (Giat). "En los dos hechos, claramente, hay una hostilidad contra la Policía Metropolitana, es una actitud retaliatoria, respondiendo a la eficacia de la justicia", afirmó el alcalde de Bogotá, Antanas Mockus.

Y es que las milicias han sido duramente golpeadas por la Policía en Bogotá. Entre el primero de septiembre y el 23 de octubre, día del primer ataque, la Policía Metropolitana efectuó cerca de una docena de grandes operativos que terminaron con la captura de 20 milicianos, así como el decomiso de grandes cantidades de explosivos y armas. "Las milicias manejan también su propia agenda, de acuerdo con sus intereses y necesidades, y no dependen exclusivamente de órdenes del secretariado", dijo uno de los investigadores de la Dijin.

Dentro de esa lógica, y considerando que el objetivo en el caso de los dos atentados era la Policía, resultaría explicable considerar que los ataques pueden tener como responsables a las milicias en Bogotá, lo que no necesariamente implica que las Farc como organización guerrillera tengan directamente responsabilidad o hayan ordenado los ataques. De hecho, el comandante de la Policía Metropolitana, general Jorge Daniel Castro, señaló al jefe de la red urbana Antonio Nariño de las Farc, José Zamora, alias 'El Profesor', como el presunto responsable de los ataques.

Lo anterior no quiere decir que ataques como los de la semana pasada no se puedan repetir. Sobre todo si se tiene en cuenta que tanto la Policía como las Fuerzas Militares no están dispuestas a ceder en la lucha contra la acción de las milicias en Bogotá, lo que podría generar una nueva respuesta terrorista por parte de éstas. El gobierno local ha tomado cartas en el asunto con medidas como el aumento del pie de fuerza y la entrada en funcionamiento de un comando antiterrorista especializado de 200 hombres, el cual empezó a operar desde la semana pasada. Es claro que las autoridades capitalinas no sólo cuentan con una estrategia para enfrentar la situación sino también que las medidas cubren tanto lo militar como los aspectos de inversión social, cultura ciudadana y cooperación social. La mejor vacuna contra los brotes de terrorismo está en la combinación entre seguridad y gasto en los pobres. El desespero de los milicianos y la abismal diferencia con el caso de Medellín es la muestra de que esa política está funcionando.