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¡Todavía no, por favor!

Anticipar el tema de la reelección de Santos, apenas cumplido un año de gobierno, es prematuro e inconveniente.

10 de septiembre de 2011

El tema de la posible reelección de Juan Manuel Santos en 2014 quedó sobre la mesa. En un foro sobre la naturaleza y las perspectivas de la Unidad Nacional, convocado por la Presidencia, el director del Partido Liberal, Rafael Pardo, afirmó que "después de las elecciones de octubre los partidos de la coalición deberán empezar a hablar de la reelección". Días después, el presidente de la Cámara de Representantes, Simón Gaviria, también liberal, dijo: "Estaríamos muy felices de poder respaldar a Santos en su reelección". Y eso significa un banderazo para la segunda candidatura del actual presidente.

El gobierno de Juan Manuel Santos acaba de celebrar su primer año y apenas está consolidando su programa de gobierno. Ni siquiera ha terminado de crear los nuevos ministerios de Trabajo y Medio Ambiente y el último miembro de la Unidad Nacional -el Partido Verde- acaba de ingresar. Plantear la reelección en estos momentos significa meterle un torpedo al clima de unidad y a la agenda de gobierno.

Hace cuatro años, en el mismo punto del cuatrienio Uribe, la idea ni siquiera había salido a flote. La embajadora ante el Reino Unido, Noemí Sanín, la propuso el 22 de enero de 2004, después de una reunión con su jefe, que había estado en el poder 17 meses, cuatro más de los que lleva Juan Manuel Santos. Pero en esa ocasión la reelección inmediata estaba prohibida y la reforma de la Constitución para hacerla posible requería un trámite de casi dos años. Ese no es el caso en la actualidad. Con el cambio del articulito en 2006, Colombia quedó con un régimen semejante al de Estados Unidos: los mandatarios son reelegibles una vez, de manera inmediata o no. Las reglas están claras y ya se sabe que Santos, si quiere, puede ser candidato en 2014.

Desde ahora hasta esa fecha pueden pasar muchas cosas. La imagen del presidente es muy positiva -por encima del 70 por ciento en todas las encuestas-, pero falta ver si su popularidad es más que una luna de miel normal. Una cosa es hacer anuncios y fijar agenda, que es en lo que Santos se ha concentrado hasta ahora, y otra muy distinta ejecutarla pasando de las palabras a los hechos. La fortaleza o debilidad de Juan Manuel Santos en 2014 dependerá de los resultados que logre concretar de su ambiciosa agenda.

Llama la atención que una propuesta tan extemporánea y algo oportunista haya sido planteada por dos personas consideradas ponderadas y prudentes, como Rafael Pardo y Simón Gaviria. A pesar de que el Partido Liberal es pieza de la Unidad Nacional y ejerce su membresía con evidente entusiasmo, ambos son santistas de última hora. Tanto Rafael Pardo como el padre de Simón, el expresidente Gaviria, fueron los más tenaces contradictores de Santos hasta su elección. Dejar al lado esos rencores es sin duda conveniente, pero disputarse el puesto del primer abanderado de la reelección santista en el país es un poco desproporcionado.

¿Qué busca, entonces, el liberalismo al poner sobre la mesa el asunto de la reelección? Una hipótesis sería que quiere convertir a Juan Manuel Santos en el punto de convergencia de sus antiguas facciones -que hoy están dispersas en La U y en Cambio Radical- para lograr la reunificación del glorioso partido de la que tanto se habla. Habrá que ver si esta forma le interesa al presidente de la República. Con el paraguas de la Unidad Nacional, él en este momento cuenta con el respaldo entusiasta de prácticamente todas las fuerzas políticas -con excepción del Polo-. Alinearse con una de estas podría antagonizar a las otras, y si algo ha demostrado Juan Manuel Santos es que le gusta sumar y no restar.

Y esa estrategia es la que hace probable que dentro de tres años sea reelegido. Aun así, es demasiado prematuro hablar de reelección en este momento. Ahora que se está estrenando esa figura constitucional, después de la controvertida reelección de Uribe, es necesario no improvisar ni desbocarse con gestos innecesarios. Una vez institucionalizada la reelección, es un proceso normal que no requiere tanta anticipación ni tanto oportunismo. Debe ser simplemente un voto de aprobación y de confianza ante una gestión exitosa, cosa que nunca puede ser medida en el primer año de un gobierno.