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Todo cambió en 15 días

Lo que no habían hecho otras crisis, lo está logrando la de DMG: se embolata la reelección en 2010, al país lo embarga el pesimismo, hay ministros arrinconados y congresistas en rebeldía.

29 de noviembre de 2008

Ningún presidente en la historia de Colombia ha logrado como Álvaro Uribe construir una imagen prácticamente indestructible. Ningún otro, como él, ha mantenido durante seis años consecutivos una popularidad por encima del 65 por ciento.

En los libros de teoría política colombiana se recordará que gracias a él se acuñó la expresión 'efecto teflón'. Hasta estos días, ninguna crisis, por dramática que fuera, había logrado aflojar sus buenos indicadores en las encuestas. Ni descalabros políticos -como el encarcelamiento de más de 40 congresistas de su bancada uribista-, ni descubrimientos de extrema gravedad -como los 'falsos positivos mortales', por citar apenas casos recientes-, afectaron la popularidad del mandatario.

Pero con lo que nadie contaba era con que fenómenos como el de las pirámides y el enigmático emporio de DMG, podían crecer tan rápido. Y mucho menos que con su derrumbe podrían cambiar en menos de 15 días el futuro que parecía ya estar escrito para el primer mandatario.

Lo que ha visto el país en las últimas dos semanas es inédito. La posibilidad de que Uribe sea reelegido en 2010 quedó temporalmente sepultada porque dos congresistas de las zonas más afectadas por las pirámides se negaron a apoyarlo. El equipo económico del gobierno quedó en una situación deplorable, arrinconado por no haber sido capaz de anticiparse a una crisis anunciada. Según la encuesta de Gallup contratada por SEMANA, 40 de cada 100 colombianos consideran que el gobierno dejó agrandar el problema. Y por primera vez se han visto pueblos enteros, como el de Mocoa, protestar contra el Presidente.

Los resultados de la encuesta son elocuentes. Si bien la aprobación a su gestión sigue siendo alta (70 por ciento), el pesimismo se ha disparado a un punto inconcebible para los estándares de la era Uribe: aumentó 17 puntos (el 58 por ciento de los encuestados cree que el país va por mal camino), hay menos ganas entre la gente de que Uribe se lance de nuevo a la reelección (menos de la mitad lo quieren de nuevo como presidente en 2010) y la situación en el sur del país es preocupante (ver encuesta).

Sería simplista pensar que la crisis de DMG es la única responsable del desorden que se le ha armado al gobierno, pero sí puede considerarse como el florero de Llorente que le ha quitado capacidad de maniobra al primer mandatario. El presidente Uribe puede que mantenga intacta su popularidad, pero no su gobernabilidad. Para decirlo en otras palabras, los colombianos siguen queriendo a Uribe, pero cada vez más lo quieren solo hasta 2010.

Lo de DMG es un florero de Llorente porque, al tocarles a muchos colombianos sus bolsillos sagrados, se convirtió en la gota que rebosó la copa de críticas represadas y episodios polémicos que el Presidente ha tenido que lidiar en los últimos meses.

Los errores del círculo de Palacio que llevaron a Uribe a involucrarse en el penoso episodio de 'Job' y la 'Casa de Nari' son un ejemplo de ello. Así como la frágil situación en la que quedó el ministro del Interior, Fabio Valencia Cossio, luego de que fueron reveladas grabaciones que comprometen a su hermano con grupos ilegales. Y también se suman circunstancias adversas como la crisis económica mundial, que tiene asustados a los empresarios y al país en general, y el triunfo de Barack Obama, que pone en stand by las reglas de juego con un aliado estratégico como Estados Unidos.

Todos esos problemas se condensaron en un oscuro nubarrón que se posó sobre la Casa de Nariño y las crisis de las pirámides y de DMG provocaron que se desatara la tempestad que hoy parece tener con el agua a media pierna a los ocupantes de Palacio.

En el Congreso se ha sentido como en pocos lugares el desorden. Y es toda una paradoja. Porque en el primer semestre del año, el gobierno luchó a capa y espada contra la reforma de la silla vacía para salvar sus mayorías uribistas. El gobierno se salió con la suya: las curules dejadas por los congresistas presos por la para-política pudieron ser ocupadas por otros uribistas. Su idea era que con las mayorías en su bolsillo, el Congreso le aprobara tres grandes reformas: la de la justicia, la política y el referendo.

Sin embargo, mirada hoy en la distancia, la estrategia no parece haber funcionado. La reforma a la justicia ya se hundió. El referendo para 2010 murió la semana pasada, aunque los uribistas están decididos a resucitarlo así sea hecho jirones (ver artículo en la página 46). Y si llega a ser aprobado, tendrá que batirse en otro duelo en las urnas, ante una sociedad en la que, según la encuesta, se merma el gusto por la reelección.

Y la reforma política estuvo a punto de ser sepultada, también esta semana, por ausentismo. Pero cuando ya le quedaban pocas horas de vida, la aplanadora uribista la salvó y pasa ahora al cuarto debate. El texto quedó convertido en lo contrario a lo que se prometió: hace casi imposible sancionar a los partidos con congresistas vinculados con la para-política y favorece a los partidos grandes en detrimento de los movimientos ciudadanos o de los nuevos partidos.

Queda menos de un mes de la presente legislatura y el balance del Congreso es deplorable. Lo único que tiene para mostrar es la aprobación, el martes de la semana pasada, de un acto legislativo que si bien busca darles estabilidad a más de 100.000 empleados oficiales que están como provisionales, lo malo es que echa por tierra un concurso de méritos que se venía adelantando desde hace varios años con un alto costo para el Estado y para las decenas de miles de ciudadanos que se sometieron a los exámenes.

Parece ser el espectáculo final de un Congreso que ha tenido uno de sus peores años. Tras el escándalo de la para-política, empuja a empellones reformas trascendentales para el país y deja imágenes lánguidas en la memoria: como la de la soledad de un Luis Guillermo Giraldo empujando el referendo, o la fragilidad de un Fabio Valencia Cossio que otrora era el león que más respeto infundía con sus rugidos en el Congreso.

En la Casa de Nariño, aunque el presidente Uribe se ha batido como un gran líder para tratar de contener los daños, dos figuras clave del equipo económico se desvanecieron en plena crisis: la ministra consejera Cecilia Álvarez, mano derecha en asuntos económicos del presidente Uribe, dimitió argumentando razones personales, y el ministro Óscar Iván Zuluaga, que carga sobre sus hombros el costo de no haberle advertido al Presidente lo que estaba ocurriendo, también presentó su renuncia. Si no se va ahora porque el Presidente lo necesita, tal vez lo haga a principios del próximo año para prepararse para elecciones.

De otra parte, los problemas de órdenes público y social provocados por el derrumbe de las pirámides y DMG aún no es claro cuándo terminan. La semana pasada en Mocoa, la Policía no pudo controlar la turba enfurecida. Quemaron 95 vehículos y 200 motos.

Y tal vez, de todo lo que cambió en estos 15 días, la situación del sur del país es lo más preocupante. La encuesta de SEMANA muestra que el 77 por ciento de los encuestados en esa zona considera que el país va por mal camino y la aprobación al primer mandatario está por debajo del 50 por ciento.

El primer mandatario se ha visto tan afectado que el miércoles, en una hora extraña para una alocución -no eran las 7:30 de la mañana-, se dirigió a los colombianos con un mensaje igualmente inusual. "Mis hijos no son corruptos. Mis hijos no son traficantes de influencias ante el Estado. Mis hijos no son atenidos al papá. Mis hijos no son hijos de papi. Mis hijos no son holgazanes. Mis hijos no son vagos con sueldo", dijo, para salir al paso de comentarios hechos sobre ellos en el debate sobre el tema DMG en el Senado.

Para Jorge Londoño, presidente de Invamer Gallup, la encuesta ratifica que la popularidad del gobierno "todos los días va a estar más bajita porque no tiene cómo volver a subir. Sobre todo, con un próximo año muy duro en términos económicos".

El problema de fondo es que la imagen presidencial no es un asunto de vanidad ni de puntos que se acumulan para pasar a la historia. En el caso del Uribe, la fortaleza de su imagen y los golpes contra las Farc han permitido contener graves crisis institucionales.

¿Resistirá su imagen los coletazos de la crisis de DMG o de verdad algo cambió en estos últimos 15 días?