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Apartes de la declaración de Salvatore Mancuso del 15 de enero en Medellín fueron filtrados a los medios. Esto generó una reacción a favor de que las versiones fueran todas públicas.

Todo tiene su tiempo

Transmitir por televisión las versiones libres de los paramilitares es un error. Es mejor esperar al juicio.

3 de febrero de 2007

El gobierno se demoró más de un año para elaborar un proyecto de justicia y paz para los grupos paramilitares. El Congreso se tardó seis meses para discutir y aprobar la ley. La Corte Constitucional tomó 40 semanas para dictar su fallo. La Fiscalía dilató varios meses el inicio del proceso contra Salvatore Mancuso, el primer jefe paramilitar que debería presentar su versión libre, con el fin de darse el tiempo necesario para recopilar pruebas y testimonios. Hubo críticas, claro. Todo el mundo querría ver a los jefes paramilitares encarcelados confesando sus crímenes en un dos por tres. Los diferentes actores estatales no capitularon. Primó la prudencia. Era entendible: concebir e implementar una ley sui generis de consecuencias enormes e impredecibles para el país no se hace de la noche a la mañana.

Sin embargo, sólo faltó que Mancuso comenzara a contar su historia y que fragmentos de sus declaraciones fueran divulgados a mediados de enero, para que esa prudencia se echara por la ventana. Varios grupos -como los medios, las organizaciones de víctimas y la oposición- empezaron a exigir su derecho a ver en vivo y en directo el espectáculo de un criminal confesando sus delitos.

En menos de 72 horas y después de una reunión que no superó los 90 minutos, la Fiscalía General, el gobierno y otros órganos estatales como la Procuraduría cedieron ante la presión y ante el encanto de que es mejor destapar a tapar. Pero en vez de resolver el reclamo esencial de los medios y las ONG -el acceso a las declaraciones-, abrieron un boquete: decidieron transmitir por televisión todas las versiones libres de los jefes paramilitares. Así, los colombianos podrán ver desde sus casas a Mancuso, 'Jorge 40', 'y compañía sin comerciales, interrupciones ni interpretaciones.

En el papel, parecía una decisión lógica. Para que florezcan la verdad y la transparencia, qué mejor que todo se haga público en el medio masivo por excelencia: la televisión. Hoy, desapareció ese éxtasis colectivo del 25 de enero. Sólo queda el pequeño monstruo que incubaron. Desde entonces, el mismo gobierno y la Fiscalía buscan remendarlo por medio de una reglamentación estricta de qué se transmite y cuándo.

¿Por qué lo que era una maravillosa idea hace unas semanas es considerada ahora un error? La bendición del tiempo. Se ha descubierto que las supuestas bondades no son tantas. Y los riesgos, inmensos. Por ser una versión libre, el fiscal no puede contrapreguntar. En otros palabras, los paramilitares pueden hablar y hablar, acusar y acusar, justificar y justificar sus crímenes impunemente. Si ya lo hizo Mancuso sin cámaras de televisión, ¿cómo será cuando declare con la garantía que lo verán millones de colombianos?

Se presentará su versión de la verdad: que lo hizo todo para defenderse de la guerrilla y por la ausencia del Estado. Allí no se contará cómo masacraron a familias enteras o cómo la motosierra era su herramienta preferida para matar o cómo usurparon tierras a campesinos. Puede fácilmente terminar siendo una taquillera arenga antisubversiva que polarice y no un camino hacia la verdad y la reconciliación. Por supuesto que los jefes paras descontextualizarán la realidad y la manipularan a su antojo.

La tentación de soltar nombres -de presuntos aliados o de enemigos- será muy difícil de controlar. ¿Cómo separar la ficción de la realidad? Esa es precisamente la labor del fiscal: corroborar con pruebas si el paramilitar está diciendo la verdad. Pero una cosa es verificar una información que pocas personas conocen -el acusado y su abogado, la Fiscalía, algunas víctimas- y otra, unos datos transmitidos a todo el territorio nacional. Igualmente, los jefes paramilitares tendrán la oportunidad de conocer lo que dice cada quién y así será más fácil coordinar coartadas. En últimas, la ya titánica tarea de los fiscales de justicia y paz será más difícil.

Lo lógico habría sido esperar a la etapa del juicio para acudir a la televisión. En el juicio hablarán todos: víctimas y victimarios, acusados y fiscales. En ese momento la verdad judicial del proceso que llegue por televisión será más ajustada a la realidad histórica. Será una información mucho más fidedigna. Al transmitir las versiones libres de los paramilitares, se corre el riesgo de que cuando llegue al juicio ya nadie esté interesado en ver la 'paraTV' y se habrá perdido la oportunidad de avanzar hacia la verdad y la reconciliación.