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La ministra de Comunicaciones, Martha Pinto de De Hart; el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, y el presidente de Telecom, Alfonso Gómez, no ocultan su cara de la felicidad por la subasta

TELECOMUNICACIONES

Todos ganan

Por fin se vendió Telecom. La gran lección que deja este proceso es que hacer las cosas al derecho paga.

8 de abril de 2006

Pocos auguraban un desenlace tan feliz. Por eso, cuando el viernes 7 de abril en la Cámara de Comercio de Bogotá se conoció el resultado de la subasta por Telecom, hubo aplausos, abrazos, gritos de júbilo y hasta llanto. Nadie podía creer lo que acababa de suceder. Telefónica de España se había quedado con el 50 por ciento más uno de la empresa de telecomunicaciones emblemática de Colombia por 853.577 millones de pesos, es decir, unos 370 millones de dólares.

La operación no sólo era la más grande realizada por el gobierno de Álvaro Uribe en materia de comunicaciones, sino que además rebasaba con creces las expectativas de precio más optimistas. Los españoles pagaron por el control de Telecom unos 140 millones de dólares más que lo establecido por el Citicorp como monto mínimo de venta. Y ofertaron unos 20 millones de dólares más que lo pactado originalmente con el magnate mexicano Carlos Slim. En agosto pasado, éste firmó un preacuerdo por 350 millones de dólares repartidos así: 260 millones en efectivo y 90 millones por el activo de datos de Telmex Colombia.

La subasta, que duró hora y media y que se vivió de manera dramática con ofertas por unidades de 40.000 millones de pesos, tuvo como perdedor a Cantv, la ficha de Carlos Slim en esta puja. Cantv de Venezuela, una empresa que acaba de adquirir el grupo empresarial del magnate, paró de hacer propuestas en la quinta ronda y quedó en segundo lugar, con una oferta de 813.577 millones de pesos. ¿Qué significa todo esto?

Lo primero que hay que decir es que la venta de Telecom a Telefónica de España por 370 millones de dólares representa una ganancia para todas las partes. Gana el país porque es inversión extranjera que entra y que refleja la confianza que hay en Colombia, sus instituciones y su economía. Gana Telecom porque quedó con un socio muy idóneo, con experiencia en 19 países y que ya tiene presencia en Colombia en telefonía celular, con su marca Movistar, lo que le aporta movilidad. Ganan los pensionados de la empresa, porque aseguran así el pago de sus mesadas a través de 17 anualidades de 350.000 millones de pesos que se incrementan 4 puntos por encima de la inflación y que en el año 12 se aumentan a 480.000 millones de pesos.

También gana el gobierno, porque se anotó un cabezazo al haber tomado la decisión de liquidar Telecom hace dos años y buscarle una solución estructural a la crisis financiera que enfrentaba y sin la cual nunca habría sido posible atraer a las firmas que se mostraron interesadas en la subasta. Se necesitaba mucho coraje para tomar una decisión tan drástica. Otros gobiernos anteriores habían tenido las facultades para hacerlo y no se habían atrevido.

Ganan, sin duda, los directivos de Telecom, que se atrevieron a coger el toro bravo por los cuernos y lograron conseguir un socio que capitalizara la empresa y se quedara con su mayoría accionaria, poniéndole fin a la larga agonía del enfermo. De no haber sido por el proceso que iniciaron el año pasado con Carlos Slim, difícilmente se habría llegado a la subasta del viernes pasado. Su oportuna diligencia permitió vincular a la empresa un socio estratégico y evitar que siguiera perdiendo valor en el tiempo.

Otro que gana con esta transacción es el contralor general, Antonio Hernández Gamarra, quien demostró que no tiene sentido hacer acuerdos bilaterales como el que Telecom trató de llevar a cabo con Telmex. Y no tanto por los 600 millones de dólares adicionales que según este el negocio con Telefónica le trae a Telecom (vía un mayor reconocimiento de la deuda, un menor costo de administración y un mayor valor actuarial del pasivo pensional), sino porque la transparencia del proceso así lo justificaba. Presentarle a la opinión pública un precio acordado entre el gobierno y un licitante como forma de privatización de lo que era un servicio público despierta muchas reservas y suspicacias en un país como Colombia. Ante negociaciones unilaterales, la gente empieza a especular sobre comisiones que son del imaginario colectivo y no del negocio.

El punto que más molestó del preacuerdo anterior era, de hecho, una gabela a favor del multimillonario mexicano. Ésta le permitía a Slim presentar una contrapropuesta si un tercero hacía una mejor oferta por Telecom, pero no le permitía a ese tercero tener derecho a replicar. La subasta pública, en cambio, despejó el camino para que cada quien hiciera el número de ofrecimientos que sus posibilidades les permitieran.

La gran lección que deja todo este proceso es que hacer las cosas al derecho paga. Aunque las condiciones del negocio de Slim con Telecom eran razonables y las cifras eran buenas, la forma de hacerlo no fue la más certera. Aunque nadie duda que la subasta arrojó una cifra cercana a la que probablemente se habría podido llegar de la anterior manera, siempre es preferible hacer las cosas de la manera más abierta. En un país de malpensados siempre es prudente evitar suspicacias.