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| Foto: Foto: Santiago Ramírez Baquero / SEMANA

PERFIL

Doce huesos y medio: lo que quedó del guerrillero que ideó la toma al Palacio

Después de 32 años, el cuerpo de Alfonso Jacquin apareció en la tumbas de una de las víctimas. Así fue la vida de este militante del M-19 que protagonizó esa terrible tragedia y la incesante búsqueda de su familia por recuperar sus restos.

24 de marzo de 2018

Seis arcos de costillas, seis vértebras y un fragmento de fémur derecho. Eso fue lo que quedó. Después de 32 años, 3 meses y 26 días aparecieron los restos de uno de los protagonistas más recordados de la tragedia del Palacio de Justicia, Alfonso Jacquin. El guerrillero fue el hombre que ideó la toma, pero también la voz que todos los colombianos, que estaban pegados a la radio en ese momento, recuerdan de ese nefasto día.

La llamada la hizo el periodista Yamid Amat, quien pudo comunicarse y poner al aire al presidente de la Corte Suprema, Alfonso Reyes Echandía. La súplica del magistrado pidendo que cesara el fuego aún retumba en el recuerdo de muchos juristas. "El presidente de la República no le ha pasado al teléfono al presidente de la Corte y se va a morir", sentenció Jacquin.  

Por cuenta de esa llamada, el gobierno impidió la transmisión de los medios y la televisión sintonizó un partido de fútbol. El desenlace de esa tragedia es ampliamente conocido. Más de 120 personas murieron, entre ellas el presidente de la corte y Jacquin.

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Lo que ha sucedido con los cuerpos de quienes fallecieron en esa tragedia es uno de los capítulos más tristes del conflicto armado en Colombia. Por años, los familiares de muchos de los trabajadores han buscado sus restos y han intentado saber qué pasó con ellos. Al otro lado, muchos otros se han encontrado con la noticia de que han estado rezando en la tumba equivocada. 

Ese fue el caso de la familia de Libardo Durán, el escolta de Alfonso Reyes Echandía. Los huesos que se registraron a su nombre, en el acta de levantamiento 1154 del 8 de noviembre de 1985 y que fueron encontrados en el cuarto piso de un Palacio de Justicia hecho cenizas, no eran los suyos. En la tumba donde reposaban realmente estaba Jacquin. Los verdaderos restos de Durán también apareceron en otra fosa el cementerio del sur. 

Navegue el informe especial sobre los 30 años de la toma del Palacio de Justicia

Los restos del guerrillero fueron identificados gracias a que en enero de 2017 se exhumó lo que se creía que era el cuerpo de Durán. Resultó que realmente estaban allí dos personas distintas. En la parte posterior, una mujer llamada Noralba García y en la parte superior, Alfonso Jacquin. Ambos fueron guerrilleros del M-19 que murieron durante la retoma al Palacio.

Viejo, hermano del alma, papá de corazón y amor:
Ahí va la vida, cogida por los cachos y por el rabo. Vamos bien, sembrando la patria y construyendo la vida. Me acompaña la fuerza, tu creencia y la de Delba, ella siempre me ilumina el alma: un abrazo y un cariño grande para Lilia y los hermanos.
Te quiero, te quiero mucho: Pompo


Extrañando a Pompo

Lilia, medio hermana de Alfonso, temía por lo que pudiera pasarle. Temía que buscar a Pompo, como todos le decían cariñosamente, le trajera problemas y miedo. “Es un miedo oscuro y uno no quiere ponerle nombre”. Y su amigo Tico también lo recuerda: “Apareció Pompo, y… después de tanto tiempo, creí que era inmortal. Creí que le ganaría a la muerte, pero no, apareció Pompo”. Y su otra medio hermana, Josefina, artista plástica confirmó que ya estaba bien. Que desde ese 7 de noviembre de hace 32 años Pompo está bien y que se lo ha encontrado en repetidos sueños. Que Pompo le habla en su cabeza.

Dice Josefina que tuvo “un sueño bonito que estaba más arriba del horror de las pesadillas”.

Jacquin fue abogado constitucionalista de la Universidad del Atlántico, fue profesor en esa casa de estudios y en la Universidad Libre de Barranquilla. Activista político y social con una gran oratoria, según todos sus conocidos y confirmado en una llamada en la que se oye una voz segura e intensa que se difundió por la radio justo cuando en el fondo suenan tiros y gritos de varias personas exigiendo que “¡dejen de disparar!”.

Ese fue el último día que Lilia oyó esa voz. Quedó en choque. Y el 9 de noviembre de 1985 se convirtió en la primera jornada de una larga búsqueda. “Fue por orden de mi papá, pero es que para mí también consistió en una orden amorosa impuesta por mí misma. Porque él me dice ‘si quieres’, ‘si puedes’ ”. Alfonso papá no puede ir a buscar a su hijo porque ha sufrido tres infartos y un cuarto sería pender de un hilo, no se sentía seguro como padre de un guerrillero. Y si durante la toma tuvo que ver cómo hombres se subían a los tejados vecinos a su casa con francotiradores, no quería pensar qué pasaría si iba a Bogotá.

Lilia va a Medicina Legal. Entra por el garaje, evita la larga fila por el desespero. Atraviesa un patio amplio y al fondo se encuentra el gran salón ocupado por los muertos de la toma. “O al menos eso supuse porque había cuerpos que tenían uniformes azules, como esa joven pequeña con su mono azul y un afro, un pelo abundante. Almarales estaba desnudo en una cubeta”. Aparecen ante sus ojos cuerpos hechos carbón con relojes finos. Da tres vueltas por todo el salón y se va. Jacquin no está.

Un detective anota sus datos. Y regresa a las dos de la tarde. Pregunta de nuevo por su hermano. Ahora hay barreras de metal que impiden la entrada, y mira a los familiares de las empleadas de la cafetería pidiendo clemencia. “Y me doy cuenta que no hay caso, no está porque no lo vi”.

Lilia espera cinco años. Va a diferentes asesorías jurídicas de universidades y ninguna se le mide a seguir el caso por lo difícil. Hasta 2005 vuelve a intentarlo, y gracias a unos cómplices logra tener acceso a diferentes archivos para hacer su propia búsqueda. Y hasta hace dos años contrató a un colectivo de abogados que se pudo encargar del caso. Porque para esto se necesitaban muchas manos.

Alfonso Jacquin Gutiérrez fue tal vez el único abogado especializado en derecho constitucional que gustaba vestir de guayabera, pantalón de terlenka bota ancha, y en los pies un par de pomposos suecos con plataforma. Negro, afeitado de joven y con grueso bigote años después, con frondoso afro oscuro que peinaba con un trinche y dientes brillantes.  

Militó en la Unión Revolucionaria Socialista (URS) como secretario político. La URS la conformaron, en buen número, un grupo de intelectuales marxistas como Humberto Molina. Tocaba guitarra, se sabía clásicos del vallenato. Bailar salsa era uno de sus más grandes placeres. Les hacía control político a concejales de Barranquilla donde discutía y cuestionaba el presupuesto de la ciudad y hasta hizo que un ministro saliera de su puesto por irregularidades. Los tildaban en la izquierda, a él y a su grupo, de “exóticos”, por no prestarle atención al discurso de la lucha de clases tan oxidado y por autoproclamarse más como demócratas. Decían que sus discusiones por el agua y la vivienda eran etéreas para la izquierda. Talentoso para dar discursos. Enamorado de las mujeres. Profesor de derecho constitucional. Ausente constituyente en 1991.

Consumidor de tinto oscuro y cigarrillo. Revolucionario que gustaba del whisky. No sabía usar una máquina de escribir y por eso su tesis de grado se la dictó desde su propia voz a una grabadora y la terminó en par noches. Se encontró con gente del M-19 cuando como profesor asesoraba una tesis sobre la legalidad de ese grupo, viajó hasta La Picota en Bogotá para discutir el texto. Miembro de la Casita e’paja. Y parte del grupo que gestionó la primera vez que Rubén Blades tocó en Barranquilla. Pompo era arte, por eso se convirtió en una serigrafía pop por su hermana Josefina, la artista. De fondo azul, con camisa roja, bigote pronunciado y resaltado con amarillo.

Curiosamente, la exposición en la que estaba el retrato de Pompo al estilo Andy Warhol, se mostró en la embajada de San Fransico en 2011 pero no se pudo exponer en el Palacio de Justicia ese mismo año. Los magistrados consideraban que frente al dolor que había producido este hombre no era posible exhibir allí su retrato. 

“Decían que mi obra no entraba en las líneas estéticas que manejaba el Palacio de Justicia”, dice Josefina Jacquin.

Ese terrible noviembre de 1985

Tico, uno de los amigos más cercanos a Jacquin, fue el que anunció el final de los acuerdos con el gobierno. El detonante de ese rompimiento fue la toma de la Herrera. Los guerrilleros escribieron un manuscrito. Tico lo anunció en el Congreso: la guerra regresó. Preventivo y asustado, el subversivo huyó en una camioneta de RCN junto con unos periodistas y se escondió en una casa de La Candelaria.

El 24 de julio de 1985 apareció de nuevo Jacquin.  Era el día del cumpleaños de Álvaro Fayad, comandante del Eme. En esa celebración Alfonso propone ponerle un punto final a lo que estaba pasando. “Ponerle la moña” en palabras de Fayad. Y entonces Jacquin propone hacer una “demanda a mano armada a Belisario Betancur”. Sí, Alfonso Jacquin fue el que propuso la idea de tomarse el Palacio de Justicia.

Tico contra argumentó la idea diciendo que al presidente no los juzga la Corte Suprema sino el Congreso. Y la respuesta de Jacquin fue que en ese entonces la Corte Suprema de Justica era la institución más respetada. Sabían que la defensa de los militares les ganaría a sus precarias armas, pero tenían la confianza de que la toma al Palacio tendría dinámicas parecidas a la toma de la embajada.

“Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre”, así bautizó el plan de tomarse el Palacio. Y aunque Tico pidió varias veces ser tenido en cuenta para participar como combatiente en la operación, al final, le tocó viajar al Cauca “por seguridad tienes que ir” en palabras de Fayad. Ambos amigos desde la universidad se separaron.

- Pompo, mucha fuerza – le dijo Tico.

Fue una despedida de hermanos, con la sensación de que ambos podían morir. Pues las montañas del Cauca también eran escenario de guerra permanente. Fayad escribió una nota con consideraciones para su permanencia allá, donde se encontraría con Carlos Pizarro.

En esa casa de dos pisos en el barrio la Macarena donde surgió la idea de Jacquin, apareció un jeep que tenía como misión recoger a Tico. Viajó a Cali. De Cali terminó en la casa de una sindicalista y de esa casa partió hacia un sitio llamado Granate, arriba de Florida, en una casa campesina. Esperó cuatro días. Llegó el guerrillero Cura René y cogieron montaña arriba.

Se le encomendó a Tico la misión de elaborar un equipo de comunicaciones que registrara lo que pasara durante la operación. Días antes apareció un recorte en El Tiempo en donde se decía que el M19 se tomaría el Palacio de Justicia. La primicia para los guerrilleros se las dio una periodista y Carlos Pizarro no tuvo más remedio que decir que eran inventos.

Dicen sus amigos cercanos que vieron al Pompo pedir una guitarra en un café tres días antes de la toma al Palacio. Y que la deducción era que entre tanta planeación necesitaría de algunas horas de esparcimiento entre ‘camaradas’. Otro de sus amigos, Javier Correa lo vio a finales de octubre. Unas pocas cuadras cerca a la Plaza  bolívar. Se saludaron con fuerte abrazo, como siempre y lo más importante que le dijo ese día fue que “el Eme preparaba una acción que haría ver como algo pequeño la toma de la embajada de la República Dominicana”.

Tico y Jacquin pactaron desde sus radios abrir un canal alterno para comunicarse. Pero eso nunca pasó. Tico nunca supo cuando sería el día cero. Y entre otras cosas, el equipo de comunicaciones se desconectó del Cauca y quienes se encontraban en la distancia no tuvieron más remedio que quedarse pegados a los medio de comunicación. Tres televisores pequeños y varios radios eran lo que tenían.

“Atención. Atención. Extra. Un grupo del M19 comandado por Andrés Almarales acaba de ingresar al Palacio de Justicia. Se oyen explosiones y tiros”, dijo una voz ansiosa en la radio.

Tico subió a la casa de la comandancia.

- Comandante Álvaro Fayad, Juan Gossaín acaba de decir por radio que nos estamos tomando el Palacio de Justicia.

- Ponga en función el plan de comunicación.

Pero no hay comunicación. Fayad viajó a Cali. Tico se quedó con Carlos Pizarro. Y dos días después se reestablecen las comunicaciones.

Los mártires de la Corte Suprema

Ese seis de noviembre de 1985, Alfonso Reyes Echandía terminó una diligencia en la Universidad Externado y bajó hacia su despacho en la Corte Suprema de Justicia. El presidente de la Corte no solía ir a su oficina esos días, pero decidió reunirse con su magistrado auxiliar pues se iba a ir del país y quería dejar todo organizado. La razón del viaje tenía que ver con que las amenazas a los magistrados crecían y había rumores de que podían asesinarlos. Reyes, después de mucha insistencia había aceptado darse un respiro. 

Minutos después de pisar el Palacio, la operación del Eme comienza. Yesid Reyes, hijo del presidente de la corte y ex ministro de Justicia, recuerda que estaba en los juzgados de Paloquemao en ese momento. Regresó a su oficina en la séptima con calle 32 y recibió la llamada de un amigo “En las noticias sale que el M-19 se está tomando el Palacio”.

Preocupado por lo que podría pasarle llamó al Externado: “Salió hace unos minutos y debió haber llegado al Palacio, dijo que se dirigía para allá”, le contestaron. Durante toda la tarde el entonces recién graduado abogado marca con insistencia a todos los números de la corte. Como en el despacho de su papá no contestaban, comenzó a insistirle a todos sus vecinos. 

En video: el testimonio de Yesid Reyes sobre lo qué pasó el día de la toma del Palacio 

Buscando a Pompo

Muy lejos del centro de Bogotá, Josefina también llama insistentemente a Colombia. Lo logra. Desde su casa ve la transmisión de las fuertes imágenes. La curiosidad la mata por dentro. Entra la llamada

- ¿Ahí está Alfonso?

- Sí

Se cae la llamada.

Al hijo del presidente de la corte le contesta una secretaria. Lo tranquiliza y le dice que todo está bien. Que hay disparos pero que el cuarto piso sigue bien. Cuelga, espera un tiempo y se entera que el desastre es lo peor de lo que cualquiera haya imaginado. Vuelve y llama.

Contesta Luis Otero, del M19, le dice que tiene 15 minutos para ayudar a pedir un cese al fuego. Otero le pasa el teléfono a Reyes Echandía, el presidente habla con su hijo. Cuelgan. Hay una persona al lado de Yesid Reyes, es Álfonso Gómez Méndez.

Mientras tanto Lilia, horrorizada, ve cómo alrededor del Palacio todo es desorden, caos y violencia. “es de noche, en ese recuerdo siempre es de noche”.

“Les habla Alfonso Jacquin, segundo al mando de este operativo. El presidente de la República no le ha pasado al teléfono al presidente de la Corte y se va a morir, porque el presidente de la República, ni siquiera con su poder jurisdiccional… es increíble que el M-19 no es el que se ha tomado el Palacio de Justicia, se lo tomó (sic) los tanques del Ejército… (Se oyen disparos, gritos pidiendo que dejen de disparar)…es increíble… el Ejército entró con sus tanques y están sonando los tiros, cuando entren en este piso nos morimos todos, sépalo".

Alfonso Gómez Méndez llama a Gabriel García Márquez para que funcione como mediador. Dicen que ya hay una orden cese al fuego, pero que el presidente Belisario Betancur no quiere anunciarlo por la radio.

En video: Alfonso Gómez Méndez cuenta lo que sucedió en la toma del Palacio de Justicia

Yesid Reyes llama de nuevo a su papá. Contesta el guerrillero Otero. Le pasa a Reyes Echandía. Las tropas no han recibido la instrucción del cese al fuego. Reyes Echandía clama cese al fuego por radio, su hijo les pasó el número a los periodistas. Todos piden que se haga realidad el cese al fuego.

Se vuelve a intentar una llamada hacia el Palacio. Pero suena ocupado. Ponen un partido entre Millonarios y Unión Magdalena. 

Curioso. Porque de niños Alfonso padre llevaba a todos sus hijos a ver al ciclón colombiano. Y recuerda Lilia que, muy creída, no hablaba con esos niños que su papá llevaba en el carro al estadio para alentar al Unión. Cuando descubrieron que tenía dos familias, Alfonso padre reunió a sus hijos de ambas mujeres en una de sus casas y los presentó "los dejo durante unas horas para que se conozcan". Ya se conocían, en el estadio alentando al club de sus amores, pero no sabían que eran medio hermanos.

Seis arcos de costillas, seis vértebras y un fragmento de fémur derecho, eso fue lo que quedó.