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El sepelio colectivo se realizó 10 días después del accidente en Fundación, Magdalena. | Foto: EFE

MAGDALENA

El dolor un mes después de la tragedia en Fundación

Las familias y los estudiantes todavía lloran la muerte de 33 niños en el incendio de un bus.

18 de junio de 2014

Breitner José Rocha Torregrosa, un alumno de segundo grado en la Institución Educativa Departamental Antonio Nariño en Fundación, Magdalena, recogía las tapas de las gaseosas al término del recreo para utilizarlas en el salón de clases como una manera gráfica de las sumas y las restas. Pero el pasado viernes, en vez de Breitner, el mejor estudiante de matemáticas y monitor de su clase, uno de sus compañeros, recogió las tapas y las llevó a la clase.

De ese grupo que dirige la ‘seño’ Tomasa Rodríguez, murieron cuatro niños en el fatídico accidente de la mañana del domingo 18 de mayo. Ese día, 57 menores quedaron atrapados en un bus que se incendió cuando el conductor intentó encenderlo de manera manual al inyectarle gasolina directamente al carburador.

Este miércoles se cumple un mes del accidente y en homenaje a los niños se hará una misa a las 11:00 a. m. en la institución educativa, sólo para estudiantes y padres; y otra a las 6:00 p.m. en el sitio del siniestro, a un costado de la vía principal de entrada a Fundación por la Troncal de Oriente.

Este es sólo un paso más para las familias que perdieron a sus hijos y comienzan a rehacer sus vidas con la ayuda profesional de sicólogos. La intención es ayudarlos a comprender que tendrán que vivir sin la presencia de sus pequeños hijos. 

Hasta ahora, se ha desarrollado la primera etapa del duelo con el Programa de Atención Sicosocial a Víctimas (PAPSIVI) y ya comenzó la segunda fase, que identifica la atención psicoterapéutica a las víctimas, familiares, y comunidad en general.

Pero las familias no son las únicas afectadas. Las muertes de 33 niños, 27 de ellos residentes en un radio de cuatro calles en los barrios Faustino y Altamira, también ha dejado secuelas en los estudiantes de la escuela Antonio Nariño.

En primero de primaria, los estudiantes de seis y siete años le preguntan a la ‘seño’ Carmen Romero cuándo regresarán sus compañeros de clase Andrea Carolina, Manuel Johan, Carolina y Janer. “No tengo palabras para explicarles lo que sucedió, me tengo que tragar las lágrimas. Sólo les digo que ellos se fueron al cielo”.

Los primeros días después del accidente fueron los más duros. Los padres de los menores de edad tuvieron que ir a Medicina Legal en Barranquilla para reconocer si entre los cadáveres estaba alguno de sus hijos. Unos identificaron las prendas de vestir y con todos se hizo un cotejo de ADN. 

Diez días después, 28 de los cuerpos fueron llevados a Fundación para darles sepultura en el cementerio Ángeles de Luz. Los demás ya habían sido enterrados en Santa Marta, Venezuela o Barranquilla.

Pero la tragedia no ha acabado para muchos. La Gobernación de Magdalena dice que cuatro de los niños sobrevivientes continúan bajo atención médica en el Hospital Universitario Fernando Troconis, mientras que la mujer Rosiris Hernández está hospitalizada la Clínica.

Durante estas semanas, la Alcaldía de Fundación, la Gobernación de Magdalena y entidades nacionales como el Ministerio de Transporte y el ICBF han construido cuartos habitables para que los niños quemados terminen su recuperación. 

La mayoría de las viviendas tienen pisos de tierra o no cuentan con las condiciones higiénicas que permitan una recuperación adecuada. Para ello, se necesitan habitaciones con aire acondicionado y baños dentro de la habitación que estén en las óptimas condiciones de aseo para evitar cualquier infección.

De otros municipios vecinos como Aracataca, El Retén ys Ariguaní han enviado dinero, y organizaciones no gubernamentales han aportado ropa y alimentos. En los próximos días, los familiares de los niños serán indemnizados directamente por el FOSYGA, en atención a que el bus donde se trasportaban las víctimas no poseía el SOAT y el presunto propietario se encuentra prófugo.

La rectora del colegio, Luz Marina de la Cruz de Pico, dice que el malestar entre la comunidad estudiantil es indescriptible. “Se siente una pesadumbre y sabemos que volver a la normalidad exigirá paciencia y comprensión. Los padres están muy desestabilizados emocionalmente y a veces se presentan situaciones que sólo se pueden manejar con mucho tacto y afecto”. Algunos alumnos no han regresado a clases y otros permanecen en silencio. Cada quien busca la mejor manera para sobrellevar el duelo.