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TRAGO AMARGO

Una mezcla de alcohol de madera y alcanfor deja 22 muertos en Barranquilla.

23 de octubre de 1989

La oferta era tentadora. Ciento ochenta pesos por una botella de ron es una ganga que no se podía desaprovechar, especialmente en el sector de Barranquillita, una de las áreas más pobres de la capital del Atlántico. Por eso el pasado miércoles 20 fueron muchas las botellas de supuesto Ron Blanco que se vendieron en los puestos ambulantes de la calle 31 con carrera 32. La mayoría de los compradores era gente humilde y de edad, que encontraba en el ron un medio para sobrellevar la miseria. Pero esta vez el paliativo se convirtió en veneno. Hasta el pasado sábado 22 personas murieron envenenadas con ron adulterado y no se descartaba que la cifra fatal aumentara, pues el volumen de botellas contaminadas que se vendió en la ciudad fue grande.

La ola de intoxicaciones comenzó el pasado miércoles 20, cuando cuatro personas murieron por el trago envenenado. Hasta ese momento el asunto no presentaba visos especialmente dramáticos, ya que desde hace tiempo se sabe que en la ciudad funcionan varios alambiques ilegales pero nunca se había presentado una tragedia de tal magnitud. El jueves los muertos ya eran 17, el viernes en la noche aumentaron a 22 y la tragedia había alcanzado unas dimensiones que nunca se pensaron. Desde el jueves las autoridades emprendieron una campaña para prevenir a la gente de los peligros de ron, pero al parecer ya era demasiado tarde.

La adulteración de ron es una costumbre que lleva muchos años en Barranquilla, especialmente desde que la Fábrica de Licores del Atlántico comenzó a tener problemas para atender la demanda. Todavía hoy se recuerda que hace cerca de 10 años, durante uno de los momentos más difíciles de la FLA, las autoridades descubrieron en la cercana población de Soledad una fábrica clandestina de Ron Blanco ---producto bandera de la empresa departamental-- que superaba en ventas a la compañía oficial. Desde entonces se establecieron algunos controles para evitar la venta de ron "chimbo", pero la adulteración había cogido fuerza y era toda una empresa: se fabricaban las botellas las etiquetas y en varias oportunidades se decomisaron tapas robadas a la Fábrica de Licores.

El Mercado Viejo de Barranquillita era la zona ideal para que el negocio prosperara. Carretilleros, desempleados, vendedores ambulantes, cachivacheros y toda clase de gente acosada por la pobreza conseguía a buen precio el trago que le daba ánimo para pasar el día. Esos borrachitos, los "piperos", fueron las víctimas de una mezcla de alcohol de madera con alcanfor que la semana pasada les arrancó la vida de un solo sorbo. Muchos ni siquiera notaron el sabor extraño, pues la costumbre de mezclarlo con limón (el famoso gordolobo con limón) enmascaró el gusto raro del alcanfor. Hasta los más avezados consumidores de ron cayeron sin darse cuenta. Juan de Dios Guzmán Téllez, Kalimán, uno de los tradicionales fabricantes clandestinos de licor, tampoco pudo escapar a la tragedia y murió junto con su socio en el negocio, el señor Pachón.

Al cierre de esta edición, las autoridades aún no conocían la procedencia exacta del ron adulterado y tampoco habían podido comprobar que viniera del alambique de Kalimán. Dentro de las operaciones adelantadas a raíz de la tragedia, las autoridades habían decomisado hasta el pasado sábado cerca de 300 botellas contaminadas, y la fábrica de Licores del Atlántico pensaba comprar todo el Ron Blanco en circulación para someterlo a análisis.

Después de las epidemias de gastroenteritis, que periódicamente diezman la población infantil de Barranquilla y sus alrededores, la de la semana pasada es una de las tragedias más grandes del departamento. Y, como de costumbre, las personas de menor recursos son las más afectadas. Entre pagar los 650 pesos que vale una boella de Ron Blanco auténtico o los 180 del adulterado, no hay mucho para pensar, especialmente cuando el trago es un anestésico para la miseria. No importa que en cada trago se jueguen la vida.-