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Tras las élites perdidas

Con participación y esfuerzo comunitarios los caleños luchan por salir de la mayor crisis económica y de liderazgo de su historia reciente.

3 de abril de 2000

El martes de la semana pasada los caleños se despertaron con una noticia que ha generado una gran polémica entre diversos sectores de la ciudad. El Concejo, en su última sesión extraordinaria, decidió revocar el proyecto que le daba facultades limitadas al alcalde, Ricardo Cobo, para capitalizar a las Empresas Municipales de Cali (Emcali). La empresa se vio abocada a esta situación debido a que durante los últimos años el desgreño administrativo, el clientelismo, la ineficiencia y la corrupción la arrastraron hacia un estado de postración financiera en la que sus casi dos billones de pesos en pasivos y su falta de flujo de caja la volvieron inviable.

Emcali, a pesar de ser una de las empresas insignia del Valle del Cauca, es tan sólo la punta del iceberg. Lo que ha sucedido con esta entidad es un fiel reflejo de lo que ha venido ocurriendo en Cali durante años. Los niveles de corrupción y de burocratización —resultado en buena medida del boom del narcotráfico durante la década de los 90— son evidentes. Prueba de ello es el hecho de que algunos miembros de la más tradicional clase política de la región fue encarcelada durante el proceso 8.000 (ver recuadro). Como resultado de este lento pero constante proceso de deterioro de su clase dirigente la región se ha venido quedando sin líderes y sin quién tome la batuta para sacar adelante a la Sultana del Valle.



¿Que pasó?

Las razones detrás del deterioro de la situación en Cali son varias. Por un lado, la economía local estaba impulsada en buena medida por dineros del narcotráfico. Como consecuencia del abundante capital las industrias se adormilaron y no hubo una renovación del aparato productivo, ni a nivel tecnológico ni a nivel administrativo. Adicionalmente, la riqueza cortoplacista y la cultura del dinero fácil desplazaron la planeación estratégica y de largo plazo a todos los niveles. Por eso, al desaparecer el impulso artificial provocado por el dinero del narcotráfico, la ciudad se quedó sin capacidad de crecer y generar riqueza. Esta situación se agravó con el comportamiento de los precios de productos básicos —en particular el del azúcar, eje central de la economía regional—. Así las cosas, la combinación de compañías retrasadas, el colapso de la demanda y la caída en los precios trajo consigo consecuencias desastrosas para la región.

En cuanto al ámbito político, la corrupción dejó a Cali sin clase dirigente y con una segunda generación de políticos todavía inmaduros —o desencantados por la vida pública— y sin mucha experiencia ni preparación. A esto se le suma lo que un empresario de la ciudad considera como la separación de lo público y lo privado. “Nosotros los empresarios pecamos por creer que el sector público y el privado no tenían nada que ver. Esto dejó abiertos ciertos espacios políticos que ocuparon personas no siempre idóneas para los cargos”. Esta situación dejó a la ciudad sin un norte claro. De ahí que se haya perdido el liderazgo que alguna vez caracterizó a la clase dirigente caleña. “En Cali se fraccionó la sociedad. Se comenzaron a generar grandes líderes individuales, pero ninguno colectivo. Esta falta de consenso ha venido deteriorando constantemente el tejido social de la ciudad”, afirma un importante empresario de la región.

Esta explosiva combinación de crisis económica con crisis política ha sumido a la ciudad en un letargo del que no ha podido salir. Como si fuera poco, la industria azucarera de la región —la cual ha sido una gran estabilizadora laboral y social, no solamente en la ciudad sino en el resto del Valle— está pasando por uno de sus momentos más críticos, dado los niveles de competencia y los bajos precios que existen en la actualidad. A todo esto se le suma el agravante de que muchos caleños han optado por abandonar el barco ante las pobres perspectivas de empleo (la tasa de desocupación de la ciudad es la más alta del país, por encima del 20 por ciento) y el creciente deterioro de la seguridad ciudadana.



¿Que hacer?

No es un panorama alentador el que vive Cali hoy. No obstante, los caleños están comenzando a salir de la zozobra colectiva en que se encuentra la ciudad para tratar de participar de alguna forma en la recuperación económica, política y ética de la capital del Valle. Ya existe consenso alrededor de la necesidad de cambiar la forma como se hace política —con sangre e ideas nuevas—. También es claro que los empresarios de la región deben intervenir mucho más activamente en la toma de decisiones con respecto a los planes estratégicos y de desarrollo de la ciudad. Igualmente, existen ciertos movimientos que ya están tratando de luchar en contra del éxodo de caleños —que para muchos es el problema más grave que existe hoy en día— hacia otras regiones más prósperas dentro o fuera del país

Lo cierto hoy por hoy es que Cali está viviendo una de las coyunturas más difíciles de su historia debido a malos manejos, falta de compromiso empresarial y político y la indiferencia generalizada de la ciudadanía. El pasado reciente trajo grandes golpes, los cuales muchos esperan no se vuelvan a repetir. Para ello, sin embargo, se requiere la participación y el esfuerzo de todos los ciudadanos. Pero, por encima de todo, se necesita el resurgimiento de una clase dirigente que alguna vez hizo sentir orgullosos a los vallecaucanos. Por eso los caleños están en busca de una élite perdida.