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El juicio que se abre este martes contra Simón Trinidad marcará un hito en la historia de la extradición entre Colombia y Estados Unidos. Los dos años que han pasado desde su traslado a Estados Unidos han desgastado al guerrillero

Extradición

Trinidad, al banquillo

Este martes se inicia el juicio a Simón Trinidad. Nada lo favorece. El simbólico juicio tendrá consecuencias jurídicas y políticas que se sentirán por mucho tiempo.

7 de octubre de 2006

Este martes se abre el juicio contra Ricardo Palmera, conocido como Simón Trinidad en la Corte Distrital de Washington. Por tratarse de un miembro de las Farc, y no de un narco dedicado solo al comercio de drogas ilícitas, el evento tiene un alto significado simbólico. Es un caso inédito en la historia de la extradición entre Colombia y Estados Unidos. Y todavía más trascendental después de que el el fiscal general de Estados Unidos, Alberto Gonzales, solicitó el pasado 23 de marzo la extradición de otros 50 líderes de la Farc, al que señala el grupo terrorista más grande y a la vez, un peligroso cartel de la droga.

Palmera deberá responder, inicialmente, por cargos de secuestro y terrorismo. Después tendrá que esperar más de seis meses para enfrentar un segundo juicio por narcotráfico. Del hombre desafiante que apareció en televisión subiéndose a un helicóptero de la DEA el 12 de diciembre de 2004, gritando "vivan las Farc", hoy queda muy poco. Palmera se consumió en el overol naranja con el que, encadenado en los pies, asistió a las múltiples discusiones entre los fiscales y la defensa federal asignada.

Un Trinidad delgado y canoso será presentado ante los 12 jurados seleccionados entre más de 50 civiles convocados, que la semana pasada atiborraron la sala 24A de la Corte en Washington. El equipo acusador, liderado por Ken Khol y John Beasley, de la División Criminal de la Oficina del Fiscal General, contará con cerca de tres semanas para convencer a los jurados de que Trinidad es corresponsable del secuestro de los tres ciudadanos estadounidenses en 2003.

El ambiente es desfavorable a Trinidad. En esta época no existe una acusación peor que la de terrorismo. Y las Farc están en la lista oficial de organizaciones de esa naturaleza. La defensa exigirá, para enfrentar los cargos de secuestro, una prueba física: una foto o grabación, que sustente la participación del acusado en el hecho concreto. El abogado defensor, Robert Tucker, explicará a los jurados por qué las Farc, "que han sido llevadas por Europa para hablar de paz, que tienen una estructura militar, que porta uniformes y que no actúan directamente en Estados Unidos", no pueden ser comparadas con un grupúsculo como Al Qaeda.

Las audiencias preparatorias han tenido un evidente contenido político. Al juez Hogan le tocará moverse con habilidad. Se pronunciará sobre temas que tendrán repercusiones en varios frentes. Por ejemplo, si el secuestro o 'la retención' de los tres norteamericanos sucedió dentro de una guerra o conflicto armado, y si Trinidad es un criminal o un insurgente rebelde. Ya ha manifestado que para Estados Unidos no es un subversivo, pues argumenta que "Norteamérica no esta en guerra contra el grupo ilegal".

Las pruebas contra Palmera que hasta ahora ha anunciado el equipo acusador se basan en entrevistas con el mismo acusado. Uno de los puntos más polémicos fue un encuentro en la cárcel de Cómbita con agentes federales que se hicieron pasar por fiscales norteamericanos, según los fiscales, con la venia del fiscal Luis Camilo Osorio.

Otro punto de la defensa tiene que ver con la entrevista realizada en el avión, durante su traslado de Trinidad a Estados Unidos. El guerrillero se habría autoinculpado sin saber, según su abogado, que era un interrogatorio oficial y que todo lo dicho sería utilizado en su contra.

Por otro lado, los fiscales alegan que el avión en el que se accidentaron los norteamericanos en febrero de 2003 y donde murió un piloto estadounidense no cayó por fallas mecánicas sino que fue derribado por las Farc. Con esta argumentación buscarán agravar los cargos de Trinidad, describiendo un acto terrorista. Si los fiscales logran convencer al jurado, Trinidad pasaría un máximo de 30 años en una prisión norteamericana, por secuestro y terrorismo. Esto sin contar los cargos que se le imputarán en caso de ser encontrado culpable de narcotráfico.

Se espera que unas 20 personas lleguen desde Colombia para participar como testigos. A pesar de la solicitud de la defensa, el jurado no será anónimo, pero se tomaran medidas de precaución "por el peligro de intimidación que representan las Farc", según el juez Tomas Hogan.

Simpatizantes de Trinidad que llegarán a Washington provenientes de ocho estados para manifestar en favor del guerrillero argumentan que con la extradición de Palmera, el presidente Uribe "pretende demostrar falsamente su mano implacable contra el trafico ilegal". Para el curioso grupo pro Farc liderado por el norteamericano Tom Burke, el juicio es una clara prueba de la injerencia del gobierno Bush en Colombia.

El juicio sentará precedentes para otros casos. El de Sonia, por ejemplo, otra comandante de las Farc extraditada en 2004. Desde el punto de vista de la guerra con ese grupo, ambas decisiones tendrán un enorme significado. Sobre todo por la connotación de que los delitos de secuestro y narcotráfico están cobijados por otro más grave para estos momentos, y desde el punto de vista político: terrorismo. Sin duda los comandantes de las Farc estarán atentos para definir estrategias sobre los eventuales diálogos que se podrían abrir para un acuerdo humanitario. Y también los gobiernos de Colombia y Estados Unidos, para los cuales la condena del guerrillero será una valiosa victoria en la guerra contra el terrorismo.

La manera como se lleve a cabo el proceso, y los argumentos con los que se justifique el fallo final también tendrán repercusiones para una negociación de paz con las Farc, si alguna vez vuelve a ser posible. Una eventual condena de Trinidad, por terrorismo y narcotráfico, dejaría a las Farc marcadas con esos dos rótulos que inevitablemente están asociados a delitos comunes graves, que no son factibles de ser tratados con fórmulas reservadas para los 'delitos políticos'. El juicio, en fin, es altamente simbólico. Genera curiosidad e interés por las características del personaje y porque es la primera vez que un guerrillero de esta jerarquía se sienta en un banquillo en Estados Unidos. Y tendrá repercusiones políticas que se sentirán por mucho tiempo.