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T.V. OR NOT T.V.

Barco se corre nuevamente al debate en T.V., pero existe posibilidad de enfrentamiento entre Gómez y Galán

20 de enero de 1986

Todo parece indicar que los colombianos se quedaran sin ver el cacareado debate de los candidatos en televisión. O por lo menos, el de los candidatos oficiales del liberalismo, y el conservatismo, Virgilio Barco y Alvaro Gómez. Esto es lo que los observadores políticos deducen del intercambio de cartas y declaraciones que sobre el tema tuvieron lugar la semana pasada.
La polémica la inició Gómez cuando, recién investido de la candidatura, le envió una carta a Barco diciéndole, palabras más, palabras menos, que teniendo en cuenta que su negativa anterior se basaba en que Gómez no era candidato oficial, ahora que este obstáculo había sido superado, esperaba su aceptación. Curiosamente, quien contestó esta carta no fue Barco, sino Galán, quien dirigió mensajes a los dos candidatos oficiales expresando su total coincidencia con las apreciaciones del candidato conservador sobre la conveniencia de enfrentar sus ideas en la T.V., que Galán considera "la plaza pública contemporánea". Al día siguiente Gómez respondió a Galán, manifestando su disposición a participar en el debate a tres y diciendo que solamente está pendiente de la respuesta del candidato del oficialismo liberal. Esta vino un día después por la vía de un discurso pronunciado en Sevilla (Valle), en el cual el ex Alcalde afirmó que Gómez "quiere un debate en recinto cerrado, en medio del silencio de sacristía de un estudio de televisión con maquillaje previo y con olvido de la historia. Pues bien: antes que un tal debate, adelantaremos éste. El que estamos haciendo a cielo abierto, en las plazas públicas, frente a las multitudes, de cara al pueblo colombiano y sin cosméticos". No obstante la retórica, el mensaje era clarísimo y previsible: Barco se le corría al debate.
En realidad, tenía toda la razón en correrse. Como señalaba Enrique Santos Calderón en su columna "Contraescape", "si rehúye el desafío queda mal ante la opinión. Pero si acepta, puede que sea peor". Aun cuando todo el mundo manifiesta interés en el debate, invocando la con veniencia de una confrontación ideológica a alto nivel, lo cierto es que el interés real tiene altas dosis de morbo, y lo que se quiere presenciar no es la discusión de unas tesis, sino el espectáculo de circo romano, donde se da por descontado que el papel de cristiano lo haría Barco y el de los leones, Gómez y Galán. La vulnerabilidad oratoria de Barco ha hecho que su negativa se haya convertido en un fácil blanco político para explotar en su contra, cuando no necesariamente tenía que ser así o, por lo menos, no ha sido así en el pasado.
La tradición colombiana en materia de debates en T.V. es que el que va perdiendo siempre lo pide y el que va ganando nunca lo ha aceptado. En 1974, Gómez Hurtado, cuando iba perdiendo frente a López, lo retó a un enfrentamiento en la pantalla chica, que el candidato liberal no aceptó. En 1978, Betancur, quien iba perdiendo frente a Turbay, lo retó igualmente y éste último tampoco aceptó. Curiosamente, en 1982, López, que en esta oportunidad iba perdiendo, desafió a Betancur a un debate similar. Betancur, quien en la elección anterior exigía debate, en esta ocasión se escurrió. Las disculpas en cada caso eran parecidas a la que esgrime Barco hoy, pero la realidad era simple y llanamente que el que tenía ventaja en las encuestas tenía más que perder que el retador, quien se beneficiaría de aparecer ante millones de televidentes de poder a poder contra su rival.
Por otra parte, se está hablando de los debates en T.V. como si fueran una práctica de uso común en el mundo. En realidad, es una costumbre de origen gringa que no se ha utilizado sino tres veces en ese país. En los casos de Kennedy contra Nixon, Ford contra Carter y Carter contra Reagan. En los tres, el debate fue determinante para el resultado. La magia de Kennedy y de Reagan derrotó la falta de brillo de Nixon y Carter, mientras que en el caso de Carter y Ford, no obstante las limitaciones del primero, éste resultó menos peor que Ford.
Posteriormente, el sistema fue copiado en Francia en la última elección presidencial, cuando Giscard, perdiendo terreno por el escándalo de los diamantes de Bokassa, decidió aceptar el debate con Mitterrand, del cual no salió bien librado. En America Latina, debates en T.V. sólo se han visto en las últimas dos elecciones de Venezuela entre Herrera Campíns y Piñerúa, y entre Lusinchi y Caldera. En ambos casos, el que reflejó mayor calor humano le ganó a su contendor. En el resto del mundo, ese tipo de debates no han sido considerados necesarios como parte del proceso electoral.
Dando por descontado que Barco, en consecuencia, no se prestará a un "barquicidio", lo que están decidiendo Gómez y Galán es si les conviene enfrentarse ellos dos solos. Los galanistas no tienen dudas al respecto. Una fuente cercana al candidato, manifestó a SEMANA: "No vemos sino ventajas en ese debate, pues entre otras cosas Galán aparecería como "el candidato liberal". Los alvaristas, por su parte, oscilan entre la tentación y el temor. La tentación de poner en evidencia la "corrida" de Barco y de lucir a su candidato, y el temor, por un lado, de las espuelas de Galán y, por el otro, de aceptar un debate con las ligas menores del liberalismo. Una nueva complicación surge ahora cuando Alvaro Uribe pide que lo incorporen al debate y que dejen un asiento vacío con el nombre de Barco. A lo segundo nadie tiene objeciones, pero a lo primero sí, porque de seguir por ese camino habría que darle cabida hasta a Regina 11.--