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Un espíritu libre

Se retira de Pax Christi la holandesa Liduine Zumpolle, quien ha liderado una campaña contra la doble moral europea en el delito del secuestro y ha logrado la liberación de decenas de personas en manos de guerrillas y paramilitares.

8 de diciembre de 2003

Es dificil encontrar otro extranjero que, como la holandesa Liduine Zumpolle, se haya comprometido tanto con los problemas de este atribulado país. También es raro hallar a un ser humano de ideas tan absoluta y soberanamente independientes. Liduine, de energía desbordante y figura menuda y fuerte, le es fiel a sus principios contra viento y marea. Y es menos frecuente aún, descubrir a alguien tan valiente. Por más de 30 años ha defendido a ultranza la vida y la dignidad de los colombianos -y de otros latinoamericanos, en especial, los cubanos-.

Llegó aquí la primera vez por azar, a fines de los 60, cuando apenas era una universitaria de 19 años. Vino a hacer una práctica para su carrera de trabajadora social con los niños de la calle y en un proyecto de vivienda popular en Cali. Después -y hasta hoy- quedó prendada. "Colombia siempre me ha fascinado y me le he dedicado con vehemencia", escribió Liduine en su carta de despedida de Pax Christi Holanda, organización donde trabajó durante 15 años y hasta la semana pasada, siempre en favor de la defensa de los derechos humanos. "A pesar de, o debido a los problemas constantes y dificultades, es en Colombia donde he experimentado una verdadera cooperación humana y una fe compartida".

En los 70, mientras dio clases en la Universidad Externado, se acercó a la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos y armó una campaña en Holanda a favor de los campesinos sin tierra: Aktie Colombia. Consiguió financiación internacional para capacitarlos a ellos y a sindicalistas que defendían sus derechos.

Luego de haber trabajado con el problema de refugiados en Centroamérica en los 80, Liduine organizó la primera delegación de Pax Christi al país en 1988 y se ganó las primeras críticas. La causa fue su investigación Impunidad, en la que denunciaba, entre otras cosas, que muchos militares y también miembros de la Iglesia eran cómplices de las violaciones a los derechos humanos en Colombia. Allí tuvo un enfrentamiento duro con el conservador cardenal Alfonso López Trujillo.

Comenzó a estrechar sus vínculos con el Urabá antioqueño, por entonces el principal escenario de masacres del país. Se hizo muy amiga de monseñor Isaías Duarte, obispo de Apartadó, Urabá, quien fue asesinado años después. Más tarde estableció una cooperación solidaria entre la diócesis de Apartadó y Pax Christi que incentivó la creación de las comunidades de paz en el Atrato.

"Me siento agradecida de haber encontrado tales muestras de energía humana indestructible y de optimismo enfrentados a la guerra y a la violencia", dijo tratando de explicar lo que siente por los colombianos.

Al despuntar los 90, se metió en serio a tener encuentros con los actores armados siempre para salvar vidas, lograr la liberación de secuestrados, sacar a civiles desarmados de las listas de muerte o para empujar alguna negociación de paz.

Según varios testigos, Liduine fue clave para que el gobierno holandés se metiera a verificar los acuerdos de paz del gobierno y la Corriente de Renovación Socialista, (CRS) la disidencia del ELN que se desmovilizó en 1994. Fue su coraje lo que la llevó a hablarle personalmente a Carlos Castaño en 1997, para que no persiguiera a más miembros de la CRS (algunos ya habían sido asesinados por la autodefensas) y los dejara ingresar, en paz, a la vida civil. Según cuenta ella, Castaño accedió y cumplió su palabra. También la cumplió cuando la respetada holandesa fue a pedirle que liberara a los familiares de guerrilleros de las Farc que tenía secuestrados a parientes de los guerrilleros, entre ellos una hermana de 'Pablo Catatumbo', uno de 'Iván Márquez' y otro de 'Alfonso Cano' y que "rompiera el círculo vicioso de las venganzas". Para su sorpresa y la del padre Leonidas Moreno, que la acompañaba, luego de consultar con sus hermanos, Castaño dio la orden de liberarlos inmediatamente.

Otras veces acudió al ELN y habló con Antonio García y 'Gabino' para pedirles respeto por la población civil y que cesaran la abominable práctica del secuestro. E hizo algo similar con los dirigentes de las Farc en la zona de distensión, aunque con menor éxito.

Al terminar la década, Liduine ya estaba horrorizada con la magnitud del secuestro, crimen violatorio de los derechos y la dignidad humana. Emprendió entonces una campaña sin precedentes en Europa en contra de la complicidad internacional con la guerra colombiana. Hizo pública la primera investigación que reveló algunos de los escandalosos pagos de rescates por la liberación de ciudadanos europeos, e invitó a empresarios de todo el continente a que dejaran de pagarlos, pues estaban entregando millones de dólares para salir fácilmente de un problema, sin preocuparse por el hecho de que estaban volviendo millonaria a la guerrilla.

"Lo particularmente importante para Colombia es la corresponsabilidad del mundo desarrollado para lograr que el conflicto armado interno se reconozca como lo que es, y para que sean desarrolladas políticas eficaces que detengan las fuentes de ese conflicto", dijo

Su discurso vertical de rechazo a paramilitares y guerrilleros, por igual, no ha sido tan popular entre los círculos de izquierda europeos, y esto le causó, por ejemplo, que durante su gira en contra del secuestro, le sabotearan reuniones y le hicieran ataques personales. Ella no se amilanó, no está en su carácter hacerlo. Es demasiado recia.

Por eso habló fuerte también a favor de los cubanos, "una víctima doble", dice Liduine, porque sufren la represión feroz de casa y no obtienen el reconocimiento a su sufrimiento en la comunidad internacional".

Ahora que ya no estará más con Pax Christi Holanda, Liduine no cejará en su empeño de denunciar y hacer visibles a todos los cómplices solapados que tiene la guerra colombiana en el exterior. Tampoco dejará de visitar este país, y de emocionarse, como estaba hace 15 días cuando estuvo de paso, con el aguacate y el cacao orgánico que le regaló una orgullosa comunidad de desplazados del Tolima que está arrancando su vida nueva. Ella también, y para suerte de los colombianos, ello no significa que su trabajo por este país esté terminado.