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El presidente Uribe resiente que se le haya venido encima un problema que no tenía previsto. Ni en los más duros momentos de su gobierno ha estado tan molesto y por tanto tiempo

GOBIERNO

Un Presidente en erupción

Las dos últimas semanas se han convertido en un lamento permanente para Álvaro Uribe. Crónica de la crisis que vivió el alto gobierno.

22 de noviembre de 2008

El 10 de noviembre, cuando el volcán Machín notificó su erupción, en el gobierno se activaron los planes previstos desde enero para atender la emergencia. Pero ese mismo día otra erupción, más contundente y devastadora venía en camino sin que ninguna alerta alcanzara a prevenir al gobierno. Se trataba de la explosión de las pirámides, para las que no estaba diseñado ningún sistema de emergencia. La sorpresa fue para todos en la Casa de Nariño.

El presidente Álvaro Uribe no es amigo de los imprevistos y menos cuando éstos lo tocan directamente. El martes 11, el mandatario llegaba de México, después de una exitosa visita en la que Colombia fue descrita como el ejemplo a seguir en la lucha contra el narcotráfico. Al tocar tierra ya los noticieros de televisión tenían un despliegue nacional que empezaba en Popayán y continuaba por decenas de municipios de Nariño, el Eje Cafetero y Putumayo. Las imágenes mostraban una turba enardecida que reclamaba sus ahorros perdidos y al igual que el volcán, amenazaban con arrasar todo lo que encontrara a su paso, incluido el gobierno.

Uribe estalló por primera vez y desde entonces, en dos semanas consecutivas, no ha logrado mantener la calma. Las pirámides se le habían salido de madre a un gobierno que con toda cautela, se había preparado para resistir el embate de la crisis del sistema financiero en Estados Unidos, las Bolsas de Europa y la recesión mundial. El grupo económico del gobierno y un equipo de expertos diseñaron por semanas un plan a dos años para enfrentar el desafío de la macroeconomía global, sin presentir que en las interminables colas de colombianos que con billete en mano arriesgaban su futuro, estaba una crisis más cercana.

"¡¿Dónde está Cecilia !, ¡¿Dónde está?!", era la pregunta que el Presidente repetía sin cesar y su voz se oía en todo el segundo piso de la Casa de Nariño. Preguntaba por la consejera de la presidencia para asuntos económicos, Cecilia Álvarez Correa, una de las mujeres más cercanas a Uribe. Álvarez justo en ese momento, atendía fuera del país un asunto familiar. No estar a su lado en el instante en que reventaba un asunto de su entera competencia agravó el estado de cólera del Presidente. Pese a que Álvarez Correa llegó a los pocos días y estuvo presente en las decenas de reuniones que aún no terminan, el hecho consumado de su ausencia se convirtió en el camino que la condujo a su renuncia. "¿Cómo no me informaron sobre la gravedad de esto?", le decía Uribe a su gente y aún se lo repite.

El gobierno, alarmado, analizó los antecedentes del fenómeno en el mundo. La historia de Albania los electrizó. Dos mil muertos, un gobierno caído y miles de personas arruinadas. Se empezaba a intuir que las normas que tenían a la mano no serían suficientes para atajar la avalancha. Era ya jueves 13 y el Presidente estaba en Barranquilla. Su secretaria privada lo llamó y le informó que en Bogotá sus asesores recomendaban pensar en decretar una emergencia económica. El viernes, rodó la cabeza del superintendente financiero César Prado. El Presidente lo había conminado públicamente por falta de acción para frenar este fenómeno, pese a que en 2007 esta entidad puso sanciones y alertó a la población con avisos de prensa que la captación de dineros del público era ilegal.

Poco a poco, la sigla de D.R.F.E., que fue intervenida en todo el país esa semana, empezó a pasar a un segundo plano para ser reemplazado por el verdadero volcán que era DMG: la firma milagrosa que producía dinero a borbotones y que tenía tentáculos enormes que habían tocado incluso a la misma Casa de Nariño.

David Murcia Guzmán se convirtió entonces en la obsesión del Presidente. Cada acción, decisión, reunión o discusión estaba orientada a destapar qué era DMG, una tarea que Cecilia Álvarez había emprendido en reuniones anteriores a la crisis, pero que aún no había finalizado. Eso enojó al Presidente sobremanera. La preocupación de Uribe e incluso de la Primera Dama es tan evidente que han manifestado en privado que la crisis puede poner a temblar al gobierno.

Ese viernes 14 de noviembre la angustia del Presidente continuaba en aumento. Ya las medidas estaban analizadas pero faltaba el componente probatorio que convertía a DMG en un asunto delincuencial. El director de la Policía, el general Óscar Naranjo, había estado pendiente de presentar ante el ansioso mandatario sus indagaciones sobre el tema, pero aún faltaban hechos concretos que permitieran acciones definitivas.

Llegó el consejo comunal del sábado. En el Sena de Bogotá la Ministra de Educación seguramente vio con frustración cómo el Presidente sólo pensaba y hablaba de DMG y lamentaba una y otra vez no haber reaccionado a tiempo. Entre una y otra intervención, hablaba por teléfono para dar órdenes, escuchaba opiniones y volvía al micrófono para reprocharse de nuevo la situación. Temen en la Casa de Nariño que el tema de DMG siga en la agenda por los 622 días que quedan del mandato.

La noche del domingo fue la definitiva. El consejo de ministros citado para las 8 de la mañana comenzó a las 5 de la tarde. Ya habían concluido que la figura de excepción que más se ajustaba a los hechos era el estado de emergencia social. La emergencia económica, creyeron, sería una señal de alarma que podría impactar a los inversionistas. Y sobre esa decisión empezaron a redactarse los decretos que ponían los puntos sobre las íes a DMG y a todos los fenómenos de captación de dineros.

Paralelo a este consejo, el director de la Policía, el Ministro del Interior, Fabio Valencia Cossio, de Hacienda, Óscar Iván Zuluaga, y otros funcionarios, se encerraron en la sala de crisis o de estrategia Carlos Lleras Restrepo para planear la toma por parte de la Fuerza Pública de las sedes de DMG en todo el país. El asunto se trató en estricto sigilo, no se podía filtrar ni un solo detalle del dispositivo y tenían que diseñarse además los planes de contingencia para los distintos escenarios que surgieran como consecuencia de la fuerte decisión.

El lunes festivo el país amaneció con la noticia. La imágenes ya no eran sólo de la furiosa turba, sino de un Estado con todo su poderío sobre un monstruo desconocido que olía a narcotráfico, a lavado de activos y a desafío. Pese a esto, por la radio aún se oía el tono desafiante de Abelardo de la Espriella, el locuaz abogado de la firma cuestionada. Por la noche, David Murcia por Internet anunciaba a toda su 'familia' DMG que todo pasaría pronto y las aguas milagrosas de su emporios volverían a su cauce.

Mientras en las calles se gritaban arengas contra el gobierno, el Presidente se preguntaba por la falta de acción de la Fiscalía. ¿Por qué tampoco actuó este ente de control? ¿Cómo era posible que las investigaciones no tuvieran ningún resultado? Más preguntas que respuestas flotaban en el ambiente.

Luego se desencadenó lo que el país ha seguido como en entregas de capítulos de telenovela. Órdenes de capturas contra los directivos de DMG, captura de Murcia en Panamá, audiencia pública en la Fiscalía, El Campín de Bogotá rodeado de ahorradores empobrecidos, tres departamentos paralizados, sin comercio y sin colegios, miles de personas bloqueando las vías; David Murcia reducido a un recluso sin Ferrari, ni aviones, ni abogado. Un meollo sin resolver, un futuro incierto. Lejos de ser una inofensiva historia de estafa y traición, a lo que asiste el país es al hecho judicial, político y social que puede involucrar a más colombianos en la historia.

El viernes 21 de noviembre, al final de dos semanas intensas en las que el Presidente sólo pensó en este problema, salió temprano por la mañana y sobrevoló las nieves perpetuas de otro volcán, el del Huila, que se había despertado la noche anterior. Dice la noticia de la Presidencia que fue "a ver la zona afectada por la avalancha de lodo que se presentó la noche anterior". Quizá se consuele con ver las erupciones de los volcanes para las que sí está preparado.