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Una enfermedad escurridiza

El origen del Síndrome de Fatiga Crónica no está claro pero los investigadores están próximos a descubrirlo.

3 de enero de 2000

UNA MISTERIOsa epidemia cundió por el hospital del condado de Los Angeles en California en 1934. Enfermeras y médicos cayeron agobiados por

una extraña mezcla de fatiga, dolor muscular y decaimiento emocional. La primera sospecha recayó en la polio --los síntomas eran similares y el temor a

dicha enfermedad estaba generalizado en ese entonces--. Sin embargo los exámenes de laboratorio arrojaron resultados negativos para la polio y,

curiosamente, los pacientes del hospital se mantenían incólumes. Una serie de eventos similares ocurrió en 1955 en el Royal Free Hospital de Londres.

Nuevamente los pacientes resultaron ajenos a la epidemia, en tanto que la mayoría de los afectados fueron mujeres.



Actualmente muchas personas conocen bien estos síntomas. Han recibido una gran variedad de nombres. En el siglo XIX se les denominó neurastenia.

Con el brote de 1955 se acuñó el término Encefalomielitis Miálgica (EM). Años más tarde el malestar fue catalogado con sorna como 'gripa yupi'; pero el

nombre actualmente más aceptado es el de Síndrome de Fatiga Crónica (SFC). Los cambios de nombre no han sido acompañados por una mejor

comprensión de las causas de estos síntomas. Nadie sabe aún qué es lo que causa el SFC. No obstante, en una reciente reunión patrocinada por la

Fundación Novartis y el Fondo Linbury, varios expertos pudieron intercambiar sus más recientes teorías al respecto.



El primer problema con el SFC radica en diagnosticarlo, ya que la fatiga no puede ser medida objetivamente y resulta entonces complicado decidir quién

ha cruzado la incierta línea divisoria entre una falta momentánea de energía, algo común y corriente, y un nivel anormal de cansancio. Las apariciones y

desapariciones súbitas del SFC y de sus antecesores (la neurastenia se puso de moda entre las clases altas de la Inglaterra victoriana y requería frecuentes

y prolongadas curas de reposo en spa) han llevado a muchos médicos a despreciar todo el asunto calificándolo como histeria colectiva.



Es muy fácil diagnosticar equivocadamente el SFC, especialmente si se tiene en cuenta que en Gran Bretaña una reciente encuesta indica que el 30 por

ciento de las mujeres y el 19 por ciento de los hombres se sienten permanentemente cansados. Sin embargo el síndrome es algo más que simple fatiga,

bien sea mental o física. Sus demás síntomas incluyen debilidad, dolor muscular, alteraciones en el estado de ánimo y problemas para dormir bien. Estas

manifestaciones pueden ser medidas y sirven de base para investigaciones concretas.



Conócete a ti mismo



El primero de los síntomas medibles desemboca en un misterio. Los pacientes con SFC insisten en que sus

músculos no responden a su voluntad. Sin embargo, a pesar de intensas investigaciones, los científicos no han encontrado ninguna debilidad particular

ni anormalidad en ellos que puedan explicar la razón de las quejas de los pacientes. Lo cierto es que el síndrome afecta mucho los músculos y como el

movimiento consume más energía de la que el enfermo siente que dispone, éste opta pronto por la inactividad. Esto lo sume rápidamente en un círculo

vicioso de la debilidad, puesto que los músculos que no se ejercitan tienden a sentirse sin fuerza. Sin embargo no existen señales de problemas en los

músculos mismos, de modo que el inconveniente debe encontrarse en el sistema nervioso que los estimula e impulsa.



Daniel Wolpert, un neurólogo especializado en el área cognoscitiva que trabaja en el Instituto Neurológico de Londres, ofreció una explicación de porqué

las personas que sufren de SFC se sienten más cansadas de lo que sugieren las pruebas que se les aplican. Su teoría se basa en la idea ampliamente

aceptada de que el cerebro alberga un modelo del cuerpo que utiliza para predecir las consecuencias de los movimientos. Si uno agita el brazo el músculo

le transmite señales a una parte del cerebro llamada cerebelo, el cual 'examina' el modelo, efectúa predicciones y luego alerta al resto del cerebro acerca

de las sensaciones que debe esperar en lo inmediato. Esto explica, por ejemplo, porqué las personas no se pueden hacer cosquillas a sí mismas: sus

cerebros saben qué deben esperar y cancelan la sensación de ansiedad.



La sugerencia del doctor Wolpert es que las personas con SFC pueden haber perdido su capacidad de pronóstico y por ello no pueden cancelar las

sensaciones que regresan de sus músculos, aunque dichos músculos se estén moviendo por indicación de sus dueños. Cada movimiento aparece

entonces cargado de esfuerzo indeseado y la reacción natural es, por consiguiente, de evitar dicho esfuerzo.



Tony David, un siquiatra clínico del Instituto de Siquiatría de Londres, es otro investigador que piensa que los problemas de autoconciencia son

componentes esenciales del síndrome. A su modo de ver, el SFC tiene mucho en común con la anorexia nerviosa. La gente anoréxica se ve a sí misma

gorda aunque los demás la vean horriblemente delgada. El doctor David ha registrado un sesgo muy similar en la autopercepción de sus pacientes con

SFC, los cuales obtienen en sus pruebas de inteligencia y de fuerza puntajes muy superiores a los que esperan.



La idea de que el SFC es un desorden de la percepción también ha sido corroborada por el hecho de que cerca de dos tercios de los pacientes que sufren

del síndrome responden favorablemente a la terapia de comportamiento cognoscitivo. En dicha terapia se les asignan pequeñas tareas, que se tornan

gradualmente más difíciles a medida que avanza el tratamiento. Al ir adaptándose lentamente al aumento de la actividad ya no perciben sus esfuerzos

como excesivos. Cuando aprovechan la oportunidad de recuperar gradualmente el control de su actividad aprenden a manejar la enfermedad.



Otro síntoma característico del SFC es el mal dormir. Los pacientes requieren dormir pero tienen problemas para conciliar el sueño y se despiertan

fácilmente. Como resultado, terminan pasando más tiempo en la cama, probablemente para compensar la fragmentación de sus tiempos de descanso. Jim

Waterhouse y sus colegas de la Universidad John Moores, de Liverpool, dirigidos por Gareth Williams, están estudiando el reloj del cuerpo: el ritmo

circadiano. El doctor Waterhouse está convencido de que dicho reloj está vinculado al SFC.



Aunque no necesitamos realizar un esfuerzo consciente para quedarnos dormidos la realidad es que la llegada del sueño constituye una proeza fisiológica

que requiere cambios corporales cuidadosamente orquestados. Para que aparezca la somnolencia la temperatura del cuerpo debe descender. Usualmente

esto ocurre muy rápido: en una o dos horas. Al mismo tiempo la glándula pineal situada en el cerebro, comienza a suministrar una hormona llamada

melatonina. Esta combinación constituye la señal para irse a dormir. En las personas que se duermen con facilidad los dos eventos están estrechamente

sincronizados. En los pacientes con SFC aparecen descoordinados. Peor aún, su producción de melatonina no resulta tan eficiente como debería.

Cuando el doctor Greg Tooley, otro miembro del grupo, registró los ciclos de temperatura de dichos pacientes, encontró que los descensos vespertinos

ocurrían una hora o dos más tarde de lo normal.



Los investigadores de la Universidad John Moores están tratando de establecer si la melatonina administrada en píldoras puede ayudar a los pacientes

con SFC. En un experimento inicial le dieron a 31 pacientes melatonina todas las tardes a las cinco en punto durante tres meses. Los resultados

preliminares son prometedores. Los participantes durmieron mejor, se sintieron menos desalentados e inclusive informaron estar de mejor humor

mientras tomaron la melatonina. Su temperatura corporal también comenzó a declinar más temprano.



Estos son enfoques prometedores, pero la prevención es una herramienta aún más efectiva, y solamente resultará posible cuando se identifique

plenamente la causa del SFC. Una confusión bastante común debe ser eliminada primero. El SFC no debe confundirse con la depresión clínica. Los

pacientes deprimidos se caracterizan por una carencia de motivación, en tanto que las personas con SFC desean llevar a cabo sus asuntos diarios pero

resultan frustrados porque no pueden reunir las fuerzas necesarias. Además, en tanto que la depresión con frecuencia puede ser tratada con una variedad

de drogas llamadas inhibidores selectivos de la serotonina --la más conocida de las cuales es el Prozac-- éstas no funcionan para las personas con fatiga

crónica.



Una idea recurrente es que el SFC es generado por una infección.

Peter White, un investigador del Hospital de San Bartolomé de Londres, piensa que las dos terceras partes de los casos de SFC sí comienzan como

consecuencia de una infección.



La lista de infecciones sospechosas esmuy larga. Incluye al virus de Epstein-Barr (el principal causante de la fiebre glandular), las hepatitis A, B y C, la

meningitis viral, la toxoplasmosis, el cytomegalovirus y una rara enfermedad llamada fiebre Q. En los casos de las hepatitis B y C la causa de la fatiga

bien puede ser la persistencia de la infección más que el SFC.



El misterio del SFC no está de ningún modo resuelto; pero por lo menos parece que se están logrando progresos en el diagnóstico y se están dando los

primeros pasos hacia una cura.