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Uña y mugre

Paul McCartney cumple 50 años. El siguiente documento revela el primer encuentro con su gran compañero de fórmula, John Lennon.

6 de julio de 1992

LA MAS COMPLETA BIOGRAFIA DE LOS BEATLES acaba de ser traducida por primera vez al español. Del célebre libro de Peter Brown y Steven Gaines, SEMANA reproduce apartes poco conocidos de la infancia de estos dos gigantes de la música y del momento en que sus caminos se encontraron.
Liverpool en 1958 no era exactamente un ambiente de cuento de hadas para un romance. Era una suciedad torva, gris, con una población acosada. Antes una de las cuatro ciudades portuarias más activas del mundo, con gran aflujo de inmigrantes galeses, irlandeses y chinos; sus 250 hectáreas de dársenas profundas hicieron de ella, en la Segunda Guerra Mundial, una línea de aprovisionamiento fundamental al otro lado del Atlántico Norte y por ende un blanco primordial para las bombas hitlerianas. Cada noche, la Luftwaffe desencadenaba una verdadera tormenta de fuego sobre la ciudad, convirtiéndola, de una ciudad animada y próspera, en una corteza de piedra arenisca llena de cráteres, de donde nunca se elevó ningún fénix. Los puertos quedaron tan deteriorados, que se decía en broma que un hombre podía cruzar el río Mersey por sobre los cascos de los buques hundidos. Las hilanderías de algodón de Lancashire y la Bolsa Algodonera, que eran el nervio industrial de la ciudad, quedaron casi clausuradas durante la guerra y jamás revivieron.
La ciudad recibió el nombre del ave Liver (liveah), que antes fuera el simbolo del rey Juan, un águila con una flor de lis en el pico. Pero en 1644, cuando la ciudad fue reconstruida por el príncipe Ruperto, se creyó que el ave Liver era un cormorán sosteniendo un trozo de alga. Así, la humilde gaviota que sostenía un caído manojo de hierba marina pasó a ser el emblema de la ciudad. Hay una enorme escultura de un ave Liver en lo alto del edificio de Seguros Reales Liver, frente al Mersey. Según la leyenda, si cae el ave, caerá también Liverpool, de modo que está cuidadosamente amarrada al edificio con cables. Asombrosamente, esa escultura fue una de las pocas cosas que quedaron en pie después de las incursiones aéreas de la Segunda Guerra Mundial. John Winston Lennon nació durante una de esas colosales incursiones aéreas, el 9 de octubre de 1940, en una sala de maternidad de la calle Oxford. Fue el resultado de un largo romance, serio tan solo a medias. Su madre, Julia Stanley, había conocido a su padre, Fred Lennon, 12 años atrás en Sefton Park, uno de los pocos oasis verdes de Liverpool. Fue un día primaveral, y Fred era un apuesto joven de 16 años que esa misma semana había salido del orfelinato en el cual creciera. Llevaba puesto un sombrero de hongo que acababa de comprar para impresionar a las chicas. Cuando Julia se lo encontró paseando por el parque, le dijo:
- Estás ridículo.
-_Estás encantadora -respondió Fred sonriendo, y lanzó su sombrero al lago.
Los padres y las cuatro hermanas de Julia desaprobaron con vehemencia a Fred Lennon, pero Julia pensaba que los dos hacían buena pareja. Tercera hermana más joven, ella era una muchacha obstinada, aficionada a la diversión, con pómulos altos y ojos traviesos oscuros. Le encantaba ser pícara y levemente desaforada, y salir de juerga por la noche. Fred se consideraba muy habilidoso y le tocaba canciones de amor con su banjo, en el bar. Julia creía tener un "perfil perfecto". Sin embargo el casamiento tardó más de una década en llegar, debido principalmente a la carrera de Freddie como camarero en buques transatlánticos y la desaprobación de la familia de Julia. Un día de diciembre de 1,938, como una especie de travesura para fastidiar a la familia de Julia, ambos leyeron las amonestaciones en la Oficina de Registro y se casaron. Como celebración, pasaron la noche en una sala cinematográfica, tras lo cual Julia regresó a su casa y Fred a la suya.
Dos años más tarde, cuando nació John, Fred se hallaba en alta mar. Y en alta mar se quedó. Cada mes el único contacto de Julia con él era una visita a la oficina del astillero para retirar los pagos por manutención que Fred enviaba para ella y el pequeño John. Los pagos cesaron cuando John tenía 18 meses. Al cabo de un tiempo, Julie dio por perdido a Fred, sin esperanza de volver a tener noticias suyas. Le llegó el rumor de que había desertado del barco; nadie supo qué le había pasado.
El pequeño John cumplió cinco años antes de que apareciera su padre, con los bolsillos repletos de dinero, jactándose de una extraordinaria aventura. Freddie afirmaba que no había desertado del barco, en absoluto, sino que se había emborrachado durante una escala en Nueva York y no había logrado volver a bordo a tiempo. Lo arrestaron y lo condujeron a una prisión en la isla de Ellis, de donde con el tiempo fue trasladado a un barco mercante que partía hacia Africa del Norte. Su fortuna tampoco resultó mucho mejor en el mercante, de donde fue acusado de robar una botella de licor de la bodega.
Cuando finalmente la nave atracó en Africa, Freddie fue arrojado a la cárcel por tres meses. Dejado finalmente en libertad, había emprendido el largo regreso a su patria, involucrándose en diversos chanchullos de guerra, principalmente vendiendo medias en el mercado negro, y se había enriquecido. Reapareció en Liverpool lleno de dinero fácil para su esposa y su hijo.
Julia no se impresionó en absoluto con el dinero de mercado negro que traía Fred, y no lo estaba esperando, ni mucho menos. A decir verdad quería el divorcio. Hacía un tiempo que tenía relaciones con otro hombre, con quien quería casarse. Consternado, Fred dijo que lo pensaría, pero antes pidió llevarse a su hijo para unas breves vacaciones en el centro turístico marítimo de Blackpool, así podría conocerlo. Freddie dijo que un amigo suyo había alquilado una casita donde se alojarían. Aunque Julia no aprobaba la idea, sintió que no podía negar a Fred la compañía de su propio hijo, y permitió que John se fuese con su padre. Fred Lennon no tenía intención alguna de volver jamás con John. El compinche de Fred en Blackpool ya estaba haciendo arreglos para que los tres emigrasen a Nueva Zelanda, que, según había oído decir Fred, era un país en auge de posguerra y el sitio adecuado para que un hombre avispado reanudara su vida. Fred estaba dispuesto a subir al próximo carguero con John y dejar Inglaterra para siempre. Inesperadamente Julia se presentó a la puerta reclamando la devolución del niño.
_Yo también me he acostumbrado a John ahora le dijo él-, y me lo voy a llevar conmigo.
_Nada de eso -respondió con firmeza Julia-. ¿Dónde está?
Para gran sorpresa de Julia, Freddie sonrió cálidamente y se le acercó, diciendo:
_Me doy cuenta de que, en realidad, todavía me amas. ¿Por qué no vienes con nosotros? Podríamos empezar de nuevo.
_Julia dijo que la idea era absurda. Freddie siempre había sido un soñador, y en ese momento estaba soñando. Lo único que ella quería era recuperar a su hijo. Fred insistió en que tenía tanto derecho al pequeño como ella. Entonces hubo un gran escándalo en el cual Julia desafiaba a Fred para que tratara siquiera de llevárselo. Al final resolvieron dejar que el pequeño John decidiera con quién quería quedarse, tal como se hacía en las películas. Freddie lo llamó y él acudió corriendo a la sala de estar. Quedó complacido y entusiasmado al ver allí a su madre.
_¿Vas a volver, mamá? le imploró-. ¿Vas a volver?
_ No, no quiere -le dijo su padre-. Me voy a ir a Nueva Zelanda, y tu mamá va a regresar a Liverpool. Ahora, ¿con quién quieres irte? ¿Con tu mamá o conmigo?
El rostro del niño se ensombreció. Miró a Julia, hizo una pausa, luego miró a su padre y repuso:
_Contigo.
Freddie sonrió orgulloso y satisfecho. Julia dio un paso hacia su hijo.
_Oye, ¿estás seguro? -preguntó al niñito.
John alzó la vista hacia ella, luego hacia su padre, y asintió con la cabeza. Julia se despidió de él con un beso y salió mientras John se aferraba a la rodilla de su padre. Se alejaba por la calle cuando oyó los gritos del pequeño.
_¡Mamá! ¡Mamá! ¡He cambiado de idea!
Escapó de la casa y corrió por la calle en pos de ella.
Esa fue la última vez que Fred Lennon oyó o vio a su hijo, hasta que se enteró de que John se había convertido en algo llamado un Beatle.
..
No era Julia, en realidad, quien quería recuperar a John; era su hermana mayor, Mimi Smith. Fue Mimi quien insistió en que Julia viajara a Blackpool para traer al pequeño, y Mimi quien lo aceptaría y lo criaría como propio. Casada, pero sin hijos, Mimi se enamoró del bebé desde el momento en que lo vio en la maternidad de la calle Oxford. Tanto se extasió con él, que hasta dio celos a Julia. "Vaya cosa", refunfuñaba ésta. "Lo único que he hecho yo es tenerlo." Pero la maternidad no había embotado su apetito por la vida nocturna, y poco después de la primera desaparición de Fred, Mimi empezó a cuidar al pequeñín, alimentándolo, haciéndolo eructar y cambiándole los pañales como si fuera suyo.

Mary Elizabeth Smith y su marido George, que era dueño de una lechería local, llegarían ha ser lo más cercano a una madre y un padre verdaderos que John conociera jamás. Vivían en una casa semiindependiente, inmaculadamente limpia, en la avenida Menlove 251. No era una zona pobre, como se le ha descrito a menudo, sino una zona de clase media bastante agradable, llamada Woolton. "Mendips", como bautizaron grandiosamente a la sencilla casa, tenía ventanas saledizas, un lindo jardín con macizos de flores muy cuidados, y varios dormitorios, que a veces se alquilaban a estudiantes para obtener unos ingresos adicionales. Mimi era una mujer flaca, pero vigorosa, con cabello oscuro y una sonrisa cálida, aunque poco frecuente, que mostraba sus perfectos dientes blancos. Amaba entrañablemente a John, pero también estaba convencida de que no era bueno escatimar castigos a un niño y era tan dura con él, como trataba de ser justa. Le permitía ir a ver películas tan solo dos veces al año, y la asignación semanal de John fue apenas de cinco chelines hasta que tuvo 14 años.
Los domingos, Mimi se ocupaba de que John fuese a la escuela eclesiástica para recibir lecciones sobre la Biblia y cantar en el coro. Fue confirmado cuando cumplió 15 años. Si alguna vez John fue mimado siendo niño, fue por su tío George, a quien aquel recurría para obtener un chelín más o autorización para ver la más reciente película de Walt Disney en la sala cinematográfica del centro. Su mayor placer, sin embargo era ir a la feria que tenía lugar cada verano en la casa de huéspedes del Ejército de Salvación para mujeres jóvenes, llamada Strawberry Fields, que estaba a la vuelta de la esquina con respecto a Mendips.
El niño de dorados cabellos se parecía a la familia de Julia, y mucha gente creía que John era hijo propio de Mimi. Nunca se les corregía. A Mimi le avergonzaba tanto la situación de Julia y Fred, que nunca pudo llegar a comentarla con el pequeño. Cuando John preguntaba por sus verdaderos padres, Mimi solía decirle que ya no se querían y que su padre estaba tan acongojado, que no se atrevía a regresar. John no tardó en olvidarse de Fred."Era como si se hubiera muerto", decía él. Pero de Julia no. Julia siguió siendo un espectro viviente en la vida de John. Solía aparecer inesperadamente en Mendips, pidiéndole cariño y afecto. Luego, de modo igualmente repentino, desaparecía y no se sabía nada de ella durante meses. Estas visitas eran como un tornado que caía en la vida de John, quien se veía atrapado en un torbellino emocional. Al resultarle imposible encender y apagar sus emociones, pronto apagó todo sentimiento hacia ella. Durante los más largos períodos de ausencia de Julia, John solía tranquilizarse en una sensación de seguridad con Mimi y George, sólo para que Julia apareciese de la nada y lo persiguiera otra vez.
En una ocasión, Julia llegó a la casa de la avenida Menlove vistiendo un abrigo negro con el cuello alzado en torno a la cara que tenía magullada y sangrante. Ante el niño fingió haber tenido un accidente en el camino a Mendips, pero John supo que esto no era cierto. Barruntó que alguien la había golpeado y se escondió en el jardín para no tener que mirarla. Cuando John tuvo la edad suficiente para estar inmerso en la escuela y en sus amigos Julia dejó de ir a verlo definitivamente. Una vez John preguntó a Mimi adónde había ido Julia, dónde vivía, pero Mimi se limitó a responderle: "Lejos, muy lejos de aquí."
En la escuela primaria Dovedale, John demostró, ser un estudiante precoz, rápido para aprender, que se aburría con facilidad. Tenía además un sentido del humor muy peculiar, casi maligno. Aunque jamás le interesaban sus tareas escolares, se pasaba horas en su escritorio dibujando caricaturas satíricas acerca de sus maestros y condiscípulos, junto con poemas y cuentos llenos de retruécanos. Mimi lo alentaba a leer y le proporcionaba diversos libros de la biblioteca local, incluyendo "El viento entre los sauces", el cual John revivió muchas veces mentalmente después de leerlo. Le gustaba especialmente leer poesía, y el poema disparatado de Lewis Caroll, "Jabberwocky". perteneciente a "Alicia al otro lado del espejo" pasó a ser su favorita. Su héroe era el ruin protagonista doceañero de la serie de libros infantiles "Guillermo el travieso".
Con todo, pese a la buena crianza cristiana, el amor y el cariño que había recibido en Mendips, John tenía una vena de ira y rebelión. Tal vez fuera ese algo que había de su madre y de su padre, que a su propio modo eran muy parecidos o tal vez fuesen simplemente la herida oculta de haber sido abandonado por ellos. Desarrolló un ingenio rápido y corrosivo, y solía enfrentarse a quien lo desafiara, ya fuese verbal o físicamente. Le encantaba, en particular, lacerar verbalmente a una víctima indefensa, cuanto más indefensa mejor. Con sus compinches del barrio, Ivan Vaughan, Nigel Whalley y Pete Shotton, John daba rienda suelta a jugarretas escolares cada vez más peligrosas. Con John como cabecilla, él y los otros muchachos robaban dulces y juguetes en las tiendas locales. Al crecer en años robaba por encargo e inició un activo negocio de cigarrillos del mercado negro. Una hazaña favorita era treparse a un árbol, columpiar un pie al paso de un autobús que se acercaba y retirarlo en el último instante.
A la madura edad de 12 años, cuando empezó en la Escuela de Quarry Bank -una pequeña y estricta escuela pública cercana a Mendips-, ya era un famoso cabecilla de barrio y terrorista callejero. Sus fechorías iban de la simple insubordinación de ser atrapado, con un poema obsceno, "del tipo que uno lee para lograr una erección", explicaba. Cuando llegó a la adolescencia, fue de mal en peor. Una nueva treta era torturar a infortunadas jovencitas del barrio agarrándolas de las bragas y bajándoselas hasta los tobillos. Una vez, cuando John y Pete Shotton fueron llamados a la oficina del subdirector de la escuela para ser castigados por una de sus muchas transgresiones, John se orinó en los pantalones, de modo que la orina corrió por el suelo de la oficina. Cuando los jóvenes se marcharon, el subdirector quedó totalmente atónito al encontrar un charco amarillo al otro lado de su escritorio. Ese día John volvió a Mendips con las costuras interiores mojadas, pero la broma valió la pena por la fama que le dio ante sus condiscípulos.
Al llegar a su tercer año en Quarry Banks, John había sido rebajado al final de su clase. Un maestro puso en su informe: "No hace más que desperdiciar el tiempo de otros alumnos". Mimi no lograba entenderlo. Aunque gobernaba Mendips con mano férrea, no podía controlar a John. Lo reprendía y lo exhortaba, lo amenazaba con toda clase de castigos, pero eso no parecía tener efecto alguno en el muchacho. Lo que más la alteraba eran sus raterías, y cuando John le robó tanto dinero de la cartera que finalmente Mimi debió advertir que él le robaba de manera habitual, lo azotó. No obstante, nada parecía detenerlo.
Un lunes de junio de 1953, al volver de unas vacaciones en casa de una tía, John encontró a Mimi sollozando sobre la mesa de la cocina, mientras cortaba zanahorias.
_¿Qué pasa, Mimi? -preguntó John, con los ojos dilatados.
_Tu tío George ha muerto -le dijo ella.
El día anterior habían llevado a George al hospital, por algo que según sospechaban era cirrosis hepática. Allí había muerto inesperadamente de una hemorragia cerebral. John quedó aturdido; otro progenitor que desaparecía en un abrir y cerrar de ojos.
Mientras la casa empezaba a llenarse lentamente con parientes de Mimi y George, el impacto de lo sucedido lo alcanzó. Avergonzado de mostrar su pena en público, John se ocultó arriba, en el dormitorio, donde pronto se reunió con él su prima Leila. Sentados en la cama, los dos empezaron a reírse. Siguieron de esa manera, riendo durante horas y horas, ahogando el ruido cuando algún adulto se acercaba a la puerta. John se sentía horriblemente culpable por la risa, pero al parecer no podía llorar. Tenía tan sólo 13 años y se estaba habituando a perder seres queridos.
Al menos, eso creía él.
. .
Pocos meses después de morir el tío George, Julia reapareció súbitamente en Mendips. Pero esta vez no era, en absoluto, la mujer de abrigo negro con la cara ensangrentada que él recordaba. Esta era una mujer joven, atractiva, animosa, con un sentido del humor asombrosamente parecido al suyo. Por cierto, Julia era prácticamente tan pícara como John. Resultó que no había estado viviendo lejos, nada lejos de allí, como decía Mimi, sino a pocos kilómetros de distancia, en Spring Wood. Vivía con un camarero a quien John apodó "Twitchy" (crispado, contraído) debido a un tic facial. Julia había tenido dos hijas con Twitchy, pero aún estaba legalmente casada con Fred.
Cuanto más llegaba John a conocer a Julia, más le agradaba. En verdad, no sería inexacto decir que John se enamoró de Julia. Esta resultó ser mucho más una compinche que una madre. John deliraba acerca de ella ante todos sus amigos, y esperaba impacientemente su regreso a Mendips. Juntos se inspiraban mutuamente para alcanzar nuevas cumbres de barrabasadas. Al parecer, Julia era capaz de hacer cualquier cosa para impresionar a John y a sus amigotes. Una vez, para que se rieran los muchachos, se alejó calle abajo con sus bragas atadas en torno a la cabeza como un pañuelo. Otra vez hizo desternillar de risa a John y a Pete Shotton al ponerse el armazón de unas gafas sin cristal. En la calle, solía detenerse para preguntar la hora a un desconocido, e impasible rascarse la ceja a través del armazón, divirtiendo a los muchachos. Cuando estuvieron de moda las camisas de colores vivos para hombres -y Mimi había prohibido a John que las usara-, Julia le compró una.
La influencia de Julia sobre John se evidenció asimismo en la escuela. Se volvió más violento y más despreciativo hacia la autoridad, y ahora las llamadas a Mimi desde la escuela eran casi cotidianas. Las frecuentes palizas no parecían tener efecto alguno en él. Aunque delgado, era alto y fuerte, y su fuerza era alimentada por un carácter feroz. Cierto día, una discusión con un preceptor escolar se convirtió en pelea a puñetazos. John apabulló tan fácilmente al maestro frente a los demás estudiantes, que éste nunca comunicó el incidente a las autoridades de la escuela. En fin de cuentas, John fue suspendido de la escuela por una semana, lo cual se consideraba el castigo más severo y más vergonzoso, después de la expulsión. No obstante, cuando John volvió a la escuela el lunes siguiente, nada cambió. A los 16 años fracasó en todos sus niveles 0, el examen que todos los muchachos de su grupo de edad hacían para determinar si continuarían su educación. Para su año final, era el último en su clase de 20 alumnos.
Su carrera académica parecía acabada hasta que, en su quinto y último año, Mimi se las arregló para sonsacar una fría carta de recomendación al señor Pobjoy, el director, quien escribió que John "no era irredimible y posiblemente pudiera convertirse en un adulto más o menos responsable que quizá llegara lejos". Pobjoy logró incluso una entrevista para John en el Colegio Superior de Arte de Liverpool. Al parecer, el dibujo era la única materia que interesaba a John, aun cuando Pobjoy no pensaba informar a la junta de admisiones de dicha institución de que John había fracasado en su examen final de arte al dibujar un jorobado grotesco, con verrugas sangrantes, para ilustrar el tema "viaje". Con gran mortificación de John, Mimi insistió en acompañarlo al colegio superior de arte para su entrevista, temerosa de que solo, se perdiera y no llegara nunca. Para gran alivio de Mimi, John fue aceptado para el otoño de 1957. Julia fue a Mendips para celebrar con ellos el futuro de John como artista.

Pero al llegar ese verano se había puesto en claro que John no estaba interesado en su educación, ni en el arte, ni siquiera en su futuro. Lo único que interesaba a John parecía ser la manía norteamericana llamada rock and roll, un derivado del rhythm and blues de los negros, con un prominente toque de batería. En Inglaterra no había en la radio música de rock and roll. A decir verdad, no existía la radio comercial en el sentido en que la conocían los norteamericanos. Mientras que en Norteamérica había miles de emisoras de radio competitivas, libres para poner aquello que quisieran, en Inglaterra la British Broadcasting Corporation controlaba las tres emisoras de radio existentes y sus contenidos. La emisora del Hogar era regional y presentaba noticias, comentarios de actualidad y obras teatrales, con pocos interludios musicales. La emisora Ligera ponía música moderada, que era necesariamente diversificada debido a los programas que recibían peticiones por escrito, tales como "Los favoritos de la familia". No obstante, el sindicato de músicos regulaba cuidadosamente la cantidad de música pregrabada que se permitía en cada programa, de modo que se contrataran músicos en vivo para tocar viejas piezas tradicionales. La tercera emisora Clásica, sólo presentaba programas hablados serios y música clásica.
Para John Lennon, en Liverpool, sólo había dos maneras de escuchar rock and roll. Una era con grabaciones que los jóvenes que trabajaban en las líneas navieras solían traer consigo desde Norteamérica; la otra era Radio Luxemburgo, una emisora de radio comercial de propiedad privada, cuya señal era tan fuerte que llegaba a casi toda Europa Central y Gran Bretaña. Todas la noches, a las ocho, solía haber "Servicio Inglés", en cuyo transcurso las compañías de grabación inglesas compraban bloques de tiempo de transmisión a fin de presentar su producto. John solía escuchar el servicio inglés todas las noches con un receptor barato, en su dormitorio, electrizado por los sonidos tenues, chisporroteantes del rock and roll.
Entonces, tres incidentes musicales de importancia parecieron ocurrir uno tras otro. El primero fue una chifladura que pareció atrapar a Inglaterra en 1956, llamada skiffle. Era una variedad de la banda norteamericana con tablas de lavar y envases de latón; cualquiera que tuviese una tabla metálica de lavar o una lata vieja podía tocar skiffle. La canción que dio inicio a todo esto, la Rock Island Line, cantada con voz aguda y quejumbrosa por un joven llamado Lonnie Donegan, llegó a ser un himno de los adolescentes. Vino luego una película relativa a los delincuentes juveniles norteamericanos, llamada Blackboard Jungle (La jungla de la pizarra). La película no sólo idealizaba la rebelión adolescente en general sino que la canción central, Rock around the clock (Rock durante todo el día) se diferenciaba de cualquier cosa que se hubiera oído antes en Gran Bretaña. Cantada por un hombre de mediana edad, regordete y semicalvo, llamado Bill Haley, la música tenía una ferocidad arrolladora que a John le resultó casi narcótica. Finalmente llegó la encarnación musical y física del rock and roll, el primer astro del rock. No era una figura paterna como Bill Haley, sino un adolescente, la esencia de la lujuria y la rebelión juvenil fusionadas con la nueva música. Su canción se titulaba Heartbreak Hotel (Hotel de la angustia), y su nombre era Elvis Presley.
Elvis. Elvis. Elvis. ¡ElviS! Nadie oía otra cosa en Mendips, o en el apartamento de Julia y Twitchy. El cabello de Elvis, su vestimenta, su contoneo y sobre todo, su guitarra. Al cabo de unas semanas Mimi ya no podía soportarlo más. "Está muy bien lo de Elvis Presley, John, pero no lo quiero para el desayuno, la cena y el té".
John deseaba una guitarra más que todo lo que había deseado antes en su vida. Sorprendentemente no fue Julia quien cedió y se la compró, fue Mimi quien lo condujo a una casa de música en Whitechapel y le compró su primera guitarra por 17 libras. Una vez que la tuvo en sus manos, John no quiso dejarla. Era un modelo español, pequeño, con cuerdas baratas de alambre; él la tocaba continuamente hasta que le sangraban los dedos.
Julia le enseñó algunos acordes de banjo que había aprendido de Fred, y él empezó con ellos. Se pasaba todo el día sentado en la cama, y cuando Mimi trataba de echarlo al sol, él salía al pórtico y, apoyándose en la pared de ladrillo, practicaba en su guitarra tanto tiempo que Mimi creyó que desgastaría parte del muro con su trasero.
Al verlo desperdiciar hora tras hora, día tras día con esa maldita cosa, Mimi lamentaba habérsela comprado. "Está muy bien la guitarra, John", le advirtió, "pero nunca te ganarás la vida con ella".
El primer grupo de John se llamó los Quarrymen (Picapedreros), por el nombre de la escuela secundaria. En él estaban sus compinches del barrio Pete Shotton, Nigel Walley e Ivan Vaughan, junto con varios otros escolares que entraban y salían. Los Quarrymen, aunque lucían tarjetas de visita donde se anunciaba "Libres para actuaciones", como si esperaran recibir paga, tocaban con gusto donde hubiese un público para escucharlos. Se presentaron en numerosas competiciones que se llevaban a cabo en toda la ciudad y en bailes de estudiantes de secundaria. Tocaban en la parte trasera de los camiones en ferias callejeras, y en bailes y festejos parroquiales. En uno de esos festejos parroquiales, una calurosa tarde de sábado, 6 de julio de 1957, en la iglesia parroquial de San Pedro, en Woolton, Ivan Vaughan invitó a un condiscípulo llamado Paul McCartney. El joven McCartney -tenía sólo 14 años en aquel entonces- no fue porque le interesara escuchar a los Quarrymen; fue porque Ivan Vaughan lo había convencido de que el festejo sería un excelente lugar para conquistar chicas.
A esa edad, James Paul McCartney ya estaba conquistando chicas. Una vez dijo orgullosamente que le interesaban las chicas desde que podía recordar. A los 15 ya había perdido su gordura infantil y se había convertido en un bonito y autoproclamado símbolo sexual con ojos de gacela. A los 15, cuando perdió su virginidad con una confiada jovencita de la escuela, se lo contó a todos al día siguiente y escandalizó a la pobre muchacha. Las chicas eran su preocupación fundamental, y en eso pensaba aquel día de 1956 mientras iba en bicicleta al vasto terreno situado en lo alto del camino de la iglesia, donde ya estaba celebrándose el festejo. Vestía una chaqueta deportiva blanca, de solapas anchas, que le llegaba a medio muslo, y unos ajustadísimos pantalones negros. Tenía el cabello peinado en un tupé formidable.
La fiesta había empezado con un desfile por las calles, tras lo cual hubo una feria con puestos improvisados donde se vendían tortas caseras y pasteles de riñón; una demostración por un equipo de perros de policía amaestrados, pertenecientes a la fuerza policial de Liverpool, y la actuación de una banda local llamada los Quarrymen. Desde cierta distancia, Paul observaba y escuchaba tocar a los amigos de la infancia de Ivan Vaughan.
Más tarde, en el fresco salón de la iglesia, Paul tomó prestada la guitarra de uno de los muchachos y empezó a alardear con ella. Entre su público inmediato, Paul era evidentemente un virtuoso. Los muchachos quedaron particularmente impresionados, no porque él tocara tan bien sino porque sabía afinar una guitarra, un talento que, hasta entonces ninguno de ellos había podido dominar. Tan solo escuchando la radio, él era capaz de aprender todos los acordes y la letra de las canciones más populares, incluyendo el Twenty flight rock (Rock de los veinte tramos), un nuevo favorito que era demasiado complicado para que los otros lo entendieran. Además cantaba en el tono exacto, con una voz dulce, fácil, que le permitía alcanzar notas altas con tan poco esfuerzo como un niño de coro. Mientras tocaba para ellos el Twenty flight rock haciendo volar los dedos en la difícil secuencia de guitarra, notó que un viejo borracho se apoyaba en él, échandole en la cara su aliento a cerveza. Cuando Paul miró el rostro del sujeto, se dio cuenta de que no era un viejo, ni mucho menos, sino un muchacho que no tenía mucho más de 16 años. Alguien dijo:
_Este es John.
"Está borracho", pensó, Paul, pero se limitó a decir:
_¿Qué tal?
A regañadientes, John quedó impresionado con la destreza guitarrística de Paul, pero su orgullo le impedía admitirlo. Mientras observaba a Paul, pensó: "Es la mitad de bueno que yo".
Paul, magnánimo como siempre, se ofreció a anotar toda la letra del Twenty flight rock y de Be Bop a Lula, de Gene Vincent, para que John pudiera aprendérselas. Pocos días más tarde, Paul cruzaba el campo de golf de Allenton en su bicicleta cuando se encontró con Pete Shotton.
"Oye", le gritó Shotton. "Ellos dicen que les gustaría mucho tenerte en la banda, si deseas unirte a ella".
. .
En la familia de McCartney había ciertos precedentes para la facilidad musical de Paul, así como para sus inquietudes amorosas. El padre de Paul James McCartney fue a su vez un soltero divertido, y también músico, hasta que se casó a los 39 años. Aunque antes de la guerra Jim se mantenía trabajando de día en la Bolsa Algodonera, por las noches y los fines de semana era director de una orquesta de Swing muy popular en Liverpool, llamada la Banda de Jazz de Jim Mac. La abandonó únicamente porque sus dientes postizos le impedían tocar bien la trompeta. En 1941, Jim se casó con Mary Patricia Mohin, una buena católica irlandesa que era enfermera diplomada y partera. Tenía 32 años cuando se casó con James, y de inmediato quedó embarazada con el primer hijo de ambos. Jim, eximido del servicio militar por un problema auditivo, fue a trabajar en una fábrica de motores de aviación cuando la guerra cerró la Bolsa Algodonera. Pasaba sus noches en "guardia de incendios" durante los bombardeos nocturnos, y allí estaba la noche del 18 de junio de 1942, cuando nació James Paul McCartney en el Hospital General de Walton. A Mary, que antes había sido jefa de enfermeras de la sala de maternidad, se le dio un cuarto privado y tratamiento de personaje importante. Cuando llevaron a Jim al cuarto para ver por primera vez a su hijo recién nacido, el bebé gritaba, rojo y ensangrentado y Jim pensó que parecía "un horrible pedazo de carne roja". Esa noche cuando Jim volvió a casa del hospital, lloró por primera vez en años. Pronto se recuperó, sin embargo, y en 1944 nació un segundo hijo, Michael. Después de la guerra, Jim dejó su puesto en la fábrica de motos, para ocupar un cargo de inspector en el Departamento de Limpieza, lo cual significaba que iba por las calles en pos de los barrenderos para comprobar si las limpiaban