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Una tragedia absurda

La ministra de Educación, Cecilia María Vélez, ha sufrido el asesinato de su mamá y sus dos hermanos; una familia que ha dado un gran ejemplo de servicio al país.

11 de diciembre de 1980

Por muchos años los corredores de la casa principal de la hacienda Tablaíto, en el municipio de Frontino, lucieron rodeados de flores y llenos de niños que aprendían las lecciones de doña Gabriela White de Vélez. Entre los alumnos se mezclaban los hijos de aquella querida matrona y los de sus trabajadores.

Uno de los chicos que recibió 50 años atrás esas esmeradas clases de español y de amor al prójimo fue enterrado el viernes pasado en una ceremonia a la que asistieron el presidente Álvaro Uribe, varios ministros y colaboradores del alto gobierno y los amigos de la casa Vélez White. Era Bernardo Ernesto, hermano de la ministra de Educación, Cecilia María Vélez, secuestrado hace tres años y asesinado en cautiverio, igual que su madre y su hermano menor.

Enseñar, en ese hogar de madera y bahareque, adornado por jardines de buganvillas, hortensias y zapatos de obispo, fue una tarea de todos los días. Con paciencia y firmeza, allí se impartían conocimientos a los pequeños de los labriegos que ayudaban en las faenas del campo, en especial en la lechería y la siembra y el corte de la caña de azúcar.

No era una casa muy grande ni lujosa, pero sí la más bella entre Medellín y Turbo, porque le cabían mucha gente y mucho corazón, recuerda Mercedes Lucía, hija de doña Gabriela y hermana de Bernardo Ernesto. Los campesinos del valle de Musinga y de muchas otras veredas y corregimientos de la región llegaban en busca del apoyo y la ayuda de su maestra y benefactora.

Pero a esa pasión por el servicio, la solidaridad y el patronazgo justo la golpeó en los últimos 15 años la violencia del conflicto armado colombiano y en especial, una de sus prácticas más ignominiosas: el secuestro. Con la privación de la libertad llegaron, una a una, las muertes de tres miembros de un grupo familiar apreciado y reconocido en el occidente de Antioquia por sus aportes al desarrollo y al bienestar colectivos.

La armonía y la paz que reinaban en Tablaíto se rompieron el 23 de mayo de 1991, cuando la guerrilla secuestró a doña Gabriela y un mes después fue hallada muerta en un paraje cercano de su casa. Ese momento marcó el inicio de un difícil período para la familia Vélez White, pero también para casi todos los habitantes de Frontino, que la consideraban una mamá.

Seis años después, el 6 de agosto de 1997, un nuevo episodio sacudió a los Vélez White: Félix Antonio, de 45 años, murió al ser baleado por la espalda cuando intentaba huir de un retén que un grupo armado ilegal montó en una carretera de la región. La semana pasada, en un paraje de Cañasgordas, occidente de Antioquia, las autoridades hallaron los restos de Bernardo Ernesto Vélez White, secuestrado el 23 de marzo de 2001 por guerrilleros del frente 34 de las Farc.

El mayor de los White, que al momento de su secuestro tenía 58 años de edad, era agrónomo de la Universidad Nacional y había heredado de su madre y de su padre, el ingeniero Juvenal Vélez, la sonrisa y la cordialidad, pero sobre todo la tenacidad para aprender y enseñar "la tecnificación del campo" con el ánimo de llevar el progreso a Frontino.

Aun contra las dificultades vividas luego del asesinato de su madre Gabriela y de su hermano Félix, y también en medio de las agresiones constantes de los actores armados ilegales en los municipios del occidente de Antioquia, Bernardo Ernesto mantenía viva la decisión de sacar de la postración al campesinado y a los dueños de las fincas del terruño donde se había criado. El día que los guerrilleros se lo llevaron, cuando caía la noche, viajaba a llevar algunos pagos y a impulsar los proyectos de cooperativas de la zona.

La tarde del viernes pasado, la familia Vélez White rindió un último homenaje a Bernardo Ernesto en la capilla del colegio San Ignacio, en Medellín, de donde era egresado el líder agroindustrial, al parecer asesinado poco tiempo después de ser secuestrado.

Riego de vida

Son numerosas las historias que han mitificado la figura de doña Gabriela White y su familia en Frontino, Antioquia. Sus obras y sus gestos dieron para que germinara un afecto entrañable por ella entre los pobladores de la región.

"Llegué a Tablaíto porque allá íbamos quienes necesitábamos una voz, una guía. Los jóvenes del campo teníamos la única opción de cursar quinto y sexto de bachillerato en el casco urbano. Doña Gabriela ayudó a fundar el Hogar Campesino y allí nos recibía y, por su cuenta y con algunas ayudas de la parroquia, nos daba la alimentación, el alojamiento y el estudio, a unos 200 muchachos", narra John Jairo Vargas Roldán, secretario de Gobierno del municipio de Frontino.

El día que la señora White le ofreció apoyo a John Jairo, hijo de un campesino y cortador de caña de azúcar de la región, le pidió que la ayudara a trasplantar y reacomodar las matas de los corredores floridos de Tablaíto. "Se acudía a ella porque sabíamos de su bondad".

Hoy, a sus 34 años, con el título de ingeniero civil, el funcionario observa cómo aquella mano tendida le permitió realizar sueños a él y a decenas de coterráneos. "A muchos puede parecerles insignificante, pero una persona de esas se atraviesa en el camino y puede darle un giro de 180 grados a la vida de la gente. Esa es su herencia, porque siempre pensó que en la educación estaba el futuro del país".

Temple

Tan inglés como su apellido, heredado de inmigrantes británicos, son el orden y la metódica persistencia de los Vélez White para sacar adelante sus empresas en el campo. Quienes han compartido sus vidas con ellos les reconocen su desprendimiento pero también su carácter y su don de mando.

Doña Gabriela y sus hijos Bernardo Ernesto, Mercedes Lucía y la misma Cecilia María, hoy ministra de Educación del gobierno Uribe, han participado cada uno a su manera en la vida política del país. La matrona de la casa Vélez White perteneció al liberalismo y en sus últimos años de vida se constituyó en fiel colaboradora de Luis Carlos Galán. Durante sus años de vida pública se desempeñó como diputada a la Asamblea de Antioquia y secretaria de Educación.

Bernardo Ernesto, aunque no fue un abierto militante partidista, también tuvo breves incursiones en política. Mercedes Lucía, su hermana, anota que era muy inteligente para la política, "pero no fue amigo de incursionar directamente. En 1992 me acompañó por todas las veredas, Constitución en mano, durante mi campaña a la Alcaldía de Frontino".

En ese terreno, don Guillermo Gaviria Echeverri, director del periódico El Mundo de Medellín y líder liberal de otras épocas, define a Bernardo Ernesto como un hombre muy activo en los negocios de la ganadería y de la caña de azúcar y un galanista silencioso, porque eligió permanecer en la empresa privada.

La guerrilla, y en particular el frente 34 de las Farc, al mando de alias 'El Paisa', sindicado de los asesinatos del ex gobernador de Antioquia Guillermo Gaviria Correa, del ex ministro de Defensa Gilberto Echeverri Mejía y de ocho militares cautivos, en mayo de 2003, se convirtió en verdugo de los Vélez White y de los Gaviria, pero también de Frontino y del occidente de Antioquia.

Los sucesivos asesinatos y extorsiones terminaron por generar una crisis en la economía frontineña. Tablaíto, aquella hacienda sinónimo de prosperidad y buen trato, terminó en manos de los acreedores. Musinga, la hacienda de los Gaviria Echeverri, apenas recibe el mantenimiento necesario para que no se la trague el monte.

"Uno no encuentra explicación a la tragedia de los Vélez White. Lo cierto es que esos acontecimientos trajeron ruina y atraso a la región: antes había un trabajador por hectárea y hoy hay 1.300 hectáreas en las que apenas se dan empleos temporales. Una crisis de la que apenas hace tres años empezamos a salir", dice el alcalde de Frontino, Luis Fernando Varela.

Tablaíto fue entregada hace unas semanas a 55 familias, compuestas en su mayoría por los hijos y los nietos de los trabajadores de la finca. El Estado la adquirió y la cedió en un programa de reforma agraria. Los campesinos se organizaron en una cooperativa con el anhelo de buscar el progreso de la región, como lo querían los Vélez White, a quienes conocieron en aquella casa de jardines coloridos, mientras que doña Gabriela les enseñaba a dar todo por los otros.