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P O L I T I C A

¿Unión a la vista?

Con el referendo no sólo el gobierno se la está jugando toda. El Partido Liberal también está hipotecando su futuro político.

15 de mayo de 2000

Todavía no es claro si la propuesta del referendo del gobierno es para el Partido Liberal una caja de Pandora o una lámpara de Aladino. En el primer caso, si se destapa, sería el comienzo del fin de un partido con una profunda crisis de representación. Y en el segundo, si se frota, sería el inicio de una nueva e interesante etapa política y electoral para esta colectividad.

A primera vista el referendo había logrado lo que políticamente era considerado imposible: unir al Partido Liberal. En los días siguientes al anuncio presidencial, parlamentarios de distintas tendencias del liberalismo que no se reunían tête-à-tête hacía casi dos años se citaron de emergencia en los reservados de los hoteles y en la Dirección Liberal, como en las épocas más gloriosas del trapo rojo. Tanto liberales oficialistas como colaboracionistas e independientes —que sumados tienen mayoría parlamentaria— se sintieron maltratados por el Presidente cuando éste los metió a todos en la escoria de corruptos que pretende combatir el gobierno. Otros, que habían colaborado con el gobierno, se sintieron aún más ultrajados cuando se percataron de que uno de los puntos del referendo incluía la revocatoria del Congreso. Para ellos el referendo tenía sabor a traición.

En medio del torbellino político los liberales alcanzaron a proponer de todo. Unos para contrarrestar una aplanadora que podía pasar por encima de ellos. Otros porque querían hacer una reforma política más amplia y ambiciosa. Y otros más, la mayoría, porque aun si veían con buenos ojos la idea del referendo pensaban que había que hacerle ciertas modificaciones. De ahí que de los comunicados de las juntas parlamentarias y las declaraciones de los dirigentes liberales salieran propuestas tan insólitas como cantinflescas: desde una Asamblea Nacional Constituyente con 30 por ciento de cupos para los guerrilleros hasta la implantación de un régimen parlamentario.

Por lo pronto la gran mayoría del liberalismo está detrás de la tesis de apoyar el referendo del gobierno haciéndole algunos arreglos. Para el senador Juan Martín Caicedo, lo que está haciendo el Partido Liberal no es “ni revanchismo, como sostienen algunos; ni de oportunismo, como están haciendo otros. Es un acto de sensatez y cordura porque sinceramente no veo otra salida”. Por eso, frente al choque de trenes que ha provocado el referendo entre Congreso y gobierno, y la creciente polarización de la clase dirigente mientras el país está en llamas, se abre paso entre los liberales la idea de un gran acuerdo nacional.



Cohesión de barro

La gran pregunta detrás de los movimientos tácticos del partido es qué tan real y sólida es la incipiente unión liberal. Y aquí no hay que escarbar mucho para darse cuenta de que dicha unión obedece más a un primitivo instinto de supervivencia que a una íntima convicción política y programática que busca renovar las viejas estructuras del partido. Es una unión para protegerse y no para construir. “Esta unión, si se queda ahí, como un mecanismo de defensa, no tiene futuro”, dijo un senador liberal.

Las posiciones encontradas, los sorpresivos bandazos y las incoherencias del liberalismo frente al tema del referendo reflejaron las enormes grietas que aún existen entre sus corrientes ideológicas internas y los abismos que subsisten entre sus dirigentes. “La verdadera unión se puede hacer por medio de un proceso de transformación profundo a través de un proceso constituyente, sobre programas, nuevos estatutos, nuevos códigos de ética ”, dijo a SEMANA el ex designado Juan Manuel Santos. En este sentido el proceso de la constituyente liberal que pretende arrebatarle a los congresistas el poder del partido quedó en entredicho con la aparición del referendo. Si bien muchos liberales aspiran a que una reforma política general les ayude a adelantar una reforma dentro del partido, es muy probable que el referendo le quite espacio al tema de la constituyente liberal.

Por el momento gran parte de la unión del partido recaerá en quienes vayan a liderar el proceso dentro de la colectividad. Pero hasta ahora la búsqueda de opciones para una jefatura única los ha llevado a un callejón sin salida. Los ex presidentes, especie de sabios a quienes acuden siempre en momentos de crisis o de peleas insalvables, o no están disponibles o no es conveniente llamarlos. Nadie se imagina a estas alturas a un López o a un Turbay enarbolando las banderas del Partido Liberal del siglo XXI. Y el único con perfil renovador y capacidad de convocatoria, César Gaviria, ha dicho que tiene que cumplir su labor en la Organización de Estados Americanos (OEA). Hay, sin embargo, varios parlamentarios que piensan dirigirle a Gaviria una carta acompañada con el mayor número de firmas de congresistas para que asuma la responsabilidad histórica de sacar adelante el partido. En caso de no prosperar esta iniciativa lo más viable es una jefatura colegiada con caras nuevas y manejo político estilo Alvaro Uribe y Juan Manuel Santos.



Aladino o Pandora

Pero más allá de las reacciones de los liberales y sus respectivas explicaciones, lo que muy pocos se han puesto a pensar es cómo cambiarán las reglas del juego con el referendo. En el tema de las listas únicas, por ejemplo. ¿Se lanzarán los liberales en una lista única? ¿Es posible ver en la misma lista a Alvaro Uribe, Juan Fernando Cristo, Germán Vargas y Piedad Córdoba? Debido precisamente a las fricciones ideológicas, los celos políticos y los enfrentamientos éticos dentro del cascarón partidista hay varios sectores que bajo esas reglas del juego deben estar pensado en hacer toldo parte. Lo cual desencadenaría una atomización de partiditos liberales, grupúsculos de parlamentarios que fragmentarían aún más la política colombiana.

Otro punto es qué puede pasar con la implantación del voto obligatorio. Mientras los independientes creen que serán los más favorecidos con esta medida ya que el 60 por ciento de la opinión no se siente representada por ningún partido político, algunos liberales piensan que serán ellos los beneficiados porque esta medida obliga a votar a las clases menos favorecidas en las que el liberalismo tiene un fuerte arraigo popular.

Como están las cosas, con el referendo no sólo el gobierno se la está jugando toda. El Partido Liberal también se está labrando su futuro. Y, en coyunturas como las que vive actualmente el país, más vale no equivocarse: no es lo mismo abrir la caja de Pandora a frotar la lámpara de Aladino.