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CRISIS HUMANITARIA

La zozobra de los inmigrantes represados en Urabá

Más de 500 personas entre cubanos, haitianos, africanos y asiáticos están desde esta semana en el Urabá antioqueño por el cierre de la frontera con Panamá.

23 de mayo de 2016

El camino desde Cuba hasta Turbo, con unos dos mil dólares en el bolsillo, se puede demorar ocho días. Una vez se sale de la isla con destino a Guyana, se pasa a Brasil, luego a Leticia, capital del Amazonas, y desde ahí los coyotes, por 800 dólares, empacan al inmigrante en un vuelo chárter lleno de turistas que viajan de noche, pasaje que puede valer 150 dólares para los legales. Así llega a Medellín y luego al Urabá antioqueño, donde el viaje se estanca.
 
Pero no todos tienen tanto dinero, como Ernesto Suárez —26 años, mecánico—, que hace un mes se hartó de la represión del Gobierno cubano que, orillas para afuera, muestra una apertura irreversible, pero orillas adentro continúa en su estilo represivo. Hace un mes salió de Camaguey directo a Guyana, y hay que mirar un mapa para darse cuenta de que la ruta es salvaje, la pura prueba de que tirarse por el Caribe, océano abajo, en un viaje inverso, es la muestra más grande del desespero. Las olas estuvieron bravas y casi naufraga, pero lo duró vino cuando de Tabitinga, Brasil, a sólo dos pasos de Leticia, un coyote le dijo a él y a otros diez cubanos que la llegada a Puerto Asías era por la selva, primero ir a Perú y luego directo a Colombia por el río Putumayo. Les cobró, en total, 2.200 dólares por la travesía.
 
Los coyotes no siempre dicen la verdad y a este, más que verdad, le faltaba conocimiento. No conocía la selva y terminaron perdidos. Un viaje de tres días se demoró ocho, cuatro de ellos sin agua, sin comida. Caminaron, caminaron, caminaron y las mujeres empezaron a desmayarse. Al cuarto día un jaguar apareció detrás de ellos y había una serpiente rara de la que huían el guía y dos indígenas que se encontraron en el camino. Fueron los indígenas los que al octavo día dieron con un caserío, del que finalmente salieron con rumbo a Puerto Asís.
 
Una vez en la capital del Putumayo emprendieron viaje por Popayán, Cali, Medellín y, finalmente, Turbo, donde se encontraron con la noticia de que la frontera está y no se puede hacer mucho. Ernesto habla en el parque de Turbo, al lado de la misma iglesia donde el día que llegó a pedir ayuda le cerraron la puerta en la cara, no suda mucho porque está acostumbrado al calor, que en la tarde llega casi a los 40 grados centígrados, pero está nervioso, teme que las amenazas de algunos funcionarios de Migración Colombia sean ciertas, “que no nos devuelvan a Cuba, porque eso es ir directo a la muerte”.
 
Christian Kruger, director de Migración Colombia, rechazó las supuestas intimidaciones y casos corrupción de funcionarios de la entidad de control migratorio, a la vez que aseguró que los casos se están investigando, como sucedió el año pasado cuando se capturaron a siete funcionarios corruptos que trabajaban en el aeropuerto El Dorado.
 
Desde que el presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, cerró la frontera con Colombia hace diez días para evitar el narcotráfico, los inmigrantes —cubanos, haitianos, africanos, asiáticos— no han tenido más opción que quedarse en Turbo o coger la selva del Tapón del Darién, territorio de guerrilleros, paramilitares y contrabandistas, ruta por la que muchas han muerto. Aunque la decisión fue por el narcotráfico, Varela dijo: “Hemos tomado la difícil decisión de cerrar la frontera con Colombia para enfrentar el paso de migrantes irregulares. No permitiremos la presencia de personas sin estatus migratorio. Daremos trato humanitario, y en dos o tres semanas el sistema migratorio cambiará”.
 
La decisión está en firme, tanto que el jueves las autoridades panameñas devolvieron a 300 migrantes que habían ingresado a su territorio en busca de un camino que los lleve a Estados Unidos. Sobre esto, Cristian Hayer, director general del Servicio Nacional de Fronteras, dijo: “Hemos devuelto casi 300 migrantes entre cubanos y extracontinentales. Los estamos devolviendo a Colombia que es de donde ellos vienen”. Lo mismo ha querido hacer las autoridades colombianas, devolverlos a Ecuador, Perú o Brasil.
 
Hasta el viernes había en el Urabá, contados, más de 500 inmigrantes, y se sabe que el subregistro en temas ilegales puede ser enorme. Según cifras de Migración Colombia, el tráfico de migrantes estalló hace dos años. En 2014 se detectaron 2.111 casos; en 2015 fueron 8.855, y este año se cuentan más de 6.000, con cierre a abril, lo que puede significar un aumento de más del 100% para final de año. Por ahora, lo más de 500 migrantes, Con la expedición de salvoconductos, muchos de esos inmigrantes represados en Turbo viajaron a Capurganá y Sapzurro, corregimientos de Acandí, Chocó, donde está la frontera, una emergencia más para el Chocó, pues no han tenido como atender a esta población en la que hay mujeres enfermas y niños de pocos meses de nacidos. Todos los esfuerzos han corrido por cuenta de la población civil.
 
El alcalde de Turbo, Alejandro Abuchar González, que ha estado al frente de la situación, aseguró que, por ahora, los inmigrantes tienen permiso para moverse por el municipio hasta que la Cancillería tome una decisión, pero la Cancillería aún no se pronuncia y el martes habrá un consejo de seguridad con el gobernador de Antioquia a la cabeza, decidirán qué hacer, pero los cubanos tienen claro que no se van a mover para el sur, su destino es el norte. El coronel Javier Sierra, comandante de la Policía Urabá, aseguró que hasta el momento se ha guardado la seguridad de los viajantes y que se la ha recomendado no seguir el camino que les proponen los coyotes y por el que cobran hasta 500 dólares por persona.
 
Los primeros en moverse para ayudar a los inmigrantes fue la población civil. Varios comerciantes de Turbo acondicionaron una bodega para que estos pudieran descansar. Además, solicitaron ayuda de una brigada médica y hasta el momento les han brindado alimentos, agua, medicamentos y ropa. Mientras tanto, los cubanos se quejan porque nadie les ha preguntado qué es lo que quiere. Ignacio Jesús, de 58 años, ingeniero naval exmiembro de la Armada cubana, aseguró que ellos quieren un medio de transporte para llegar a Estados Unidos, “entre todos podemos pagar el pasaje, y ayudamos al que no tenga porque nosotros somos como hermanos”.     
 
Mientras en Turbo los ciudadanos cuidan de los cubanos, la Gobernación de Antioquia y el Gobierno Nacional han dicho poco sobre el problema de los inmigrantes. Que siguen en un limbo. Para entender un poco lo que piensa un cubano se puede escuchar a Ariel, de 42 años:

“Quiero agradecerle al pueblo de Turbo, nos han dado comida, de todo. La gente de migración nos quiere obligar a subirnos a un avión, pero no lo haremos. Quiero pedirles a los hermanos cubanos que luchen por nosotros. Estados Unidos nos abre los brazos y todos los países nos cierran las puertas. A Cuba no podemos regresar porque allá somos nadie. Quiero llegar a los Estados Unidos porque allá hay libertad de expresión, como aquí. En Cuba no somos libres y no quiero hablar de política porque no tengo cuando parar”.