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| Foto: Jorge Restrepo

POLÍTICA

Crónica del reversazo de la consulta de Uribe

El expresidente finalmente decidió que una convención elegirá el candidato único de su movimiento.

19 de octubre de 2013

Hace 70 días el expresidente Álvaro Uribe, cual director de orquesta, anunció la partitura política que su movimiento tocaría en la carrera por la Presidencia de la República del próximo año. Tras varias semanas de deliberación, el Centro Democrático escogería su carta para enfrentar a Juan Manuel Santos en una consulta popular. El mismo día de las elecciones al Congreso Luis Alfredo Ramos, Francisco  ‘Pacho’ Santos, Óscar Iván Zuluaga, Juan Carlos Vélez y Carlos Holmes Trujillo competirían por el estandarte uribista. 

El cálculo era simple: una amplia participación en los comicios del próximo 9 de marzo sería el impulso suficiente para subir al candidato único a la cresta de la opinión. Sería una reedición de la Ola Verde de Antanas Mockus en 2010 y el ganador evidente de la decisión fue Pacho Santos, líder del bloque uribista en las encuestas. Santos, la opinión, y Ramos, la maquinaria, protagonizarían un movido pulso que le daría legitimidad al naciente movimiento. Zuluaga, el ‘preferido’ por el círculo íntimo de Uribe, quedó desdibujado en medio de estas dos opciones. 

Hoy el anuncio del exmandatario hizo agua. Dos de los competidores iniciales, Ramos y Vélez, quedaron por fuera de la arena política; el primero por una investigación judicial que lo envió a la cárcel de manera preventiva, y el segundo por no haber renunciado a su partido en marzo pasado.

El pulso parecía  que iba a ser entre Santos y Zuluaga, los dos precandidatos más connotados del uribismo que quedaban en pie. Sin embargo, silenciosa pero efectivamente, los enemigos de la consulta desataron un pulso intestino que llevó al primer reversazo de la oposición uribista. Ahora, en vez de las urnas de marzo, el Centro Democrático elegirá al candidato en un cónclave interno que se celebrará el viernes y el sábado próximos. 

La historia de este timonazo tiene varios protagonistas, que al mejor estilo de una novela negra de conspiraciones e intrigas, pusieron su cuota para sumir al uribismo en su primera crisis interna. En poco más de dos meses la unidad de este movimiento de oposición empezó a resquebrajarse por varios frentes. 

La primera voz disonante del coro provino del precandidato Óscar Iván Zuluaga. El mismo día que Pacho Santos lanzaba su libro Rebelde con causa, el exministro de Hacienda emitía un comunicado –que no consultó con Uribe– en el que cuestionaba el hecho de que el nombre de José Obdulio Gaviria, primo del extinto capo Pablo Escobar, estuviera en las listas al Congreso. 

Tan pronto un colaborador le mostró el comunicado a Uribe, este se salió discretamente de la reunión sin despedirse. La declaración de Zuluaga sonó a desquite, pues Gaviria y su fundación Primero Colombia han mostrado favoritismo por Pacho. 

El propio Uribe, unos días después, durante una reunión con los aspirantes al Congreso de su movimiento, defendió a Gaviria en presencia de Zuluaga. Hasta ese momento el exministro de Hacienda se veía disminuido. Su cuestionamiento, aunque razonable, provocó la defensa firme de los más rabiosos uribistas que consideran que lo que diga el expresidente es palabra de Dios. 

Fue cuestión de días para que la torta se volteara. El pasado 2 de octubre Pacho inscribió un comité de firmas para arrancar formalmente su campaña con la marca Con Uribe, confianza en Colombia, un nombre distinto al movimiento Uribe Centro Democrático. Quería picar en punta, pues en el fondo temía lo que le sobrevino solo unas semanas después: que le hicieran conejo a la consulta. De hecho, en la lista al Senado, la ‘tendencia’ santista brilló por su ausencia frente a los nombres cercanos a Óscar Iván.

Su intento de marcar la agenda política con un nuevo hecho sonó desafinado. Zuluaga calificó su conducta como “irrespeto a los acuerdos”. Y el propio Uribe lo llamó al orden. Después de una reunión, todos los precandidatos ratificaron que recogerían las firmas no solo con el mismo nombre, sino que trabajarían bajo la sombrilla de la misma estructura organizativa. 

Dos fines de semana atrás, Uribe se fue para Rionegro, Antioquia, donde suele pasar algunos fines de semana y hacer reuniones políticas con su círculo más cercano. Allí recibió a varios de sus colaboradores que le expresaron su preocupación por el canibalismo que caracterizaba la campaña.

Entre ellos estuvieron María del Rosario Guerra, su exministra de Comunicaciones, y Fabio Valencia Cossio, su exministro del Interior, dos curtidos políticos de pura casta. “Tenemos que elegir pronto un candidato único” fue la frase que más se repitió. Algunos sostuvieron que una campaña extendida hasta marzo podría dividir al uribismo, otros argumentaron que en la consulta podrían meter la mano las huestes que respaldan al gobierno del presidente Juan Manuel Santos, para elegir al candidato más débil y después derrotarlo fácilmente. 

Una semana después, en otra reunión privada el exmandatario dejó entrever que los comentarios sobre los riesgos de la consulta habían calado. Es decir, Uribe rumiaba la posibilidad de cambiar de opinión sobre el mecanismo para elegir al candidato. Ahí sugirió la posibilidad de convocar a una convención. “Es una propuesta para meditar”, cuentan algunos asistentes que dijo el exmandatario. Sin embargo, en ese momento la decisión ya estaba tomada. 

Muestra de ello fue que el propio Uribe esbozó cómo sería la dinámica de la convención: los candidatos defenderían con sus argumentos temas específicos y los delegados votarían. El ganador sería quien obtuviera más apoyos. El domingo pasado, en una serie de trinos, el expresidente “sugirió” celebrar la consulta el 24 y el 25 de octubre.

Un día después, SEMANA reveló un mensaje de un chat privado de Pacho en el que les decía a los otros aspirantes que le había dicho al expresidente que si no se respetaba la consulta, él se salía del Centro Democrático y declinaría su aspiración presidencial. En su criterio, una convención era una forma velada de elegir a dedo a Óscar Iván al mejor estilo del PRI mexicano. 

Pero no era cierto que había notificado al expresidente de esa decisión. Uribe, quien estaba fuera del país, se enteró gracias a uno de sus colaboradores de la existencia del chat y se molestó. La filtración fue el clímax de la crisis. Alejandro Arbeláez, ex viceministro de Defensa de Uribe y director del Centro Democrático, convocó a una reunión de urgencia para resolver el entuerto. Era la nota más desafinada dentro de una partitura que nadie respetaba.

“Es que en un movimiento creado alrededor de la persona de Uribe, lo que puedan pensar tres enanos políticos (los precandidatos) no importa”, dijo una fuente uribista que prefiere el anonimato. Sus palabras reflejan un acertado diagnóstico: en un movimiento caudillista los visos democráticos podrían ser un estorbo. “Esto es casi una religión”, dijo otra persona cercana a la colectividad.

Carlos Holmes Trujillo, el otro precandidato cuyo reconocimiento en la carrera por la candidatura es más bien escaso, indicó que también prefería la consulta a la convención, “porque garantiza la participación de ciudadanos”. Al final aceptó la nueva fórmula.

El desplante a Pacho le dio a la candidatura de Zuluaga un nuevo aire. Una convención fue su apuesta desde el comienzo, pues en un escenario reducido y controlado era más fácil esperar a que el expresidente Uribe, quien ha mostrado cautela en no revelar quién es su favorito, lo ungiera.

Guerra, Cossio y el exministro del Interior Fernando Londoño estaban de plácemes, pues lograron convencer al exmandatario de cambiar de opinión. Ellos, quienes tuvieron una participación activa en la conformación de listas al Congreso, apoyan a Zuluaga, y podrían inclinar la balanza en el conclave. El exministro de Hacienda, que en Caldas es recordado por haberse enfrentado a la clase política tradicional que dominó el departamento por muchos años, el barco-yepismo, cayó en la misma lógica de los acuerdos políticos al menudeo con clanes de tradición.
 
Pacho, otra vez, fue llamado al orden. Cuentan que Uribe le dijo a uno de sus ayudantes “si así es de candidato, cómo será de presidente”. Para alguien que está acostumbrado a la obediencia obsecuente cualquier asomo de rebeldía, así sea con causa, es inaudito. El fantasma de otro Santos con pensamientos propios puso a pensar a los uribistas fanáticos.
 
Con el fin de darle garantías al proceso, Uribe llamó al empresario y actual presidente de la Clínica Shaio, Fabio Echeverri Correa. Hábil como pocos, su experiencia en organizar convenciones y armar campañas (fue dos veces gerente de la de Uribe) dio un parte de tranquilidad. 

El exmandatario lo nombró presidente del tribunal de garantías del Centro Democrático y sugirió que la convención debería ser lo más abierta posible. Toda la semana pasada hubo reuniones de los precandidatos con Echeverri en las oficinas de la clínica. Allí cada uno expuso sus quejas y solicitudes. Uribe se desentendió de la mecánica y se fue a cumplir varios compromisos fuera del país.

Pacho pidió que asistieran al menos 200 delegados por candidato. Es decir, que concurrieran los cerca de 400 delegados que tienen derecho propio (por hacer parte de las listas al Congreso o integrar los comités de inscripción de candidaturas en las regiones) más 600 de los precandidatos.

Los demás candidatos estuvieron de acuerdo. Echeverri, sin embargo, insistió en que debían ser menos. Al final convinieron en que fueran 150. Con esa decisión tomada, bajó la marea, pues para Pacho ampliar la convención era un punto de honor que evitaría que la decisión quedara en manos de un círculo estrecho. 

Quedaba otro problema por resolver: cómo se votaría. La discusión no fue fácil. Se requirió de los oficios de Fabio Echeverri y el equipo de garantes para alcanzar un acuerdo. En este asunto Pacho se anotó otra victoria. Su fórmula fue adoptada por encima de las opciones de Zuluaga y Holmes. 
 
Pacho Santos propuso una votación consistente en una primera ronda en la que, en caso de que ninguno conquistara más del 50 por ciento de los votos, se eliminaría al último, y en una segunda ronda se enfrentarían los dos finalistas. Los zuluaguistas  circularon el rumor de que Pacho y Holmes estaban aliados y eso explicaba por qué el primero no quería ceder. Según sus cuentas, los votos de Holmes se le sumarían en una segunda vuelta. De ser esto cierto, Santos tendría una oportunidad de salir victorioso de la convención.

De todas maneras, a estas alturas, cualquiera puede ser el candidato del uribismo. Incluso, el expresidente Uribe dijo en una entrevista que se podría convocar a otras personas que no han estado en el proceso como Juan Lozano, José Félix Lafaurie y Marta Lucía Ramírez. 

Para algunos este fue un mensaje para presionar a los precandidatos a ponerse de acuerdo. Para otros, una señal de que en el fondo, Uribe aspira a que el cónclave no dé ningún resultado para que el Centro Democrático baraje de nuevo. Figuras del uribismo como Ernesto Macías, el 15 de la lista al Senado, respaldan el voto en blanco con ese propósito. 

Si no ocurre algo extraordinario, lo más seguro es que la próxima semana el país conozca el nombre del ungido. Del cónclave podría salir un único retador uribista que compita contra la reelección del presidente Santos, pero también las luchas intestinas podrían dejar un movimiento herido de muerte. Todo depende de hasta dónde estén dispuestos a retomar la partitura del director de la orquesta.