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Uribe vs. Serpa (bis)

Parecería que el duelo de 2006 no fuera entre los mismos rivales de 2002. Uribe ya no es el candidato antiFarc, ni Serpa tiene al apoyo de la clase política liberal.

13 de mayo de 2006

El presidente Álvaro Uribe y el candidato liberal Horacio Serpa vuelven a enfrentarse. ¿Se repite el libreto de 2002, con Carlos Gaviria en vez de Lucho Garzón en la esquina izquierda? El panorama general es totalmente distinto: Uribe arrancó hace cuatro años desde atrás, y Serpa era el favorito en la partida. En la actual campaña, Uribe se aferró a la camiseta amarilla y el lote trasero no ha mostrado que pueda acortar distancias.

Los equipos de ambos muestran algunas fichas semejantes. En la campaña propiamente dicha, Uribe conserva su círculo cercano: Fabio Echeverri repite como jefe, acompañado de José Roberto Arango, Ricardo Galán, Alberto Velásquez y Alicia Arango. En el campo político hay nuevas caras: Noemí Sanín, a quien derrotó en 2002, la mayoría de los medios de comunicación -El Tiempo en esta ocasión lo apoya editorialmente-, los gremios y las mayorías del Congreso.

Serpa mantiene coequiperos como su director de campaña, el ex ministro Eduardo Verano, pero ha tenido deserciones. La de Rodrigo Rivera, por ejemplo, jefe de debate en 2002 que fue su contradictor en la consulta del 12 de marzo. Y que ahora lo apoya con un desgano que le ha dado pie a la versión de que está en la banca para entrar al gabinete. Al mismo tiempo, el serpismo se ganó una carta que no tuvo en las elecciones anteriores: el apoyo de César Gaviria y de sus amigos más cercanos, que en 2002 se quedaron al margen o, como en el caso del senador Rafael Pardo, apoyaron a Uribe.

El tipo de campaña también es diferente. Uribe ha sabido sacarle provecho a la posibilidad de hablar como Presidente o como candidato y ha fijado los temas del debate. Pone a los demás a reaccionar a sus propuestas. Serpa, imitando a su rival en 2002, se modernizó en lo publicitario hasta el punto de cambiar el célebre vibrato por el sofisticado Power Point. En 2006, el candidato liberal concretó la difusa alusión de 2002 a 'lo social' con elaboradas propuestas sobre vivienda, salud, empleo.

El modelo 2006 de Uribe dejó el discurso monotemático contra las Farc que fue clave en 2002 (ahora dice que quiere negociar con este grupo) y lo reemplazó con provocaciones dirigidas a bajar del ring a Serpa y cambiarlo por Carlos Gaviria. Su última jugada fue insistir en la crítica a la dosis personal de drogas. Gaviria era magistrado cuando la Corte Constitucional la despenalizó, y ahora respondió atacando la 'ley de flexibilidad laboral', cuya paternidad se le reconoce a Uribe. En el último intercambio de golpes, el Presidente dijo que la elección es entre "seguridad democrática" y "el comunismo disfrazado", y Gaviria respondió que en ese caso habría que hablar de "fascismo disfrazado". Serpa, ignorado por Uribe, ha perdido visibilidad.

Hay otras diferencias en los escenarios de 2002 y 2006. El Partido Liberal (serpista siempre) hace cuatro años conservaba buena parte de la clase política que lo llevó a ganar todas las elecciones desde 1930 hasta 1998, cuando Serpa sufrió su primera derrota frente a Andrés Pastrana. Ahora la mayoría de la maquinaria está con Uribe, reagrupada en La U, Cambio Radical, Alas-Equipo Colombia, el Partido Conservador y otros.

Los grandes y los pequeños barones electorales se han desplazado al uribismo y algunos, incluso, elegidos por el partido liberal, están haciendo campaña por el Presidente. El mismo ex presidente Samper, a quien Serpa defendió a capa y espada durante el 8.000 con un alto costo político para él, se fue de Colombia durante la campaña con un ambiguo mensaje que sin duda significa que hoy prefieriría brindar con Uribe. Serpa ha acusado el golpe. Hace unos días señaló: "Antes me decían que estaba mal acompañado. Y cuando esas malas compañías se van para donde el gobierno, en vez de decir que es otro el que está mal acompañado, se dice que estoy solo".

En 2002 Uribe fue elegido Presidente con el 53 por ciento de los votos, derrotando a Serpa, que sacó el 31,8 por ciento. Hoy Serpa está en 15 menos, menos de la mitad de hace cuatro años. ¿Por qué? En parte porque no es fácil pelear por tercera vez consecutiva con el mismo discurso que, aunque bien presentado, sigue luciendo anticuado.

Pero Uribe, aunque gran receptor de las disidencias, también ha tenido sus bajas. Lo ha dejado una porción del voto de opinión que lo eligió en 2002. En Bogotá en particular, el Presidente-candidato ha tenido que pasar por bochornosos incidentes en auditorios universitarios. Los más recientes la semana pasada, en las universidades de Los Andes y Javeriana, que lo han puesto sobre aviso de que las cosas en la capital han cambiado. Y Bogotá es clave para Uribe. En las pasadas elecciones presidenciales, los bogotanos le pusieron más del 20 por ciento del total de la votación, equivalente al 30 por ciento de la ventaja sobre Serpa. Hoy nada garantiza que eso se repita. La llegada de Lucho a la Alcaldía en 2003 y sus altos niveles de aceptación han minado parte del fervor uribista, y han hecho que la gente pierda el miedo por el voto a la izquierda.

Por eso, la semana pasada Uribe intentó seducir a los nueve concejales de la bancada liberal -entre ellos el presidente del Concejo, Antonio Galán Sarmiento-, después de que anunciaran su respaldo otros 24 de partidos que apoyaron la reelección, en lo que el Presidente-candidato ha llamado una gran "Coalición ciudadana". Al final, los liberales no saltaron del barco. "El Presidente, muy respetuosamente, me llamó para invitarme a su movimiento político y yo, también respetuosamente, le respondí que era liberal oficialista, disciplinado, leal a mis principios ideológicos y que por tanto acompaño la aspiración de nuestro candidato único liberal, Horacio Serpa", señaló el concejal Jorge Durán Silva. Pero por los lados de la bancada peñalosista también se han oído los cantos de sirena del Presidente-candidato: Gilma Jiménez y Jairo Rodríguez le están cogiendo la caña a Uribe.

La primera alarma se encendió en el Partido Liberal después de las pasadas elecciones de Congreso. El oficialismo, que estaba confiado por las predicciones de las encuestas y por el respaldo del ex presidente César Gaviria, salió trasquilado. Los liberales sólo sacaron 17 curules de las casi 30 que habían calculado, en uno de los mayores desastres electorales de ese partido. En la consulta liberal, Serpa se impuso con una ventaja moderada frente a sus dos rivales, Pardo y Rivera, pero su mayoría fue relativa con menos del 50 por ciento de los votos. Esa derrota terminó de espantar a los indecisos. ¿Qué retiene a los demás? La tradición y la fidelidad de principios de muchos. Y también el trabajo de César Gaviria en el timón del partido.

Pero el espíritu liberal hace tiempo dejó de ser suficiente para ganar elecciones. Y las dificultades de Serpa, como retador de Uribe, no sólo tienen que ver con los cambios que se han producido en el último cuatrienio, sino con lo que se mantiene igual. Por ejemplo, su imagen de representante del establecimiento político tradicional que, paradójicamente, ya no lo acompaña. Uribe, con sus criticadas salidas fuera de tono contra los medios y los universitarios, mantiene un aire de rebeldía. Una imagen que tal vez no seduce a los estudiantes de las universidades de clase alta de Bogotá, pero que creen las clases medias y populares. Esta es la gran diferencia entre 2002 y 2006: mientras Gaviria atrae a los grupos 'de opinión´ que ha perdido Uribe, este último le sonsacó a Serpa la base liberal que estuvo a punto de llevarlo a la Presidencia en 1998, cuando casi le gana a Pastrana. Los tiempos han cambiado. Y los protagonistas también, aunque sean los mismos.