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Ya levantaron el veto a mi libro. Mis superiores señalaron a dos lectores teólogos, y con ellos revisamos el texto durante seis meses

Al paredón con MarÍa Isabel

¿Usted de verdad se alegró con la muerte de Raúl Reyes?

El padre Alfonso Llano le responde a María Isabel Rueda.

20 de marzo de 2008

M.I.R.: ¿A qué horas estos días de meditación de Semana Santa se nos convirtieron en un rumbeadero?
P.A.LL.: Desde hace unos 30 ó 40 años con un fenómeno que se llama la secularización, que en Europa y otros países sucedió hace mucho tiempo, pero que a Colombia entró tardíamente. Por secularización debe entenderse un proceso en el que el Estado y la persona se desprenden de la religión y de la metafísica y desarrollan su propia autonomía. Eso puesto en la práctica ha abierto la libertad de cultos, la libertad de pensamiento. Estas son posiciones positivas, pero con aspectos negativos como descuidar un poco la religión, la Semana Santa, los sacramentos…

M.I.R.: ¿No han influido mucho en la disminución de la devoción católica los escándalos de pederastia en la Iglesia?
P.A.LL.: No lo dude. La Iglesia sufre tremendamente de ver a sus hijos metidos en esas desviaciones. Pero esa debilidad o fragilidad existe en todos los seres humanos y los sacerdotes, que también lo somos, pues tenemos las mismas fragilidades, cuando deberíamos obrar mucho mejor que otras personas.

M.I.R.: ¿Actitudes de este Papa como la de volver a oficiar la misa de espaldas a los fieles, no conlleva un mensaje de retroceso?
P.A.LL.: Ahí hay una desfiguración, no suya sino de la prensa, que acentuó algo que es absolutamente secundario y marginal. Lo hizo como un gesto de benevolencia con un grupo minoritario, los seguidores del obispo famoso Lefevre, que son muy fundamentalistas. El Papa, por darles gusto, y evitar que esos 700.000 cristianos se retiren, pues en una parte muy pequeñita de la misa se puso de espaldas. Eso no quiere decir que vamos a volver a esa práctica.

M.I.R.: ¿Está de acuerdo con los nuevos pecados mortales?
P.A.LL.: Ellos obedecen a nuevas situaciones, nuevos contextos. Al cambiar los hechos y el contexto surgen nuevas situaciones, pero en el fondo yo diría que el pecado es el mismo: una actuación relativamente libre contra el medio ambiente, la persona, la sociedad o contra uno mismo. Pero cuando la materia sobre la que se aplican va variando, pues aumentan los pecados.

M.I.R.: ¿Usted también dejó de creer en el infierno?
P.A.LL.: Eso responde a algo muy de fondo que existe en todo ser humano, católico o no católico. Una conducta en la vida es ambivalente: es buena o es mala. Hay éxito o hay fracaso. Cuando se aplica ya a la realización definitiva, al final de la existencia, se puede decir que uno o triunfa y tiene éxito, o fracasa. Lo dijo bellamente Shakespeare: "To be or not to be, that is the question". Ser o no ser: la existencia es ese dilema. Y ese dilema en la Iglesia católica se ha concretado en dos verdades que son el cielo, que es realizarse uno y triunfar, o condenarse, que es frustrarse. Lo que Juan Pablo II determinó, y eso es bien importante, es que ni el cielo ni el infierno ocupan un lugar. No se les puede ubicar ni arriba ni abajo. Pero no dijo en ningún momento, y no podía decirlo, que no existe la felicidad eterna o la frustración eterna.

M.I.R.: Hablemos de su libro, que está a punto de salir a circulación, a finales de abril, en la feria del libro. ¿Ya le levantaron el veto que le habían impuesto las jerarquías de la Iglesia?
P.A.LL.: Sí. Ya me lo levantaron. Como ya estoy terminando mi vida, tengo 83 años, se me ocurrió darle gracias a Dios por todo lo que he recibido, que ha sido muchísimo. He venido escribiendo hace siete años ese libro que es una confesión de fe. El título del libro es Confesión de fe crítica. Se le añadió la palabra "crítica" porque la fe suele ser sencilla o ingenua como la fe del carbonero o la fe elaborada, más trabajada, más cuestionadora, que es la crítica. Por eso mi libro tiene dos partes: la primera, mi fe sencilla durante 40 años, y luego con los viajes, las lecturas, los estudios, se volvió una fe más prudente, aplicando los consejos del apóstol San Pedro que dice que debemos estar preparados para dar respuestas sensatas y fundadas acerca de la fe, cuando nos pregunten. Eso es lo que pretende el libro.

M.I.R.: ¿Le tocó corregir cositas?
P.A.LL.: El superior señaló a dos lectores, ambos teólogos y profesores de la Universidad Javeriana. Con ellos dos durante seis meses fuimos leyendo, puntualizando, porque en un libro tan denso y que se ocupa de todas las verdades de la fe no es raro que haya puntos oscuros que necesiten precisión, aclaración o corrección. Ellos dicen que el libro no tiene errores en la fe, lo cual es una afirmación para mí importantísima. Hay frases que desconciertan o asustan porque son formulaciones nuevas.

M.I.R.: Para terminar, tengo que preguntarle sobre las críticas de las que ha sido objeto por haber escrito en su columna de 'El Tiempo' que se alegraba por la muerte de Raúl Reyes. Le confieso que a mí también me golpeó su lectura. Le han caído durísimo columnistas como Daniel Samper, Ramiro Bejarano y D'artagnan…
P.A.LL.: A mí me malinterpretaron. El hecho es complejo y se presta a diversos matices. La muerte de un hombre de estos como la de cualquier ser humano debe causar dolor. Pero si esa persona causaba mucho daño obviamente que los sentimientos son encontrados, y ambos pueden darse: un dolor profundo por la muerte de un ser humano, y a la vez una satisfacción por vernos libres del peligro.

M.I.R.: Alguno de esos columnistas incluso dijo que usted tenía un "talante vengativo". ¿Lo tiene, padre Llano?
P.A.LL.: Mire lo curioso. No entendieron lo que es la ley del Talión. Falta un poquito de erudición. Talión no es un rey sino una ley que pretende que la pena sea proporcional al daño causado. Incluso ella constituye una mitigación de la ley anterior que era muy cruel. La ley se le debe a Amurabi, rey de Babilonia, en el siglo XVIII a. de C. Póngase a pensar. Hace ya como 38 siglos. Ese señor mitigó la crueldad y la venganza que se venía practicando con personas culpables. La ley del Talión lo que quiere decir es apartar la venganza y aceptar la justicia.

M.I.R.: ¿O sea que la muerte de Raúl Reyes, según usted, fue proporcional al daño que venía infligiendo?
P.A.LL.: Mucho más suave. Ni siquiera se cumplió la ley del Talión. Fue una sanción muy suave en relación con lo que él había hecho, matar a centenares de personas y solamente se le eliminó la vida. Ahora le aclaro: no soy ni amigo de la guerra ni de la venganza, en absoluto. Ni partidario de la pena de muerte. Lo que no han entendido es que si en un primer momento uno está a favor del diálogo, del amor, del perdón, esa posición se puede modificar en un momento dado porque si esa persona está atentando contra mi vida, tengo el derecho de defenderme con la muerte de mi adversario. Eso siempre lo ha dicho la Iglesia en 20 siglos y no ha cambiado. Es lo que se conoce como "legítima defensa". Ahora, si el Estado, que lleva la vocería del pueblo, ve que los guerrilleros están atacando a los particulares o al país entero, debe defender a los ciudadanos atacando al otro, ejerciendo la legítima defensa.

M.I.R.: Uno ve la posibilidad de que un ciudadano cualquiera se alegre por la muerte de Raúl Reyes. Pero sí llama la atención que lo haga un sacerdote…
P.A.LL.: Sí, claro. El uso de las palabras es importantísimo, sobre todo si da pie para una frase escandalosa. El Tiempo me cambió el título, que era '44 años haciendo el mal' a 'tenemos derecho a alegrarnos con la muerte de Reyes'. Esa frase es muy dura. Si la dije fue un lapsus linguae. No quiero alegrarme con la muerte de él sino con la consecuencia de su muerte, que es verme libre de un enemigo, y eso lo estamos sintiendo todos los colombianos sensatos.

M.I.R.: El lunes pasado usted volvió sobre el tema, reiterando en su columna que "tenemos derecho a eliminar a los enemigos de la paz". ¿Eliminar es matar?
P.A.LL.: Yo pregunto: ¿hay derecho a la guerra?

M.I.R.: Pues el Estado está obligado a hacer uso de su fuerza legítima para defender a los ciudadanos.
P.A.LL.: Yo primero recurro a los medios de la paz. Al diálogo. Pero si eso no funciona, y si el otro lleva 44 años empeñado en acabar con el Estado, ¿no será que éste tiene derecho a defenderse? Esa es mi tesis. Lo curioso es que en este momento personas un poquito alejadas de Dios -y lo digo con mucho cariño, porque aprecio enormemente a Samper, a Julio Sánchez, a D'artagnan- se volvieron ahora tan católicos…Lo curioso es que no es para practicar en Semana Santa el catolicismo, que ojalá lo hicieran, sino para exigirle al padre Llano que lo practique. ¿Ve lo curioso? Se puede ejercer la legítima defensa, como lo acabamos de hablar tan claramente, pero ellos quieren que no. Que el Estado en todo momento agache la cabeza. Que perdone. Eso ni Jesucristo. Jesús dijo que había que poner la otra mejilla. Pero cuando a él lo abofeteó su verdugo se defendió diciendo: "Si he hablado mal, dime en qué. Y si he hecho el bien, por qué me hieres?". Esa frase es violenta, pero violencia espiritual de la más bella que puede existir.

M.I.R.: ¿Sus jerarquías le jalaron las orejas por la polémica columna?
P.A.LL.: Tengo excelentes relaciones con el arzobispo y con el presidente de la Conferencia Episcopal. Ninguno de los dos me ha dicho nada. Ambos hicieron la semana pasada unas entrevistas maravillosas que leí cuidadosamente y respondieron con mucha prudencia y sensatez.