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A pesar de combinar el dominio del tema económico con el tema militar, Marta Lucía no es percibida como líder de masas

ELECCIONES

¿Valiente o ingenua?

El retiro de Marta Lucía Ramírez de La U puede ser un salto al vacío.

21 de marzo de 2009

Ahora cuando la reelección de Álvaro Uribe está definiendo toda la política colombiana, la primera víctima podría haber sido Marta Lucía Ramírez. La precandidata del Partido de La U la semana pasada anunció su retiro, no sólo de esa colectividad, sino de su curul en el Senado de la República. Haciendo referencia a la aplanadora santista, señaló que dentro de La U no existían garantías para una candidatura y que, por lo tanto, prefería no entrar en el juego de las maquinarias, sino más bien buscar el apoyo del "uribismo de la calle".

La decisión es valiente, pero al mismo tiempo ingenua. Hacer política presidencial desde el asfalto es una actividad pocas veces rentable. No sólo no se dispone de los recursos económicos de los partidos, sino que desaparece también la posibilidad de tener el apoyo de un bloque parlamentario. El único campo de acción que queda es el del voto de opinión, que es al que le juega Marta Lucía.

En esas circunstancias, el único mecanismo que tiene para poder inscribirse como candidata a la Presidencia es a través de la recolección de un poco más de 350.000 firmas. En Colombia, en aras del pluralismo, a nadie se le niega una firma. Pero esto no significa en forma alguna que este apoyo corresponda a un voto. Por lo tanto, aun superando el obstáculo de la inscripción, el calvario apenas comienza.

Marta Lucía sacó poco más de 68.000 votos en su elección para el Senado, lo cual constituye un excelente resultado que la dejó entre las primeras votaciones del Partido de La U. Su votacion fue prácticamente toda de opinión, pues no tenía maquinaria ni organización propia. Este resultado, conseguido sin clientelismo, es el que la hace pensar que si pudo en su primera incursión en política producir ese fenómeno en el nivel del Senado, no hay razón para que no pueda repetirlo en el nivel presidencial.

Lamentablemente, sí la hay. El voto de opinión siempre ha elegido unos pocos senadores en las grandes capitales del país, sobre todo en Bogotá. En el nivel nacional, en elecciones presidenciales, si no se le suman las maquinarias, nunca ha tenido un impacto decisorio. Otro fenómeno que sucede es que el voto de opinión es muy coyuntural y pocas veces dura más de una elección. Mujeres como Íngrid Betancourt, María Isabel Rueda y Patricia Cárdenas han tenido su momento de gloria pero, casi invariablemente, ha sido flor de un día, y cuatro años después la lotería le toca a otra. Este error de cálculo sobre lo ingrato que es el voto de opinión lo han vivido hasta vacas sagradas como Peñalosa y Mockus, cuyas listas ni siquiera lograron curules en el Senado. Y a esto se suma que en las elecciones presidenciales, el de opinión no es un voto disperso, sino que tiende a concentrarse en un solo candidato. Por ahora, quien lleva la ventaja en esta materia es Sergio Fajardo.

Marta Lucía es en realidad uno de los personajes mejor preparados de la política nacional. Combina experiencia en el manejo de las fuerzas militares y la economía. Esta dupleta es la mejor hoja de vida para gobernar Colombia en la actualidad. Sin embargo, en términos electorales no es percibida como una líder de masas, sino como una tecnócrata honesta, responsable y competente. Lamentablemente, esos atributos por lo general producen más nombramientos que triunfos electorales.

Y los riesgos de la independencia no son sólo políticos, sino también económicos. Las campañas son muy caras, pero los partidos tienen acceso a los fondos de reposicion de votos, que pueden llegar a ser cifras enormes. En unas elecciones, la reposición es de 1.750 pesos por voto. Por lo tanto, un candidato que obtiene seis o siete millones de votos, como fue el caso de Uribe, puede reclamar para él y para su partido alrededor de 12.250 millones de pesos.

Un candidato independiente, para lograr una reposición, necesita obtener como mínimo el 4 por ciento de los votos válidos. Esto, sobre una votación tentativa de 11 millones, representa alrededor de 440.000 votos. Para recuperar el primer peso de lo que le cueste su campaña, Marta Lucía tendría que multiplicar la votación que obtuvo en el Senado por casi seis veces.