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El nuevo vicepresidente Germán Vargas aspira a quedar de primero en la fila india de la Presidencia para 2018. | Foto: Guillermo Torres

ELECCIONES

Vargas Lleras, el primer ministro

La pregunta no es si Germán Vargas Lleras será un vicepresidente poderoso sino hasta dónde llegará su influencia.

16 de junio de 2014

“Qué reto tan interesante en un cargo que me permita contribuir en áreas muy concretas del Gobierno”. Con esas palabras Germán Vargas Lleras describió las responsabilidades que asumiría el mismo día que Juan Manuel Santos lo confirmó como compañero de fórmula. Dado que la Constitución diseñó la Vicepresidencia de la República como una entidad sin asignaciones específicas -la “llanta de repuesto” ante la ausencia del primer mandatario-, el jefe de Cambio Radical no será un segundo de a bordo común y corriente.

Vargas Lleras asumirá como el sexto vicepresidente desde 1994 con el recorrido político y la experiencia electoral más abultada de todos sus antecesores. Ha sido ministro, senador y concejal y como galanista y heredero de una de las casas más representativas del liberalismo ha sido actor y testigo de más de dos décadas de la política colombiana. Construyó su propia organización política, Cambio Radical, el quinto bloque del país con un casi un millón de votos, nueve senadores y 16 representantes a la Cámara. Según algunos críticos, con Vargas Lleras, el presidente Santos no nombró un coequipero sino un “copresidente”.

La fórmula Santos-Vargas surgió a finales de febrero pasado con grandes expectativas. Para un presidente que no lograba entusiasmar al electorado con su esfuerzo reeleccionista, el exministro de Interior y de Vivienda traería lo mejor de las dos carteras: el manejo político y la ejecución, respectivamente. El comando de campaña esperaba que Vargas Lleras, quien promovió el programa de 100.000 casas gratis, canalizara hacia el presidente-candidato el apoyo de los sectores populares.

Si bien el hoy vicepresidente hizo campaña incansablemente por Santos en ciudades y pueblos y aportó su peso político, su designación en la fórmula no se convirtió en el propulsor de intención de voto que los estrategas inicialmente calcularon. El primer mandatario no sólo se estancó en las encuestas, sino que los mismos sondeos mostraron después de las elecciones legislativas del 9 de marzo un repunte de los uribistas. Como había sucedido en comicios anteriores, la identidad del vicepresidente no se traduce en mayor apoyo a la cabeza de la fórmula a diferencia de los equilibrios regionales o ideológicos que se dan en países como Estados Unidos.

Germán Vargas no pudo impedir la caída de Santos en la primera vuelta y a la campaña reeleccionista ingresaron otros “pesos pesados”. Desde el expresidente liberal César Gaviria hasta el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, pasando por los excandidatos presidenciales Antanas Mockus y Clara López ingresaron a las huestes santistas para reforzar la reelección. Santos le tiene una enorme gratitud a Vargas Lleras, pues prefirió la lealtad a su cadidatura para reelegirse a competir contra ella.

Pasado el susto electoral, Juan Manuel Santos deberá cumplirle a Vargas Lleras el compromiso de las “tareas de gobierno” que le prometió en febrero. El segundo de a bordo ha manifestado su gusto por el área de vivienda, donde lideró uno de los logros de gestión del primer mandato, y el sector de la infraestructura. Aún es pronto para saber como va a ejercer su influencia. Tener fichas propias en las carteras del gabinete que manejan esos temas u ocupar él mismo otro ministerio, como lo hizo Gustavo Bell en el pasado (fue vicepresidente y ministro de Defensa), son dos posibilidades.

Estas agendas de abultado presupuesto y capacidad de ejecución no sólo serán claves para consolidar el legado santista sino que también constituirán los cimientos para la campaña presidencial del 2018. Para todos los efectos, Vargas Lleras será un primer ministro: con poder presupuestal, influencia en la agenda y manejo político. Con la victoria de este domingo, Vargas Lleras pretende quedar de primero en la fila india para la Casa de Nariño como sucesor de Santos e inauguraría una tradición de compañeros de fórmula compitiendo por la Presidencia en el siguiente ciclo electoral.