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Germán Vargas Lleras. | Foto: Daniel Reina

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¿Vargas Lleras vicepresidente?

Más que su contendor, el exministro podría ser la mejor fórmula para la reelección del presidente Santos.

28 de septiembre de 2013

Que la favorabilidad del presidente Santos y el ánimo del país se encuentran en unos puntos muy bajos no fue la mayor sorpresa de la más reciente encuesta RCN Radio, RCN Televisión, La FM y SEMANA. Uno de los resultados más novedosos fue el apoyo electoral que hoy gozaría una candidatura presidencial del exministro Germán Vargas Lleras.

Las cifras son las siguientes. Si se llegaran a enfrentar Germán Vargas y Juan Manuel Santos, Vargas sacaría el 47 por ciento de los votos y el presidente el 31 por ciento. Ese escenario seguramente no se presentará porque nadie anticipa un mano a mano entre ellos. Sin embargo, a pesar de que la medición es hipotética, tiene un impacto político muy importante. Porque si la primera sorpresa de la encuesta era la fuerza de Vargas, la segunda sería que en las próximas elecciones cualquier cosa puede pasar. 

La ventaja que el presidente les lleva a sus rivales es tan estrecha que hoy prácticamente todos los nombres están en juego. En un escenario de segunda vuelta, Santos les gana por alrededor de 10 puntos a los otros aspirantes. En el actual ambiente volátil y con un margen de error del 3,04 por ciento, la ventaja del primer mandatario es demasiado frágil. 

No tanto porque su prestigio vaya a caer pues después del paro agrario se ha presentado una recuperación gradual y es previsible que esta continúe. Es más bien porque al unirse dos o tres de sus contendores lo pondrían en aprietos. Y todos esos contendores van a hacer campaña contra el gobierno en las próximas elecciones. 

Del mano a mano entre Enrique Peñalosa y Antonio Navarro va a surgir un candidato de la Alianza Verde que se enfrentará a Santos. Los votos de Clara López en la primera vuelta también serán de oposición. Y ante el odio que le tienen al presidente tanto Álvaro Uribe como Francisco Santos, en el fondo de su corazón prefieren cualquier alternativa a la reelección, aunque se trate de un candidato de izquierda moderada. 

En teoría, todos esos votos no se pueden sumar porque el guiño de los jefes no se traduce automáticamente en el apoyo de la tropa. Pero hecha esta aclaración es evidente que en una segunda vuelta la mayoría, o todos, van a apoyar al que le toque enfrentarse a Santos. 

Es en ese escenario donde el papel de Germán Vargas se vuelve fundamental. El exministro es en la actualidad, con Álvaro Uribe y Angelino Garzón, uno de los tres políticos más populares del país. Esta popularidad se podría canalizar hacia una candidatura propia o hacia un respaldo crucial a la reelección de Santos. 

Es más probable lo segundo que lo primero. Aunque todos los días sus áulicos le dicen que no puede desaprovechar esta oportunidad histórica, él sabe que eso no es tan automático. Porque así como no es seguro que dentro de cuatro años vaya a estar punteando en las encuestas, tampoco es seguro que si es candidato en abril del año entrante tenga garantizada la Presidencia. 

La historia ha demostrado que la incongruencia política y la deslealtad siempre tienen un costo político muy alto. Germán Vargas en la actualidad, como presidente de la Fundación Buen Gobierno, es el jefe de debate de la campaña de Juan Manuel Santos. Pasar de ahí a contrincante de Santos es una maroma política que no todos los que hoy lo respaldan verían con buenos ojos. 

Además esa jugada tendría dificultades prácticas. Parte del prestigio de Vargas se basa en el aura de poder que le da estar montado en el aparato burocrático del Estado. Si llegara a traicionar a Santos, esa jerarquía y halo de influencia desaparecería. Santos hoy está caído en las encuestas pero tiende a recuperarse con el tiempo. 

Por otra parte, no hay que pensar que Vargas solo es leal por cálculo político. El actual jefe del debate de la reelección tiene razones para ser leal y motivos de agradecimiento con el presidente. Santos le dio una plataforma que lo ha catapultado como un gran ejecutor, dejando atrás la reputación de politiquero que le endilgaban. El binomio político que han forjado es exitoso y la relación personal entre ambos es muy buena. Donde esto se llegara a romper habría una guerra nuclear en la cual ambos perderían.

Dado el nuevo estatus de Vargas, se requiere diseñarle una plataforma política que sea al mismo tiempo atractiva para él y conveniente para el presidente. Una posibilidad podría ser la Vicepresidencia de la República. Normalmente ese cargo no aporta muchos votos en una elección.

Pero nunca se había dado la coyuntura de que el potencial vicepresidente fuera más popular que el presidente. En ese escenario no hay duda de que la sinergia de ambos se traduciría en un caudal electoral superior al que tendría Santos solo. Con una ventaja tan estrecha como la que tiene hoy el presidente con sus rivales, Vargas podría representar la diferencia entre el triunfo y la derrota. 

En momentos en que los temas de la seguridad ciudadana y la ejecución están en tela de juicio, el exministro con su imagen de mano dura y sus ejecutorias tanto en el Congreso como en las casas gratis, fortalecería el mensaje para la campaña reeleccionista. 

Sin embargo, la Vicepresidencia ha sido hasta ahora esencialmente una posición honorífica y Vargas es un hombre de acción. Esa fórmula no sería atractiva para él si se limitara a responsabilidades abstractas, protocolarias o decorativas. Para mantenerse vigente hasta 2018 y poder ser candidato en ese momento, se requiere algo más que lo que hoy ofrece el cargo en lo simbólico. 

Como la Constitución permite que el vicepresidente pueda ocupar simultáneamente cualquier otro cargo del Ejecutivo, habría que sumarle un ministerio importante para dejar huella. Como ya fue ministro de Justicia, del Interior y de Vivienda las alternativas solo serían tres: Defensa, Relaciones Exteriores y Transporte. 

La más lógica sería la cartera de Defensa, precisamente por la mano dura que él siempre ha encarnado y por el aprecio que le tienen las Fuerzas Armadas. Sin embargo, cuando le han tocado este tema en el pasado siempre ha manifestado no tener mayor interés. Su argumento ha sido que ese nicho ya lo tiene y que es más importante en el camino hacia la Presidencia sumar otras fortalezas. Prefirió Interior y Justicia para posicionarse como reformador y posteriormente Vivienda para ser reconocido como ejecutor. 

¿Y la Cancillería qué? Por más nichos que Vargas Lleras haya conquistado, el de la política exterior no ha sido uno de ellos. No tiene la madera, ni los modales, ni la paciencia para el mundo diplomático. Si fuera ministro de Relaciones Exteriores, su personalidad desabrochada, frentera y ‘antidiplomática’ podría resultar contraproducente en el acartonado mundo de la política exterior.

La tercera opción sería el Ministerio de Transporte. Este cargo ha sido históricamente aburrido y poco glamuroso para una personalidad política. No obstante, en el pasado, Vargas ha manifestado interés. Y la razón es muy sencilla: a él le gusta estar donde está la plata y la plata está hoy en la cartera de Transporte. Y un país que clama por una mejor infraestructura es el terreno más fértil para un político con ambición de catapultarse. 

Una de las principales razones por las cuales Santos quiere reelegirse es porque quiere ver los frutos de una modernización en infraestructura que lleva años preparando. Las obras o están en curso, o están a punto de iniciarse, y los recursos están ahí. Más de 40 billones de pesos serán destinados a ese frente en los últimos años. A Vargas no le chocaría nada asumir el reto de pasar de ser el hombre de las casas al hombre de las carreteras. 

No es seguro que Santos quiera tener una especie de primer ministro a su lado ni que Vargas esté interesado en ser vicepresidente o ministro. Pero de lo que no hay duda es que su presencia fortalecería al presidente no solo en sus posibilidades de reelección sino en la gobernabilidad que se requerirá después de esta. 

Con Uribe y su bancada en el Congreso haciendo oposición se va a necesitar más que nunca un contrapeso santista en el gobierno. Y nadie para desempeñar ese papel mejor que un vicepresidente con el nombre de Germán Vargas Lleras. Claro, se ha ganado muchos enemigos en la política como ha quedado demostrado en los últimos días y eso a, primera vista, podría afectar a Santos. Pero en política los odios son temporales y la vocación de poder permanente.
 
Por otra parte, también está claro que si él no puede ser presidente en 2014 querría serlo en 2018. Para esa época tendría 57 años, menos de los que tenía Juan Manuel Santos cuando llegó a la Casa de Nariño. Vargas es un hombre público y no va a ingresar al sector privado. Necesita tener retos y responsabilidades que lo motiven y lo mantengan vigente ante la opinión pública. La doble condición de vicepresidente y ministro sin duda llenaría esos requisitos.