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El vicepresidente Germán Vargas Lleras. | Foto: Carlos Julio Martínez

POLÍTICA

El silencioso Sí de Vargas Lleras

El vicepresidente es la única figura en la política que ganaría con cara y con sello en el plebiscito. Así están sus cartas.

28 de septiembre de 2016

Germán Vargas Lleras dijo sí al plebiscito. Se lo dijo a SEMANA el 27 de agosto y se lo reiteró a Noticias RCN dos días más tarde. No era un Sí completo. Más bien un Sí con reservas, pues aseguró que le preocupaba la justicia transicional. Ha pasado un mes de aquel pronunciamiento, el único que hasta ahora se conoce durante la campaña del plebiscito. A la fecha, no se sabe si sus preocupaciones ya se despejaron, o si su apoyo aún mantiene reservas.

El 26 de agosto, su jefe, el presidente Juan Manuel Santos, le pidió acompañarlo en la campaña. Fue en la inauguración de una carretera, a la altura de La Vega, Cundinamarca. “Lo quiero ver, a partir de la semana entrante, también ayudando al Sí del plebiscito. (…) Con su tremenda habilidad política también se va a dedicar a empujar esta votación más importante para Colombia, como es decirle, ¡Sí al plebiscito!”.

Pero pasaron los días y Vargas no se montaba en ese bus. Lo hizo solo hasta el 27 de septiembre, en Barranquilla, uno de sus fortines políticos. Aunque la manifestación fue multitudinaria no hubo bombos ni platillos. Vargas Lleras se subió a una tarima. No habló, por lo menos ningún medio de comunicación registró declaración alguna. No agitó pañuelos blancos, ni cogió el micrófono para pedir el voto por el sí. Hasta la fecha, se sabe que en su agenda ya no tiene previsto ningún otro acto de campaña.

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Un solo pronunciamiento y una sola aparición en plaza pública. Para quienes se la han jugado más a fondo, estos gestos han sido insuficientes teniendo en cuenta que es el segundo a bordo del gobierno Santos.

El origen de esas críticas es evidentemente el interés por la campaña del 2018. Sus futuros oponentes quisieran que él se la jugara más por el Sí y asumiera los costos políticos que tendrá la implementación del acuerdo. Aunque en este momento se vive cierta euforia por la firma y el perdón de Timochenko, se sabe que lo que viene en el Congreso y en las regiones será bastante difícil.

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Hace unos días, Horacio Serpa, jefe del Partido Liberal, celebró que hubiera apoyado el Sí. “Lo estábamos esperando desde hace tiempo”, dijo, pero no ocultó un temor, “ojalá no solo sea hasta el 2 de octubre”.

Para muchos liberales, Vargas Lleras se montó tarde en el bus de la paz. O por lo menos, mucho después que ellos. Durante cuatro años mantuvo prudente silencio frente a lo que sucedía en La Habana, no porque no estuviera de acuerdo con el proceso, dice, sino porque era un tema que no correspondía con sus funciones. No muchos están convencidos de esa explicación.

El vicepresidente explicó varias veces que no podía pronunciarse puesto que no conocía el contenido de lo que se estaba negociando en la Habana. Su tesis era curiosa porque si bien él nunca había ido a la isla, ni pertenecía al equipo negociador, muchos de los puntos habían sido publicados previamente a que se conociera el Acuerdo Final.

A Vargas Lleras le cuestionan su papel en la campaña. Su partido Cambio Radical desconoció la jefatura de César Gaviria en la campaña por el Sí, lo que fue interpretado como un cálculo político en parte porque serán su competencia en las próximas elecciones y en parte porque el liberalismo también ha anunciado varias veces que no lo acompañarán en 2018. Por otro lado, a los dirigentes del partido no se les ha visto liderando actos de campaña. El único, el de Barranquilla, eso sí, ha sido uno de los más multitudinarios: 20.000 personas en el parqueadero del estadio Metropolitano.

Mientras tanto en la oficina de César Gaviria aseguran haber coordinado visitas en cerca de 800 municipios y 30 departamanetos. En el partido de ‘la U’ dicen que sus congresistas hicieron la tarea y que en mil municipios han hecho campaña, “hasta en los rincones más escondidos del país”, dicen. O Claudia López ha recorrido treinta municipios durante la campaña.

Incluso ha sido tema de controversia en círculos políticos una reciente fotografía (ver foto) en la que Vargas Lleras aparece junto a la exgobernadora del Quindío, Sandra Paola Hurtado, quien lidera la campaña por el No en el eje cafetero y quien recientemente lanzó una campaña con taxistas y amas de casa en contra de los acuerdos de La Habana. (Ver video)

Pero como el debate público por el plebiscito se prestó de antesala del debate presidencial del 2018, la posición de Vargas Lleras también ha sido interpretada como una jugada astuta.

De ganar el Sí el próximo domingo, que Vargas Lleras dice apoyar, las elecciones presidenciales ya no girarán en torno a cómo acabar con la guerrilla, como ha sido el común denominador desde 1982. El debate estará concentrado en quién garantizará lo pactado en La Habana, quién puede liderar la implementación, quién cumplirá la palabra empeñada. O por el contrario, si las FARC no cumplen sus compromisos, quien los pondrá en su lugar.

Para Vargas Lleras, el plebiscito podría ser una moneda al aire en la que apuesta ganar con cara, pero también con cruz. De ganar el sí Vargas Lleras podría reclamar parte de victoria. Por un lado, porque se cree que la mayor votación podría darse en la costa caribe, que es su principal fortín político compartido con la familia Char.

Por otro lado, con la agenda de un nuevo país, lo más seguro es que los debates se centren en la ejecución. Y el vicepresidente ha demostrado que en ese aspecto nadie le gana en el gobierno. Por otro lado, el vice siempre ha sido la representación del concepto de “mano dura” y nada genera más confianza que eso para garantizar que habrá alguien con la actitud de hacer respetar los acuerdos.

Si gana el No, Vargas también tendría un buen escenario. Sus reservas al proceso de paz le permitirían poder aclarar que siempre le generó dudas el proceso. Y en ese contexto sería muy probable que pueda agrupar votos del uribismo y de los sectores más conservadores. En un país en el que gane el No, Vargas puede tener más juego que el mismo Alejandro Ordóñez.

Sin embargo, las jugadas a dos bandas contienen alto riesgo. Por ejemplo, los que se la jugaron a fondo con el sí no lo pondrán en la lista de ganadores, por haber llegado a un mes del plebiscito, y lo podrían mirarlo con desconfianza a la hora de la implementación de los acuerdos. Y los críticos del proceso, por ejemplo el uribismo, donde podría ser visto con alguna simpatía, no le perdonarían su apoyo público por el sí.

El lunes pasado, su presencia en la firma de la paz en Cartagena no se notó. Al punto que muchos medios preguntaron si estaba o no presente. Lo cierto es que a pesar de que estaba en primera fila, saber qué tan jugado está puede ser una de las preguntas más clave de la política esta semana.