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La vida de Manuel Marulanda o Tirofijo es un retrato dramático del conflicto colombiano. Nunca olvidó que había sido bombardeado en Marquetalia y, en seis décadas de guerra, terminó por convertirse en un personaje vengativo y sangriento.

PELÍCULA

Vida y muerte de un guerrillero terco

National Geographic Channel presenta este 22 de agosto a las 10 pm el documental 'Tirofijo está muerto', realizado por SEMANA, Imagina y RCN. Es la vida de Pedro Antonio Marín, el campesino rebelde que se convirtió en uno de los hombres más violentos y temidos del país.

14 de agosto de 2010

La vida de 'Manuel Marulanda Vélez', 'Tirofijo' o Pedro Antonio Marín, el legendario fundador de las Farc, resultó ser en sí misma la parábola del fracaso de las armas como camino para hacer política en Colombia. Vivió sus años de juventud los vivió como un campesino rebelde, líder de la resistencia, que se sintió usado por los partidos tradicionales durante la Violencia de mitad del siglo XX. En la segunda parte de su vida se convirtió en el timonel de una guerrilla que se sintió traicionada en la mesa de negociación y radicalizó sus métodos violentos. Pero al final, como un anciano odiado por el país y venerado por un puñado de camaradas, saboreó las peores derrotas y fue testigo del declive y la corrupción de su propia obra.

A Tirofijo se le puede vituperar, detestar o admirar, pero nadie puede negar que es uno de los colombianos más importantes de la historia reciente del país. Por eso hace dos años la revista SEMANA, la productora Imagina y RCN se unieron para realizar un documental sobre la vida, fascinante y controvertida, de este hombre. La dirección estuvo bajo la batuta de Jaime Escallón, quien con su equipo periodístico ya había realizado con éxito películas sobre la fuga de John Frank Pinchao y una reconstrucción de la Operación Jaque, entre otras.

Tirofijo está muerto es un proyecto documental basado en una exhaustiva investigación, archivos de televisión y fotografía y entrevistas con familiares, amigos, ex guerrilleros, políticos e historiadores, a través de quienes se construyó un perfil completo de su trayectoria de guerra.

Comienza cuando Manuel Marulanda, armado de escopetas y chispunes, enroló en una autodefensa campesina a sus primos y se declaró en rebeldía con la dirigencia liberal que pactó la paz con los conservadores. Y sigue con sus primeros contactos con el Partido Comunista y el empeño que le puso a la 'República Independiente' de Marquetalia, de donde saldría en 1964 escapando de los bombardeos a fundar las Farc.

Durante el Frente Nacional, Tirofijo se convirtió en un mito viviente. Sus hazañas lo convirtieron en el 'bandolero' más buscado de Colombia y no hubo general de la República ni Presidente durante décadas que no se propusiera darle muerte. Uno de sus más hidalgos adversarios, el general Álvaro Valencia Tovar, lo describe en la película como uno de los más sagaces estrategas militares, gracias a una intuición poco común y a un sistemático aprendizaje de la experiencia.

Pero serían los años 80, con el narcotráfico, el terrorismo y la degradación de la guerra, los que mostrarían otra fase del curtido combatiente. Frustrados los intentos de paz de varios gobiernos, después de la Constituyente se abrió una confrontación en la que Tirofijo y sus hombres pusieron en jaque al país. La crueldad en los métodos usados y la falta de escrúpulos en las alianzas que hicieron las Farc con el narcotráfico hicieron que Tirofijo se convirtiera en un símbolo del miedo y la degradación.

Luego, en el Caguán, cuando se iniciaba con esperanza y júbilo el último intento por la paz que se ha hecho en Colombia, su ausencia en el comienzo de los diálogos se convirtió en la premonición del doble juego que se venía. El mensaje de Tirofijo era el de un campesino agraviado, que no olvidaba ni perdonaba, y cuyo lenguaje jamás dejó de ser desafiante. Sus contradictorios actos son rememorados por algunos de los presidentes, entre ellos Belisario Betancur y Andrés Pastrana, que aspiraron a firmar con él un armisticio.

En el Caguán se vio un Tirofijo cansado y viejo, pero jefe absoluto de sus tropas. Su imagen terminó siendo la de un hombre aferrado a sus convicciones, pero incapaz de abandonar el camino agreste que había tomado. La guerra se le había convertido, al parecer, en un fin en sí mismo.

Por eso el uso del terrorismo y del narcotráfico y los crímenes de guerra cometidos bajo sus órdenes borraron de un tajo la aureola revolucionaria que llevó en sus años de joven rebelde. Vivió lo suficiente para ver la decadencia -en todo sentido- de las Farc, y hasta la suya propia, pues murió de viejo. Una muerte anacrónica para un hombre de mil batallas.

Sin embargo, la vida y la muerte de Tirofijo es una metáfora del país. De su incapacidad para resolver los conflictos. De la violencia que ha impregnado a la política desde décadas atrás y ha ahogado a todo tipo de líderes en ríos de sangre. Y, sobre todo, de la degradación de una guerra cada vez más criminalizada, sin sentido político y alimentada por el narcotráfico. La vida de Manuel Marulanda es una lección de intolerancia: de la suya propia y de la que las élites políticas y agrarias pelearon contra él. Y su muerte es también el símbolo de la mezquina incapacidad de Colombia de incluir en un proyecto de Nación a todos sus hijos.

El documental Tirofijo está muerto, que se transmitirá este 22 de agosto por el canal de cable National Geographic a las 10 de la noche, muestra justamente todas esas paradojas. Es el retrato fascinante y trágico de un país, a través de la saga violenta de un hombre radical y violento aferrado a sus convicciones. Un hombre que posiblemente tenía razón en sus agravios y objetivos, pero que se equivocó profundamente en el camino que eligió para luchar por ellos: el de la destrucción y la muerte.