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Vientos de guerra

Cultivos de droga y nuevos paras amenazan con terminar la paz que se vive desde hace 14 años en la zona esmeraldífera de Boyacá.

12 de febrero de 2006

Una nueva guerra se está cocinando a fuego lento en el occidente de Boyacá, una región de donde se extrae el 80 por ciento de las esmeraldas que se comercializan en el mundo. La presencia de paramilitares, mafiosos, cultivos de coca, laboratorios de procesamiento y toneladas de droga son los elementos que están convirtiendo la zona en una bomba de tiempo. Durante los años 70 y 80, la zona esmeraldífera de Boyacá fue tristemente célebre por la guerra entre familias de esmeralderos que se disputaban el control de las minas. Esa confrontación llegó a su fin hace 14 años, gracias a la firma de un pacto de paz entre los bandos. Durante ese tiempo, la zona pasó de ser una de las más violentas del país a una de las más pacíficas. Hoy esa paz es la que está en peligro por cuenta del narcotráfico. Con excepción de casos aislados como la sociedad entre el capo Gonzalo Rodríguez Gacha y el esmeraldero Gilberto Molina, el narcotráfico fue un fenómeno ajeno al mundo de las esmeraldas. Esa situación empezó a cambiar a partir de 2002, cuando se comenzó a detectar los primeros cultivos de coca en varios municipios de la región. Para ese año las minas de esmeraldas estaban sumidas en una profunda crisis, debido a una sensible baja en la producción. Mientras que en 1995 las exportaciones de esmeraldas eran de 456 millones de dólares anuales, a septiembre de este año las exportaciones llegaban a los 58 millones de dólares. Como consecuencia de la poca inversión en tecnología y la caída en la producción de las minas más rentables, miles de personas quedaron en el aire. El problema es que la cultura del 'dinero fácil' que dejó la bonanza estaba muy arraigada. Muchos mineros vieron en el narcotráfico la mejor alternativa para alcanzar la riqueza a la que estaban acostumbrados. Aunque el occidente de Boyacá es una de las tierras más fértiles y aptas para el cultivo, la agricultura nunca ha sido viable. Mientras una arroba (12,5 kilos) de plátano se paga entre 6.000 y 7.000 pesos, un kilo de coca se vende entre dos y tres millones de pesos. Por eso muchos campesinos cambiaron sus cultivos tradicionales por coca. Para finales de 2002, informes de Naciones Unidas y autoridades antinarcóticos dieron un primer campanazo de alerta al revelar que habían surgido cultivos de coca en 10 de los 15 municipios del occidente de Boyacá, principalmente en Otanche, Quípama, Muzo y Coper. Durante 2003 los cultivos ilícitos aumentaron, al igual que la crisis social. "Acabamos una guerra sin la ayuda del Estado. Pero construir la verdadera paz con justicia social no podemos hacerlo sin él. La violencia está retornando a la región por falta de empleo y oportunidades" dijo a SEMANA monseñor Héctor Gutiérrez, uno de los artífices de la paz entre esmeralderos. A comienzos del año pasado, justamente él, respaldado por alcaldes y un amplio sector de esmeralderos, volvió a alertar al gobierno de lo que estaba pasando. En junio, el presidente Álvaro Uribe fue hasta el municipio de Otanche y allí públicamente no sólo se comprometió a que el gobierno ayudaría a erradicar los cultivos de coca por medio de programas como el familias guardabosques, sino que prometió inversiones para enfrentar la crisis social. Nada de esto se cumplió. Hoy, un año y medio después del publicitado compromiso, la situación en la región no puede ser más preocupante. Los nuevos paras En los municipios de Muzo y Quípama, especialmente, actúa un grupo paramilitar que no hace parte de ninguna estructura de las AUC, conocido como 'los Dorados'. Se trata de cerca de 50 hombres muy bien armados encargados de la vigilancia de los laboratorios y los cultivos en esas poblaciones. Estos 'paras independientes' fueron creados hace casi dos años por algunos reconocidos jefes esmeralderos que decidieron alternar la explotación de esmeraldas con el tráfico de drogas. Pero si bien esto es inquietante, no menos escandalosa es la llegada de las AUC. Varios informes de inteligencia del Ejército y del DAS aseguran que el Bloque Central Bolívar (BCB) controla los laboratorios y los cultivos de coca en municipios como Coper, en Boyacá, y Ubalá y La Palma, en el norte de Cundinamarca. Las autoridades también están alarmadas porque uno de los golpes más duros contra el narcotráfico en esa región del país dejó al descubierto la creación de un nuevo bloque paramilitar de las AUC denominado Héroes de Boyacá. El pasado 19 de septiembre, miembros de la V División del Ejército y la Fiscalía encontraron un complejo cocalero en alrededores de Coper, en donde se producían 10 toneladas de cocaína mensuales. En el lugar descubrieron uniformes e insignias de los Héroes de Boyacá. Aunque la zona es de influencia del BCB, las autoridades no descartan que ese grupo sea una facción creada por Luis Eduardo Cifuentes, alias 'El Águila', quien se desmovilizó hace menos de un año. Según el general Carlos Suárez Bustamante, comandante de la V División del Ejército, en el sur y el occidente de Boyacá sus hombres han destruido, en lo que va corrido del año, 4.627 hectáreas de cultivos de coca, incautado 9.000 kilos de insumos para el procesamiento de droga y destruido 39 laboratorios y cristalizaderos de droga. SEMANA realizó un sobrevuelo por la región y pudo corroborar la existencia de cultivos de coca en zonas montañosas de Coper, Muzo y Quípama. Hace relativamente poco, el gobierno volvió a ponerle atención al occidente de Boyacá. A comienzo de octubre, el ministro de Defensa, Camilo Ospina, se reunió en Corferias con los principales esmeralderos y representantes de Fedesmeraldas, el gremio que los agrupa. Después de reconocer la gravedad de la situación, en tono enérgico el Ministro les dijo a los esmeralderos que si querían verdaderamente solucionar el problema del narcotráfico en la zona, estaban en la obligación de denunciar con nombres propios a los paras, mafiosos y esmeralderos que están metidos en el trafico de drogas. Aunque la petición del Ministro parece lógica, es ingenua. Es obvio que en un gremio como el de los esmeralderos difícilmente se delataran entre sí porque eso implicaría revivir una guerra como la de la década de los 80. Pocos días después de esa tensa reunión, los esmeralderos devolvieron el balón al terreno del gobierno. Le enviaron a Ospina un documento, firmado por la Iglesia, alcaldes y empresarios, en el que detallaban las zonas en donde están ubicados los cultivos y laboratorios, pero sin incluir nombres. El panorama es incierto. "La pobreza, la ausencia del Estado y la llegada de la droga hacen que soplen vientos de guerra en el occidente de Boyacá", dice monseñor Gutiérrez. Esa combinación de males, sumada a la crisis en la producción de las esmeraldas, está siendo aprovechada por los grupos armados ilegales para apoderarse de la región, transformarla en un nuevo centro del tráfico de drogas y acabar con la paz.