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William Vinasco, el conocido locutor deportivo, fue el candidato que más creció en el último mes, según las encuestas del Centro Nacional de Consultoría. Su campaña ha sido fresca e innovadora y ha aprovechado las debilidades de Moreno y de Peñalosa

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Vinasco le puso picante

La campaña por la Alcaldía de Bogotá resultó más competida de lo que se pensaba. Peñalosa y Moreno están empatados y la estrella en ascenso, William Vinasco, se volvió el fiel de la balanza.

22 de septiembre de 2007

"Yel 28 de octubre, no me esperen en la casa", diría William Vinasco Che, el popular locutor de partidos de fútbol, si estuviera transmitiendo la competencia por la Alcaldía de Bogotá. Una elección que parecía definida a favor de Enrique Peñalosa, y que después de un período de aburrido estancamiento, se calentó. Según la última encuesta contratada por SEMANA con el Centro Nacional de Consultoría, las elecciones entran en su recta final con un empate entre Peñalosa y Samuel Moreno, el candidato del Polo Democrático. Una final como para alquilar balcón.

Y fue Vinasco el que despertó la campaña. En el último mes se trepó 8 puntos, de 4 a 12, mientras los dos delanteros, Peñalosa y Moreno, se igualaron: el primero bajó de 38 a 34 y el segundo lo alcanzó, gracias a que subió de 29 a 33 por ciento de intención de voto. El empate significa que cualquier cosa puede ocurrir. Todo esto unificó las predicciones de todas las encuestas, que hasta el momento habían arrojado resultados muy diversos.

El personaje del momento es William Vinasco. Su candidatura fue la última que se inscribió, la que más ha crecido y la que más sorpresas ha generado. Aún es difícil prever un escenario de crecimiento continuo que lo lleve a desbancar a uno de los dos delanteros. Pero ya es todo un fenómeno: Vinasco tiene la clave para definir quién será el próximo alcalde de Bogotá. Dice que mantendrá su candidatura hasta el final, como lo hizo en 2003. Y ahora, a diferencia de hace cuatro años, lo hará con la esperanza de que su crecimiento se vuelva una bola de nieve que lo lleve a la victoria. En cualquier caso, el resultado final de la reñida competencia dependerá de lo que William Vinasco haga, o deje de hacer.

El éxito del popular locutor no se debe, simplemente, al reconocimiento que le ha dado a su nombre el trabajo como periodista deportivo al lado de causas tan populares como la Selección Colombia. Según la encuesta, su nivel de conocimiento y su imagen positiva están por debajo de las cifras que tienen Peñalosa y Moreno. Su crecimiento se explica también porque ha entendido el momento político y ha diseñado una estrategia sencilla pero efectiva para tocar la fibra de rebeldía que caracteriza al electorado bogotano.

Entre la frialdad que genera el dilema entre un Peñalosa demasiado conocido y con imagen de soberbio, por un lado, y un Samuel sin credenciales de urbanista y con demasiados apoyos de maquinarias políticas, Vinasco se ha colado con un discurso simple, innovador y fresco. Ha hecho, sin errores, la típica campaña de un tercero. La que saca a relucir los defectos de los otros, y la que pesca en el río revuelto de los dardos que se cruzan Peñalosa y Moreno para acusarse mutuamente de 'políticos tradicionales'. La clásica tercería que se asocia con un discurso de independencia.

William Vinasco está impulsado, y las cosas le salen bien sin demasiado esfuerzo. No tiene un equipo costoso, ni grande, ni sofisticados asesores externos, ni maquinarias partidistas. Su hija, Karen, es el cerebro de los actos de campaña con mensajes más lúdicos que políticos, sin parafernalia, y de las heterodoxas piezas de publicidad que llegan más a los jóvenes que a los líderes políticos o a los ediles.

La competencia por la Alcaldía de Bogotá gira ahora en torno a dos grandes preguntas. ¿Hasta dónde llegará William Vinasco? Lo más probable es que en algún momento encontrará un techo. Según la encuesta del Centro Nacional de Consultoría, a la hora de buscar al mejor alcalde para manejar los problemas más graves de la ciudad, Peñalosa y Moreno llevan una sólida delantera. Al menos hasta el momento, más que una alternativa de victoria, William Vinasco se ha convertido en el fiel de la balanza.

La otra gran pregunta es a quién perjudica, con su ascenso, el amable locutor. ¿Le quita más a Moreno o a Peñalosa? La lectura más simple -Peñalosa baja y Vinasco sube porque le está quitando votos- no necesariamente es la correcta. Según Francisco Pereira, vicepresidente del Centro Nacional de Consultoría, "se puede estar produciendo una transferencia de apoyos: Moreno le quita a Peñalosa y Vinasco le resta a Moreno". A esa conclusión se llega si se analiza la manera como se están comportando las preferencias electorales según estratos sociales. En los altos, Peñalosa no sólo sigue con la camiseta amarilla, sino que en el último mes subió. En cambio, cayó en los grupos medios y bajos, que son los mismos en los que sus dos competidores crecieron.

Lo anterior quiere decir que "Samuel y Vinasco se compiten los mismos votos", según Pereira. Pero esta puja se produce en el terreno más amplio: mientras Peñalosa es el rey en el estrato alto cuya votación no llega al 10 por ciento del total, sus competidores tienen mayor capacidad de pescar en los grupos dos y tres, que ponen más del 60 por ciento del voto global. La encuesta muestra que en los temas sociales -salud, educación- Peñalosa perdió el liderazgo que tenía hace un mes. Y estos temas son más sensibles en los sectores populares.

El nuevo escenario tiene muy contento a Samuel Moreno, el candidato del Polo. El empate es todo un éxito porque refleja una tendencia favorable. Si no hay cambios, la recta final lo debería llevar en el primer lugar hasta la meta. La estrategia publicitaria ha sido efectiva: una sutil campaña contra Peñalosa, a quien ha logrado poner a la defensiva con propuestas como hacer un metro en lugar de un TransMilenio por la séptima. Y ha incrementado, hasta 30 por ciento, la imagen negativa del ex alcalde mediante la insistencia en que es soberbio. Eso dicen sus cuñas radiales, cuidadosamente redactadas para hacerlo en forma tácita y no directa.

El candidato del Polo ha hecho un efectivo trabajo en los barrios populares donde hay amplias simpatías polistas, y hay indicios de que su crecimiento en las últimas semanas no se ha producido en el 'voto de opinión' sino en el de organizaciones partidistas. Los cuatro puntos ganados coinciden con los que tenía en agosto Leonor Serrano, de Alas/Equipo Colombia, quien se retiró a favor de Samuel. En todo caso, el candidato del Polo Democrático tiene actitud de triunfador, superó la crisis de su partido, ha vendido una imagen amable -su imagen negativa es una cuarta parte de la de Peñalosa- y ha puesto a su principal rival contra las cuerdas.

En la campaña de Peñalosa hay, en cambio, caras largas. La estrategia está desdibujada, porque no se sale del viejo libreto con el que ganó las elecciones de hace 10 años, porque tiene que defender permanentemente al TransMilenio que, según las encuestas, es impopular, y porque parece obsesionado por el apoyo de los estratos altos, cuando la verdadera competencia está en las clases medias. La publicidad es abstracta -Mejor Peñalosa, Con Peñalosa Haremos Más- y por momentos el apoyo de los partidos que lo respaldan -Cambio Radical, Partido Liberal y La U- le ha dejado más el pecado que el género. Con su desdén por la clase política ha enfriado las maquinarias de estos partidos, que hasta ahora no han alcanzado velocidad de crucero.

La campaña peñalosista parece más perdida de lo que realmente está. Porque si bien la desfavorecen las tendencias, todo indica que hay un empate cerrado. Y la historia indica que el mes anterior a las elecciones en Bogotá es mucho tiempo, porque es cuando todo se define.