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Las tensiones entre Colombia y Venezuela estuvieron marcadas por la paranoia de parte y parte.

Los secretos de WikiLeaks

Wikileaks: ¿Qué hacían exmilitares golpistas venezolanos en la Escuela de Inteligencia del Ejército colombiano?

Cables de WikiLeaks dejan al descubierto encuentros secretos de los que el propio expresidente Uribe dijo estar sorprendido. Así fue el momento, según las comunicaciones, en el que las relaciones bilaterales pasaron a la paranoia.

25 de marzo de 2011


Tres episodios relatados en las comunicaciones de la embajada de Estados Unidos, muestran el increíble grado de desconfianza que se dio entre Venezuela y Colombia, en los momentos de tensión de los últimos años.

El primero de ellos fue en diciembre de 2005. En ese momento se especuló sobre una supuesta reunión en la que funcionarios de Colombia conspiraban con exmilitares del vecino país para tumbar al presidente Chávez. Tras el incidente, el presidente Uribe regañó al director del DAS Andrés Peñate y éste, bastante molesto por la reprimenda, le contó a la Embajada los detalles de lo ocurrido.

Según Peñate, el presidente Chávez venía acusando al DAS y a la CIA de conspirar contra él y en una reunión le volvió a poner la queja a Uribe. Éste le pidió evidencia y el ministro del interior venezolano, Jesse Chacón, le entregó a la canciller de Colombia, Carolina Barco, una dirección y una foto en Bogotá, de la “oficina secreta donde los militares colombianos y agentes de la CIA estaban conspirando”. Chacón le dijo a Barco que su gobierno podía probar que era una sede secreta de la CIA porque habían visto carros de la embajada de Estados Unidos entrando y saliendo.

El presidente Uribe, tras una reunión de Chávez en Santa Marta, admitió que exgolpistas habían visitado una sede militar y dijo públicamente que “el gobierno de Colombia no permite que nadie aquí vaya a armar conspiraciones contra un gobierno democrático”.

Barco le entregó la información a Peñate y cuando éste vio la foto se dio cuenta de que se trataba de la Escuela de Inteligencia del Ejército. Llamó al director de la Escuela y le preguntó si exmilitares venezolanos lo habían visitado y este le respondió que son invitados “muchas veces” para dar su visión sobre las fuerzas armadas de Venezuela, su relación con Chávez y que habían sido la fuente de informes preparados por el Ministerio de Defensa. Con esa aclaración, Peñate pensó que podía dar una mejor explicación y salió públicamente a decir que los encuentros fueron “mal interpretados” que eran solo “encuentros con propósitos académicos”.

El presidente Uribe se molestó, dijo Peñate a los de la Embajada, porque lo ponía en una situación difícil frente a Chávez. “¿Acaso vamos a decir que estábamos en una reunión académica, con unos militares golpistas?”, dijo el Presidente en público y le pidió al DAS “dejar de teorizar tanto y dedicarse a capturar bandidos”.

Curiosamente, Peñate no cree del todo en sus propias palabras, pues le comenta al agregado político de la embajada que usó deliberadamente la palabra “académico” porque no quería revelar que esos encuentros eran para acopiar inteligencia y le admitió además que dado la “proclividad de sus predecesores” él no podría asegurar definitivamente si ellos estaban teniendo alguna “discusión no autorizada” con los venezolanos.

El segundo episodio fue en febrero de 2008. Colombia estaba interesada en modernizar su flota de submarinos con el fin de tener equipos para enfrentar la estrategia de los narcotraficantes de usar semi sumergibles, con el fin de buscar una tecnología compatible con la que usa Estados Unidos y en preparación ante una eventual amenaza regional. Para eso exploraban comprar submarinos equivalentes a los AN/BYG-1 o SUBICS 9000. Frente a posibles suspicacias que se podían despertar en Venezuela se hizo una solicitud “invisible” bajo el título de “actualización de los sistemas de submarinos actualmente utilizados”. Aún así, según la Embajada, la “retórica hostil de Chávez” podía generar pronunciamientos de él diciendo que esto sería una “prueba de la conspiración en su contra por parte de Estados Unidos y Colombia”. Pero terminan recomendando que aún con ese riesgo, continúen con el procedimiento pues, con o sin compra, Chávez va a seguir haciendo esas acusaciones. Y Finalmente se recomienda que se apruebe la solicitud hecha por la Armada colombiana.

El tercer hecho ya raya en lo absurdo. En diciembre de 2009 una singular cita diplomática se dio en Caracas. La entonces embajadora de Colombia en ese país, Maria Luis Chiappe, buscaba hablar con el embajador de Estados Unidos, sobre la situación de unos mineros ilegales que eran perseguidos por Venezuela en su frontera. Chiappe, buscó de común acuerdo que la cita fuera en la residencia de la consejera política de la embajada de México, “con el propósito de que no la vieran entrando a la Embajada de Estados Unidos en Caracas”, relata el cable.

Chiappe si bien entendía que Venezuela estaba en todo su derecho de deportar a los trabajadores que vivían y trabajaban ilegalmente allí, manifestó su preocupación por que se les respetara los derechos humanos en los operativos de persecución, pues tenía información de que se le había impedido el ingreso a un equipo de la Cruz Roja. Pero la otra preocupación “del gobierno colombiano”, según el cable, era que “Venezuela podía intentar acusar a los mineros de paramilitares, o de tener alguna otra nefasta intención”.

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