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ANTE LA SOMBRA DE LA REELECCIóN, SANTOS TIENE que combinar la lealtad con la eSTRATEGIA

POLÍTICA

¿Y Juan Manuel qué?

Santos se enfrenta a la incómoda situación de retirarse del gobierno como aspirante a la Presidencia por un partido que ya tiene candidato: Álvaro Uribe.

16 de mayo de 2009

En octubre de 2006, Barack Obama era un senador novato que contemplaba lanzarse a la Presidencia, pero dudaba de que fuera el momento adecuado. A pesar de su positiva imagen nacional, todos los analistas daban por descontado que Hillary Clinton sería la candidata demócrata y que sería un suicidio político enfrentársele.

El joven senador buscó el consejo de Bob Kerrey, un respetado ex congresista y héroe de Vietnam, y éste fue tajante: "Es ahora o nunca. Esperar puede significar nunca". Las probabilidades de que las estrellas se alineen más de una vez son ínfimas, explicó Kerrey, quien desaprovechó su cuarto de hora en 1991 en una desastrosa campaña electoral. Obama le hizo caso.

Juan Manuel Santos enfrenta hoy el mismo dilema. Por primera vez en su vida política puntea en las encuestas (en la última de Yanhaas tiene el 16 por ciento). No es cualquier cosa. Desde cuando dejó la subdirección de El Tiempo para aceptarle el Ministerio de Comercio Exterior al presidente César Gaviria en 1991, el nombre de Santos ha sido incluido en centenares de encuestas. A pesar de su peso político y su credibilidad, por mucho tiempo no superó el margen de error, en parte porque su nivel de reconocimiento en la opinión pública era casi nulo fuera de Bogotá. Pero desde que está montado en el Ministerio de Defensa, y luego de los éxitos militares más espectaculares de las últimas décadas, ya el 80 por ciento de los colombianos lo identifica y dos terceras partes de estos, favorablemente, según Gallup. A Santos se le han alineado las estrellas pero tiene un pequeño problema: la indecisión de su jefe.

Durante años Santos ha buscado afanosamente el apoyo de la opinión pública para combinarlo con su hábil manejo de la clase política, una destreza que ha ratificado una y otra vez en estos casi 18 años de vida pública. Gracias a esas relaciones con el Congreso fue elegido último designado a la Presidencia en 1992, sacó adelante la reforma del espinoso tema de las transferencias territoriales cuando era ministro de Hacienda y armó en menos de un año el Partido de La U.

Esa combinación de opinión y maquinaria hacen pensar que una candidatura suya tendría posibilidades de salir avante en una contienda nacional. Más aun por ser Santos uno de los dirigentes que los colombianos más identifican con la mano dura contra las Farc. El primero es Álvaro Uribe, y allí, paradójicamente, radica el problema para Santos. Porque en esa comparación, Juan Manuel pierde por goleada con el artífice de la política de seguridad democrática.Y todo indica que el Presidente será candidato en 2010.

Ese escenario no estaba en las cuentas de Juan Manuel Santos, quien esperaba contar, si no con el guiño de Uribe, por lo menos con el apoyo irrestricto del partido que ayudó a fundar. Pero La U es hoy, con Luis Carlos Restrepo a la cabeza, la punta de lanza del referendo del Presidente. Y aunque en La U Santos aún tiene varios adeptos y congresistas afines, ninguno quiere jugársela por él mientras exista la posibilidad de que Uribe pretenda quedarse en el poder.

Por eso, como Santos no puede irse contra la reeelección, su discurso será el de trabajar por la continuidad de las políticas de la seguridad democrática y la confianza inversionista.

Desde hace casi un año se ha especulado sobre la fecha de la renuncia de Santos al Ministerio de Defensa. Que dimitiría en agosto de 2008, para salir en hombros después de la Operación Jaque. Que en enero para arrancar el año en campaña. Que después de la captura o muerte del 'Mono Jojoy'. La realidad, tal vez, era más cruda: esperaba que se resolviera la incertidumbre acerca del referendo. Se acabó el tiempo. Si no renuncia al Ministerio de Defensa antes del fin de mes, quedará inhabilitado.

Que Juan Manuel se va, nadie lo duda. Permanecer en el gobierno no es una opción viable, especialmente si se tiene en cuenta el tortuoso camino que aún le falta a la reforma de la Carta que permitiría la reelección de Álvaro Uribe. Ésta se puede hundir en la conciliación en la Cámara, en la Corte Constitucional o en el propio referendo. Un congresista uribista le dijo a SEMANA: "Santos debe tener el olfato de que no va pasar". Pero no lo puede decir, pues oponerse públicamente al referendo hoy es ganarse la enemistad del Presidente; más aún en el caldeado ambiente político de estos días.

Tampoco es viable imitar a Andrés Felipe Arias, quien lanzó su candidatura a la Presidencia, pero la condicionó al visto bueno de su jefe: si Uribe se lanza, Arias lo apoya. En otras palabras, se lanza, pero no se lanza. A Arias le queda una vida política por delante y se puede dar el lujo de quemar esos cartuchos. Pero un hombre de la trayectoria de Santos no puede hacer esas maromas y poner en riesgo el prestigio que ha ganado en estos años. Su mejor opción es jurar su fidelidad a la seguridad democrática y la confianza inversionista, los pilares del uribismo, y esperar a que las probabilidades de que el referendo se enrede jueguen a su favor.

Otros le recomiendan ausentarse unos meses del país y ver el toro desde de la barrera. Esa alternativa, sin embargo, también es un campo minado. Primero, perdería visibilidad ante la opinión pública. Segundo, correría el riesgo de que le quitaran el puesto de vocero más legítimo de las bondades de la seguridad democrática (lo reemplazarían felices 'Uribito' o Germán Vargas Lleras). Tercero, dejaría a los congresistas de La U a la deriva. Y eso cuesta, como lo vivió en carne propia Vargas Lleras, quien se fue a España el año pasado a estudiar y prepararse para la Presidencia y, a su regreso encontró su partido (Cambio Radical) envuelto en los tentáculos del uribismo.

Juan Manuel Santos lleva años esperando el momento para anunciar una candidatura presidencial. Por ahora, las encuestas muestran que en unas elecciones sin Uribe, les ganaría a todos los otros pretendientes y quedaría cabeza a cabeza con Sergio Fajardo. Por otro lado, se vislumbra la creación de un gran partido uribista -quizá bajo la sombrilla de La U- donde van a aterrizar congresistas liberales, conservadores y de otros partidos, y que se convertirá en una gran plataforma política que si Uribe no puede capitalizar podrá ser el trampolín de Santos para llegar a la Presidencia. Ante la sombra de la reelección, tiene que combinar la lealtad con la estrategia.

Pero si Uribe finalmente busca prolongar su mandato cuatro años más, Santos está frito. Todas las encuestas revelan que Juan Manuel es el candidato más parecido a Uribe para los electores de las cuatro grandes ciudades. Por ejemplo, ambos tuvieron su mayor dosis de popularidad después de la liberación de Íngrid Betancourt. Sus votantes son los mismos.

Si Juan Manuel lanza su candidatura en los próximos días, en medio de la incertidumbre reinante, sería una de sus mayores audacias. Es una apuesta a que en mayo de 2010 uno de los nombres del tarjetón no será el de Álvaro Uribe. A Juan Manuel le encanta ser descrito como un apostador de grandes ligas. El tiempo dirá si en su baraja había un full o un par jotas.