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YO ACUSO

Detrás de las explosivas declaraciones del ex agente de la DEA, Joe Toft, y del mal estado de las relaciones colombo-americanas, puede estar el deseo de Estados Unidos de evitar la entrega de los Rodríguez Orejuela.

31 de octubre de 1994

HASTA PASADAS LAS 11 Y 30, LA MAÑANA del jueves 29 había sido para el presidente Ernesto Samper tranquila y rutinaria. Pero una llamada de María Isabel Rueda, directora del noticiero de televisión 'QAP', cambió las cosas. "Presidente -dijo la periodista- tenemos una información muy delicada y hemos decidido divulgarla en la emisión de esta noche. Pero queremos que el gobierno la conozca antes y que se pronuncie. Nos gustaría publicar esta misma noche la reacción oficial". Por el tono de voz de la periodista, Samper comprendió que el asunto era grave y urgente, y optó por invitarla, en compañía de la otra directora de QAP, María Elvira Samper, a la Casa de Nariño.

Una hora después, las dos periodistas, el Presidente y su consejero para las Comunicaciones, Juan Fernando Cristo, se encontraron en Palacio para almorzar y ver la grabación del video de una entrevista que tres periodistas de QAP le habían hecho días antes al saliente director de la DEA para Colombia, Joe Toft. El explosivo contenido del reportaje, que el público colombiano conoció esa misma noche, le cambió el humor al primer mandatario.

A las tres, entre preocupado y alicaído, se reunió con su ministro de Defensa, Fernando Botero, y la consejera para asuntos internacionales, Mónica de Greiff. Discutieron los alcances del asunto y los términos del comunicado que debían divulgar esa noche. Y de paso, decidieron aprovechar una cita con el embajador Myles Frechette pactada días antes para las cuatro de esa tarde, para tratar el asunto.

"Algo debe estar pasando -dijo Frechette con su proverbial buen humor al entrar al despacho presidencial- desde que encuentro a tanta gente tan importante reunida". Para su sorpresa, ni Samper, ni Botero, ni la consejera De Greiff se rieron del apunte. " Veo que se trata de algo serio", agregó.

Y lo era. Toft decía en la entrevista (ver recuadro) que estaba convencido de que había habido dineros del cartel de Cali en la campaña de Samper a la Presidencia. Pero sus ataques no se limitaban al actual Presidente. Iban también en contra de su antecesor César Gaviria, a quien acusaba de no haber hecho nada durante la Asamblea Constituyente, a pesar de que en el episodio del narcovideo había tenido las pruebas de que los carteles estaban pagando a algunos constituyentes para que prohibieran la extradición de colombianos. Sostenía, además, que Colombia era una "narcodemocracia" y que prácticamente todas las instituciones estaban infiltradas por las organizaciones del narcotráfico. Finalmente, afirmaba que las autoridades colombianas y los hermanos Rodríguez Orejuela habían pactado la entrega de éstos y que seguramente no iban a recibir la pena que merecían.

Aparte de esto último, no había realmente en las declaraciones de Toft nada nuevo. Revivía el caso del narcovideo en tiempos de la Constituyente (ver recuadro) y el de las intercepciones telefónicas al periodista Alberto Giraldo -los famosos narcocasetes- en los cuales Giraldo y los hermanos Rodríguez Orejuela aparecen hablando sobre millonarias contribuciones en dólares a la campaña samperista.

Lo grave no era, pues, el contenido de las declaraciones, sino que fueran dichas por quien durante más de seis años fue el representante más importante de la agencia más importante de lucha contra las drogas, en el país más importante dentro de esta guerra. Es decir, por una persona con suficiente rango y pergaminos como para hablar con autoridad sobre el narcotráfico. En esa medida, más allá de la poca novedad de sus declaraciones, era la primera vez que una persona de tan alto nivel asumía como ciertas las sospechas despertadas por los narcocasetes, y era previsible que el efecto del asunto en la opinión pública -en especial en el exterior- resultara devastador para el gobierno colombiano.

"lmagínense lo que puede pensar un norteamericano o un europeo si oye a quien fuera director de la DEA para Colombia por tanto tiempo, decir que el Presidente de la República fue elegido gracias al apoyo de dineros del narcotráfico", le dijo a SEMANA el corresponsal en Bogotá de un periòdico estadounidense. "La inmensa mayoría de quienes lo escuchen le va a creer", agregó.

POR QUÉ LO HIZO
De ahí que desde cuando la primicia de QAP fue conocida, tanto las autoridades como el público colombiano empezaron a analizar qué podía haber detrás de semejante destape de Toft, un hombre que hasta ese momento se había caracterizado por una discreción de espía, por su amistad con algunas autoridades colombianas y por su reconocimiento al valor con el que muchos en el país se habían enfrentado a los carteles, algo que puso de manifiesto pocos días antes de que se conocieran sus declaraciones, al hablar durante un homenaje que le brindó la cúpula de la Policía Nacional (ver recuadro).

En un principio, lo que parecía obvio es que el pronunciamiento de Toft hubiera sido el resultado de una actitud individual de alguien que, por convicción o tal vez por el resentimiento que suele generarse cuando un policía es empujado al retiro, decidió emprenderla contra el país en el cual pasó sus últimos años de trabajo. Esta conclusión se habría sostenido de no ser por la acumulación en los últimos días de varios episodios en los cuales, de una u otra manera, autoridades y medios de comunicación norteamericanos han puesto en duda la honestidad del gobierno colombiano y han planteado que la sociedad del que hasta hace poco fuera el principal aliado de Estados Unidos en la lucha antidrogas, está profundamente infiltrada por el poder corruptor de los carteles.

En menos de 15 días, la revista Newsweek publicó un artículo sobre la influencia de los narcodineros en la población vallecaucana de Tuluá; la cadena de televisión CNN transmitió al mundo entero un informe especial de hora y media sobre Colombia titulado 'El reino de la cocaína', en el cual, entre otras cosas, dieron por echo que hubo narcodineros en la campaña del actual Presidente (ver recuadro); varios prestigiosos periódicos norteamericanos dieron a conocer una larga lista de miembros del cartel de Cali; y, en términos generales, ha aumentado la frecuencia.



LA DISTANCIA ENTRE LOS DOS...
Lo cierto es que desde cuando el Congreso de la República adoptó en noviembre del año pasado una serie de modificaciones al Código de Procedimiento Penal, en cuya redacción trabajaron activamente abogados de los carteles que asesoraban a los congresistas a la vista de todo el mundo en las sesiones parlamentarias, se fue abriendo en las relaciones entre los dos países una grieta que hoy, 10 meses después, amenaza con convertirse en un verdadero abismo.
La grieta se ahondó a fines de ese mes cuando, en una reunión entre el fiscal general, Gustavo de Greiff y su homóloga norteamericana, Janeth Reno, surgieron nuevas divergencias por la forma como De Greiff explicó los alcances de una eventual entrega de los jefes del cartel de Cali, apenas unos días después de haber defendido la legalización de la droga en una conferencia que dictó en Baltimore. Pero hasta entonces y durante los meses que siguieron, la desconfianza norteamericana hacia las autoridades colombianas se centró en la cabeza del Fiscal General, con quien de paso el entonces presidente Gaviria y otros altos funcionarios del Ejecutivo se distanciaron de modo agrio.
Pronto el Fiscal dejaría de ser el único objeto de las prevenciones de Washington. A medida que avanzaba la campaña electoral durante las primeras semanas del año, funcionarios judiciales y del espionaje norteamericanos comenzaron a recopilar antecedentes sobre los dos hombres que aparecían ya entonces como los únicos opcionados para suceder a Gaviria, Ernesto Samper y Andrés Pastrana.
Según le explicó la semana pasada a esta revista un ex diplomático norteamericano que conoce Colombia y laboró con el equipo de asesores del departamento de Estado en Washington "lo primero que se anexó al expediente de Samper fue su propuesta de legalizar la marihuana, hecha a fines de los años 70". Luego según la misma fuente, se sumaron otros antecedentes, como su papel en la recepción de un cheque de Pablo Escobar por parte de la campaña de Alfonso López Michelsen en 1982, de la cual Samper era jefe de debate. Finalmente, los investigadores estadounidenses aumentaron sus sospechas por lo que consideraban evidente cercanía de la dirigencia samperista del Valle del Cauca con narcotraficantes de esa zona del país.
"Pero hasta ahí -anotó la fuente, quien aclaró que no hablaba a nombre de su gobierno- no eran más que sospechas sin prueba y antecedentes con alguna mala presentación". Luego vinieron los narcocasetes, que los organismos investigativos de Estados Unidos conocieron mucho antes de que se divulgaran en Colombia en las horas que siguieron a la elección definitiva de Samper como Presidente. Con base en todo ello, la Central de Inteligencia CIA, llegó a mostrar entre los congresistas norteamericanos un documento confidencial que calificaba a Samper como "unreliable" o sea "poco confiable".
"Para las autoridades aquí -agregó el exfuncionario norteamericano que insistió en la reserva de su nombre- los narcocasetes tienen un alcance muy grave, pues testimonian que los jefes del cartel de Cali entregaron dinero a la campaña del actual Presidente ". Pero más grave que los propios narcocasetes, según la fuente, es la forma como este asunto fue investigado por el fiscal De Greiff. 'Aquí nadie creyó aceptable que De Greift se hiciera cargo de la investigación. Siempre supimos que iba a exonerar al nuevo Presidente, pero nos sorprendió que además exonerara a todos los involucrados. Luego, nos llenamos de suspicacias cuando supimos que el presidente Samper lo iba a nombrar como embajador en México", anotó el ex funcionario.

RUIDO EN LA LINEA
Lo anterior puede contribuir a entender algunos desafortunados episodios recientes en las relaciones entre Colombia y Estados Unidos. Aunque la administración Samper sostiene que en las siete semanas transcurridas desde la posesión las relaciones se han venido estrechando después de la desconfianza inicial, las informaciones provenientes de Washington indican lo contrario.
Desde los días previos al inicio de su gobierno y después de una visita a la capital norteamericana de los recién designados ministros de Relaciones Exteriores, Rodrigo Pardo, Defensa, Fernando Botero y Justicia, Néstor Humberto Martínez, tras la cual surgieron esperanzas de un pronto arreglo en las relaciones, el gobierno colombiano comenzó a interesarse en una entrevista formal entre Samper y Bill Clinton.
A principios de septiembre, en los días previos a su viaje a Washington para asistir a la posesión de César Gaviria como secretario general de la OEA, Samper trató de conseguir que durante su permanencia en la capital estadounidense, se diera la entrevista. Pero la Casa Blanca hizo saber que por el momento, ésta no era posible.
Por aquellos días se dio otro episodio que agravó el estado de las relaciones. El viernes 9 de septiembre, Clinton llamó por teléfono a Samper para pedirle que Colombia contribuyera con el envío a Haití, después de la invasión que estaba entonces en preparación, de un contingente de 50 a 80 policías que debían ayudar a monitorear las labores de la Policía haitiana.
La llamada era la culminación de una delicada gestión diplomática, que se había iniciado días antes cuando funcionarios del departamento de Estado norteamericano quisieron indagar si Colombia estaría dispuesta a enviar policías para la etapa postinvasión. La respuesta informal de las autoridades colombianas fue, según fuentes del departamento de Estado, "en un principio más bien positiva, en el sentido de que examinarían el asunto". Fuentes del gobierno colombiano consultadas el viernes por SEMANA desmienten esa versión y, por el contrario, aseguran que la víspera de la llamada de Clinton a Samper, la Presidencia de la República le hizo saber a la embajada en Washington que transmitiera al departamento de Estado una respuesta claramente negativa.
SEMANA pudo confirmar que la embajada colombiana en Washington efectivamente transmitió el mensaje al departamento de Estado, pero por alguna razón qué aún no es clara, el departamento de Estado respondió que ya era tarde para pasar ese mensaje pues la llamada de Clinton a Samper ya estaba decidida. Las normas diplomáticas indican que lo lógico es que ante la negativa de los funcionarios colombianos, Washington ha debido suspender la llamada de Clinton para evitarle al mandatario estadounidense y a la vez al colombiano, tener que recibir el uno y dar el otro una negativa.
El hecho es que la llamada se produjo y, para colmo de males, todo indica que la calidad técnica de la misma dejó mucho que desear. Clinton se encontraba en su avión, el Boeing 747 más conocido como Air Force One, y Samper estaba en Rió de Janeiro, en la cumbre de mandatarios latinoamericanos. El presidente Samper no oía muy bien y creyó necesario alzar la voz. A su vez, Clinton escuchaba bastante mejor y lo que oía al otro lado de la línea era a Samper gritándole y explicándole sus razones para no aceptar participar en las operaciones postinvasión a Haití.
Al final de la charla, el presidente colombiano alcanzó a decirle a Clinton que ya habría oportunidad de discutir más a fondo el asunto cuando los dos se encontraran en Nueva York, 15 días después, durante la Asamblea General de la ONU. Clinton respondió con un frío "sí" y ahí paró la conversación. Días después la Presidencia de la República anunció que Samper y Clinton se encontrarían en Nueva York el lunes 26 de septiembre y que tendrían ocasión de conversar. La noticia fue destacada por el diario El Espectador, algo que según fuentes norteamericanas consultadas por SEMANA, no coincidió con lo que Washington tenía en mente.
Calvin Mitchell, de la Foreign Press Office de la Casa Blanca, le dijo el viernes pasado a esta revista que "los dos presidentes pudieron encontrarse en el almuerzo ofrecido a todos los mandatarios por el secretario general de la ONU, pero no era algo planeado ni estaba en la agenda del presidente Clinton ". Al día siguiente, sin embargo, la Casa de Nariño divulgó un informe fechado en Nueva York en el cual se hablaba de la satisfacción de Samper por haberse podido entrevistar "formalmente con el presidente estadounidense Bill Clinton ", para reconocer algunas líneas más abajo que se había tratado de una entrevista realizada formalmente" en comnañía del presidente mexicano, Carlos Salinas de Gortari. Según pudo confirmar SEMANA en fuentes de la Casa de Nariño, el encuentro de los tres mandatarios, en medio del almuerzo ofrecido por Butros Gali, duró cerca de 15 minutos. Según el Gobierno, en esa oportunidad Clinton le dijo a Samper que entendía perfectamente las razones de Colombia para no enviar policías a Haití.
El hecho es, en todo caso, que Clinton no ha recibido a Samper formalmente y que hasta el cierre de esta edición, nada se sabía sobre un próximo encuentro, algo que no deja de ser extraño después de las tres visitas realizadas por Samper a Estados Unidos desde su elección como Presidente, dos de ellas tras de asumir el poder.
"Eso lo que indica es que aquí se está a la expectativa -explicó el exfuncionario norteamericano del departamento de Estado con respecto a lo que el nuevo gobierno colombiano vaya en efecto a hacer en materia de narcotráfico". Parece ser que algunas señales han sido leídas muy negativamente, como por ejemplo el hecho de que Samper haya ofrecido antes y después del escándalo de los narcocasetes, un aumento de penas para los narcotraficantes, y que ese aumento aún no haya sido propuesto al Congreso.
"Lo que se piensa aquí es que ese proyecto no ha sido presentado en espera del desenlace de un acuerdo que habría sido pactado para la entrega de los Rodríguez Orejuela", agregó la fuente en Washington. Esta declaración, así como el hecho de que lo único nuevo que dijo Toft en su reportaje a QAP es precisamente eso, que hay un acuerdo en marcha para la entrega de los Rodríguez, hace pensar que justamente sabotear esa supuesta entrega sea el objetivo de toda la ofensiva de funcionarios y medios norteamericanos en los últimos días
Todo indica que si algo asusta a Washington es que esa entrega se produzca después de las reformas que se dieron al Código de Procedimiento en noviembre pasado y que tantas puertas abrieron hacia la impunidad, y en el marco de los compromisos que las autoridades norteamericanas sospechan que se pudieron producir durante la campaña entre sectores samperistas y el cartel de Cali, según lo que revelan los narcocasetes. De ahí que no resulte para nada descabellado interpretar que lo que Estados Unidos están buscando, así no lo digan oficialmente, sea quitarle posibilidades y legitimidad a esa posible entrega. El gobierno norteamericano, después del caso de La Catedral, considera las entregas de narcotraficantes colombianos farsas que no afectan para nada su control sobre el negocio.

MAL CAMINO
En todo lo anterior hay, pues, una suma de desafortunados malentendidos, pero también una actitud deliberada de Washington. En ese orden de ideas es que la entrevista concedida por Toft puede leerse no como un caso aislado, sino como algo que responde a una acción coordinada con otros niveles del gobierno norteamericano. La timidez con que la DEA se pronunció el viernes sobre el asunto, deja también un mal sabor. Aparte de aclarar que Toft ya no trabaja para esa agencia, su director, Thomas Constantino agregó que "es política de la DEA no comentar acerca de los jefes de gobierno en ejercicio". Más adelante se refirió a "discusiones abiertas y francas" sostenidas con funcionarios colombianos en las que la DEA les comunicó "lo significativo y peligroso que nos parece el cartel de Cali". Luego hay un par de frases bastante lacónicas: "Tenemos esperanzas en que los esfuerzos de la administración Samper contra las organizaciones del cartel de Cali serán exitosos. Cualquier otra observación o comentario negativo es prematuro". En ningún momento la DEA afirma que lo dicho por Toft sea falso.
En todo esto no deja de haber una actitud de doble moral de parte de los norteamericanos. La verdad es que, aunque resulte comprensible desde el punto de vista gringo que después de conocidos los narcocasetes haya sospechas contra las autoridades colombianas, se repite el caso de que Estados Unidos -como dijo alguna vez Gustavo de Greiff- "ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio". En Estados Unidos el consumo de drogas, motor por excelencia del narcotráfico, sigue marcando altísimos índices, y mientras que en Colombia se acumula ya una década de sacrificio y muertes, allá los resultados en la lucha contra la demanda y contra las organizaciones locales de distribución de la droga siguen siendo escasos.
Pero aunque es evidente que sigue habiendo un gran margen de injusticia en la forma como los estadounidenses juzgan a la sociedad y las autoridades colombianas, eso no justifica la actitud de mostrar los dientes que parece estar haciendo carrera en algunos sectores de la administración Samper. Una fuente de la Casa de Nariño le dijo el viernes a SEMANA que "el gobierno de Samper quiere mantener la dignidad nacional pues piensa que el de Gaviria fue demasiado servil con Estados Unidos. Ahora vamos a hablarles de igual a igual ". Semejante actitud en defensa de la dignidad nacional es bastante loable, pero es posible que no sea suficiente hablar duro y arroparse en el tricolor patrio para ganarse el respeto del coloso del norte.También se requiere hacer gala de mayores habilidades en materia diplomática -y particularmente en resultados- que las hasta ahora lucidas por la actual administración.
Hace ya 12 años, durante una corta visita a Bogotá del entonces presidente estadounidense, Ronald Reagan, su anfitrión colombiano, Belisario Betancur, decidió regañarlo en un discurso público. Aunque con su tono Betancur tocó las fibras antiimperialistas de mucha gente, el costo para las relaciones fue entonces bastante alto y hubo que pagarlo en los años siguientes, en medio de la poco favorable coyuntura creada por la crisis internacional de la deuda. Colombia es, así no les guste a muchos, un país ubicado en la órbita occidental en la cual Estados Unidos, hoy más que nunca tras el desmoronamiento de la Unión Soviética, está ejerciendo una influencia significativa. De ahí que resulte poco aconsejable seguir por la senda de la confrontación, y que esa idea debería ser reemplazada por una ofensiva diplomática constructiva que permita de manera clara, mejorar el clima de las relaciones entre los dos países. Ya algunos sectores de la producción, como el de las flores, han comenzado a sufrir las consecuencias de la animadversión de Washington. Y de seguir las cosas como van, no van a ser los únicos.-

LO QUE DIJO TOFT
Estas son las más explosivas frases de la entrevista concedida por el ex director de la DEA en Colombia.

"En mi opinión, no hay duda de que la campaña de Ernesto Samper recibió plata del narcotráfico. Y mi opinión está basada en lo que sé, en la información de inteligencia. Yo no sé con seguridad si él estaba consciente de eso. Pero me sorprendería demasiado que no lo estuviera. Se han hablado de millones de dólares, de muchos millones de dólares.

"Hay mucha información al respecto. Los narcocasetes son solamente una parte, pero una parte muy conclusiva. Son una evidencia contundente. No se trata de un montaje. Lo que me preocupa es que para la justicia colombiana no sean concluyentes. Para mí, dineros del narcotráfico de Cali fueron a la campaña del presidente Ernesto Samper.

"Yo sé que el término narcodemocracia, cuando se le menciona a los colombianos, no les gusta. Pero es real, es muy real. Yo creo que ustedes ya están en el abismo. La narcodemoctacia realmente ya está aquí.

"Tengo acceso a mucha información de inteligencia indicativa del control político y económico que existe en este país por parte de los narcotraficantes. Y estoy hablando del cartel de Cali.

"Ya no puedo pensar en ninguna institución de Colombia que yo conozca, que tenga algo que ver con la influencia judicial, jurídica o política, que no tenga problemas de penetración por parte de los narcotraficantes. La Fiscalía tiene problemas serios. El Congreso también está muy infiltrado por los narcotraficantes. Aquí hay muchos héroes, mucha gente que está dispuesta a hacerles la guerra, pero voluntad política en general no hay.

"El presidente Samper tiene que encontrar éxitos con la guerra contra el cartel de Cali. Todo le favorece a Cali. Y si ellos se entregan, lo que yo creo que va a ocurrir durante los próximos meses, eso se va a tratar de pasar como un triunfo o evidencia de que el gobierno de Samper está muy recto, que no tiene compromisos de ninguna clase. Pero, en realidad, eso ya está hecho. Todo lo que se necesita para una entrega ya está hecho. Todo les favorece. El Código Penal les favorece. Se deshicieron de la extradición, que era realmente la única cosa que ellos temían. Ahora hay una situación muy favorable para ellos.

"El cartel de Cali, para mí, es el enemigo número uno. Gilberto Rodríguez no solo es un narcotraficante, también está detrás de muchas muertes, de mucha violencia. El cartel de Cali es tan violento como Pablo Escobar y ellos también piensan ahora en matar a la gente, en matar a cualquier persona que se le ponga en el camino. Pero son mucho más astutos que la organización de Medellín y ellos han trabajado para crear la situación en la cual se encuentra Colombia hoy. Una situación en la que ellos tienen un control increíble, un control que el gobierno y la gente que sabe lo niega y cierra los ojos. Para mí, sería una farsa que Gilberto Rodríguez Orejuela se sometiera a la justicia.

"El presidente Gaviria tuvo muchas oportunidades de haber parado a los narcotraficasntes. La primera fue con el narcovideo. Era una prueba contundente de lo que ocurría. La segunda, lo de la cárcel de La Catedra. Yo no sé quién es culpable de la fuga de Pablo Escobar, pero el presidente Gaviria tiene una gran responsabilidad en eso, porque él tenía conocimiento de las cosas que estaban ocurriendo en La Catedral, de los lujos, de que Pablo Escobar tenía el control, de que salía, entraba... Los supo muchos meses antes de la fuga. No hizo nada. El decía que esa situación no existía.

"El narcovideo existió. Lo hizo la Policía con nuestro apoyo técnico. En ese momento había mucha información sobre la manipulación que los narcotraficantes estaban tratando de hacer en la Constituyente para quitar la extradición. Era una oportunidad fabulosa para tener un gran victoria.

"La Policía le presentó al presidente Gaviria una copia del narcovideo y, a ese punto, la batalla acerca de la extradición debía haberse acabado. No había manera de que la Asamblea Constituyente pudiera actuar y quitar la extradición, con pruebas tan contundentes de que los narcotraficantes estaban tratando de manipular la nueva Constitución".

LO QUE DIJO "CNN"
Los siguientes son los principales apartes del informe de la cadena CNN sobre Colombia emitido el domingo 25 de septiembre:

"Cuando el imperio de la cocaína se debilitó (tras la muerte de Escobar), nuevos jefes del narcotráfico surgieron para tomar el poder. Con una diferencia: el de ellos no es sólo un imperio del terror, sino es también un mundo de altas finanzas. Un mundo donde la droga y los grandes negocios van de la mano. (...) "Son como la General Motors, como Toyota", afirmó el ex embajador de Estados Unidos en Colombia, Morris Busby. (. ..) Sus ganancias los ponen a la par de empresas como Boeing, Texaco o Pepsi.

La DEA ha puesto a Miguel y Gilberto Rodríguez en primera línea de la lista de los hombres más buscados. Pero aquí en Cali se han convertido en miembros aceptados de la sociedad y son vistos como líderes de la comunidad empresarial. Y no sin cierta razón: cada año, aproximadamante 7.000 millones de dólares regresan a Colombia, los jefes del cartel poseen cerca de la cuarta parte de la tierra agrícola más productiva. (...) Y Cali florece. (.. .)

En Cali, los jefes del narcotráfico prefieren ser considerados como hombres de negocios, más que como narcotraficantes. Como tales, prefieren emplear los millones de dólares de sus ganancias en corromper a la Policía, a los jueces y a los políticos, antes que asesinarlos.

- Sus intentos por corromper llegan hasta el Presidente de la República. En esta conversación interceptada, Gilberto Rodríguez discute la forma de llenar de narcodólares la campaña de Ernesto Samper:

- "Necesitan cinco billones de dólares. Ya han recibido dos. Necesitan tres billones"

- "Eso los hay "

El presidente Samper niega haber recibido dineros de la droga. Y los fiscales colombianos lo exoneran de cualquier conducta errónea. Los oficiales de Estados Unidos, sin embargo, alegan tener evidencia propia de que Ernesto Samper sí recibió dineros del narcotráfico".

LA VERDAD SOBRE EL NARCOVIDEO
Una serie de pruebas se han acumulado en el sentido de que el narcovideo que revivió Toft, fue un montaje de la DEA y la Policía.

Corrían las agitadas semanas de la Asamblea Constituyente. Parecía bastante claro ya que la extradición de colombianos, medida combatida por una década por los carteles de la droga y en especial por Pablo Escobar y sus aliados, sería prohibida en la nueva Constitución. Un día de abril de 1991, el presidente César Gaviria recibió en su despacho de manos de una autoridad policial la copia de un video en el cual Ariel Otero, jefe de las autodefensas del Magdalena Medio y hasta poco antes de esos días aliado de Escobar, sobornaba a Augusto Ramírez Cardona, un constituyente del recién reinsertado EPL y cercano también a las autodefensas. El soborno buscaba garantizar, a juzgar por la charla grabada en el video, que la extradición fuera prohibida por los constituyentes.

Gaviria tuvo desde un principio sospechas sobre el asunto, pues el gobierno sabía que Otero estaba distanciado de Escobar y difícilmente podía actuar a nombre del grupo de los Extraditables, y Ramírez difícilmente podía ser el receptor de ese soborno pues al igual que Otero, hacía parte de las autodefensas que habían roto con Escobar. Sin embargo, Gaviria ordenó a la Policía entregar la grabación a un juez para que éste decidiera si había lugar a una investigación penal, y a la Procuraduría para que tratara de definir si había un caso disciplinario. Ramírez nunca quiso declarar y Otero fue asesinado por orden de Escobar tiempo después. En conversaciones con periodistas poco antes de ser asesinado, Otero reconoció que todo había sido un montaje para desprestigiar a la Constituyente, y que lo que aparecía en el narcovideo era actuado por él y por Ramírez para tratar de evitar que se cayera la extradición, y perjudicar así a Escobar. Otero le dijo a los periodistas con quienes conversó entonces, que en el montaie habían participado algunos oficiales de la Policía. Eso coincide bastante con lo afirmado por Toft a QAP, en el sentido de que la DEA y la Policía habían hecho esa grabación, aunque claro está, Toft no reconoce que el asunto haya sido montado por esas entidades.

Por todo lo anterior resulta inexplicable que, algo que con el paso del tiempo quedó en claro que era un montaje, sea revivido ahora por Toft como el argumento de que el gobierno colombiano debía haberlo considerado como prueba contundente de que la Constituyente estaba sobornada por los carteles.

UNA EXTRAÑA PERSONALIDAD
En una abierta contradicción con sus explosivas declaraciones, Toft dijo: "A mi solo me unen sentimientos de consideración y aprecio hacia Colombia. Este es un país maravilloso. Y en estos seis años Colombia se convirtió en mi segunda casa".

Pasadas las 9:30 de la noche del jueves anterior, varios generales de la Policía Nacional quedaron atónitos cuando escucharon por la televisión las declaraciones de Joe Toft, el hombre que durante los últimos seis años y medio fue testigo de excepción, al lado de las autoridades colombianas, de la sangrienta guerra contra el cartel de Medellín.

Muy pronto la sorpresa de los generales se convirtió en indignación, porque en dos actos públicos celebrados para despedirlo, el hoy ex director de la DEA dijo justamente lo contrario sobre el país, sus dirigentes y el futuro de la lucha contra el narcotráfico.

"A mi solo me unen sentimientos de consideración y aprecio hacia Colombia. Este es un país maravilloso. Y en estos seis años -agregó en tono nostálgico- Colombia se convirtió en mi segunda casa", dijo Toft el miércoles pasado en una ceremonia privada a la que fue invitado por los altos mandos de la Policía.

"Estaba muy compungido por su salida del país -recuerda uno de los oficiales que asistió al acto-. Antes de hablar, Toft lloró prolongadamente y tuvimos que esperar unos minutos". Durante su breve intervención, el estadounidense recordó el proceso de cooperación entre la agencia antinarcóticos de Estados Unidos y la Policía y el intercambio de información de inteligencia entre los dos organismos. "Aquí cayeron muchos héroes, pero todavía quedan muchos héroes para luchar por este país. Nunca olvidaré a aquellos hombres valientes que perdieron la vida en Medellín", concluyó.

Un tono similar utilizó Toft el pasado 16 de septiembre, cuando la Embajada de Estados Unidos y los funcionarios de la DEA en Colombia le rindieron un homenaje en los salones de la Escuela de Policía General Santander.

En la ceremonia, a la que asistió el recién llegado embajador, Myles Frechette, Toft recibió cinco condecoraciones: del DAS, de la Policía Nacio