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COPA AMÉRICA

Cinco lecciones de Pékerman para los profesores de Colombia

Nadie como ‘el profe’ Pékerman, como le dicen de cariño sus jugadores, para dar algunos consejos a otros 'profes'. Aquí lo que los docentes pueden aprender de él.

21 de junio de 2016

Pékerman encarna todo lo que debe ser un maestro, dentro y fuera de las canchas. Aprendió a conocer uno a uno a sus muchachos: al líder, al rebelde, al novato, al veterano, al inseguro y al confiado. Así, como buen profesor, descubrió sus habilidades e identificó sus puntos débiles. No para endiosar a algunos o condenar a la banca a otros, sino para que aprendieran a complementarse, a ser parte de un todo más grande que cualquier individualidad.

José Néstor Pékerman apostó por el trabajo en equipo. No en vano, un video motivacional que circuló en las eliminatorias del mundial de Brasil dice: “En equipo es a otro precio, antes de empezar a competir le tienes que ganar al ego más grande de todos, el tuyo […] Si no sabes hacer algo, te van a gritar, si estás atrás, te van a empujar y si ganas te van a apretar tan fuerte, que vas a querer llorar. Porque cuando se juega en equipo, se celebra en equipo”.

Partido a partido, ‘el profe‘ Pékerman cambió la historia del equipo. De su mano, la selección llegó a cuartos de final del Mundial y logró lo impensable: un tercer puesto en el ranking de la Fifa. Demostró que el fútbol primero se juega con la cabeza y luego, con las piernas. Bien lo dijo Jorge Valdano, que llevó a la Selección Argentina a ganar el mundial en México 86 y es experto en la psicología detrás del fútbol: “La persona adecuada puede cambiar un país. Y claro, puede cambiar una institución, como ha ocurrido con Colombia, con un hombre que tiene perfil bajo pero ideas claras”.

Si Pékerman cambió la historia de un equipo, ¿qué pasaría si los 460.000 profesores de colegios y los cerca de 15 millones de papás que hay en Colombia se convencieran de que tienen el mismo poder transformador? ¿Qué ocurriría si estuvieran determinados a inspirar a quienes los rodean, a cambiar las ideas de siempre, a potencializar el talento de sus estudiantes e hijos?, ¡a animarlos a trabajar con determinación por sus metas y a convencerlos de que lo tienen todo para ganar?

Con seguridad lograríamos sacar al país del fondo de las clasificaciones internacionales en calidad educativa. Pero ese sería apenas el comienzo. Podría gestarse un gran cambio, uno capaz de ampliar y mejorar la educación pública de tal forma–como la describió el economista John Roemer– que no sea una cancha inclinada donde los niños pobres están condenados a recibir una educación muy regular que los pone en desventaja frente al equipo rival que crece con privilegios y desde la parte de arriba, por acción de la gravedad, siempre terminan metiendo gol a los que no tienes oportunidades.

Una desigualdad histórica que puede ser contrarrestada con profesores convencidos de que ellos pueden ser un Pékerman. Porque ellos son la clave de cualquier intento por mejorar la educación. Una tarea de gigantes que, por lo menos en Colombia, no es suficientemente valorada. Es un hecho que el prestigio de la profesión docente es determinante para atraer a buenos candidatos a los salones y también refleja la importancia que le da un país a la educación.

En Finlandia, por ejemplo, los sueldos de los educadores están dentro del promedio de cualquier profesor europeo. Según la Ocde, el salario básico de un maestro de primaria se ubica entre 29.000 y 39.000 dólares anuales. Sin embargo, como en ningún otro país, los mejores alumnos sueñan con ser profesores y tener un docente en la familia es motivo del máximo orgullo. A sus facultades de educación solo ingresan estudiantes con un promedio de 9,5 sobre diez. Como resultado, las universidades se dan el lujo de reclutar a un 10 por ciento de todos los aspirantes.

En Colombia, hasta ahora, la carrera docente tiene poca demanda y a ella ingresan bachilleres con un bajo desempeño en las pruebas de Estado Saber 11. Por eso tenemos el reto de atraer a los mejores candidatos al magisterio.

Con motivo de la Copa América y del poderío que está demostrando Colombia en la cancha, es momento de invitar a los mejores estudiantes del país a ser profesores; a las facultades de pedagogía a ser cada vez más exigentes con el acceso a la carrera de maestro, tanto o más que con el examen de admisión de programas como Medicina, pues la educación también es cuestión de vida o muerte; y, por último, hacer un llamado a la sociedad para que entre todos asuman la tarea. Sí, sí se puede. Procuremos sumar esfuerzos para que ser profesor sea la mejor profesión del mundo.