Álvaro uribe, Marta Lucía Ramírez y Óscar Iván Zuluaga. | Foto: SEMANA

POLITICA

Candidatos, ¿y ustedes qué habrían hecho?

El escándalo de los militares refleja que en política una cosa es lo que se habla y otra la que se hace. Análisis de Semana.com.

19 de febrero de 2014

“Al ministro Pinzón le faltó carácter”, aseguró en la mañana de este miércoles el saliente segundo comandante del Ejército, general Manuel Guzmán. “Bravo”, trinaron los seguidores de los candidatos uribistas tanto al Congreso como a la Presidencia. Pero ¿cómo habrían reaccionado si estuvieran en el poder y a un ministro de Defensa de su más entera confianza le propinaran semejante declaración?

La salida de seis generales del Ejército por el escándalo de corrupción revelado por SEMANA ha puesto en evidencia que en política una cosa es lo que se habla y otra lo que se hace. Basta imaginar, por ejemplo, que durante el gobierno de Uribe o en las posibles presidencias de Óscar Iván Zuluaga o Marta Lucía Ramírez oyeran a través de un medio de comunicación al máximo comandante de las Fuerzas Militares decirle a un subalterno suyo, que está preso bajo la sindicación de homicidio en persona protegida, que la manera de actuar ante la justicia es la siguiente: “Aprovechen y únanse, hijueputa. Eso tiene uno que ser inteligente. Yo no lo puedo hacer, pero ustedes sí porque ustedes son los afectados (...) Hagan una mafia para denunciar fiscales y toda esa güevonada”.

¿Cómo habrían actuado? A juzgar por sus reacciones tras lo hecho por el presidente Santos con el general Leonardo Barrero, ellos habrían optado por mantenerlo en el cargo para no desmoralizar la tropa. ¿De verdad?

En el caso de Uribe, de cuyo gobierno fueron ministros Zuluaga y Ramirez, hubo casos en los que el presidente fue aún más tajante. En febrero del 2006, por ejemplo, SEMANA publicó en portada un reportaje titulado ‘Torturas en el Ejército’. Allí se revelaban maltratos y abusos sexuales a los que fueron sometidos 21 soldados del Batallón Patriotas de la VI Brigada en la base militar de Piedras, en el departamento de Tolima, por sus propios superiores del Ejército, durante un entrenamiento.

¿Qué pasó? La revista salió el domingo a circulación. Esa misma mañana Uribe citó en su despacho al comandante del Ejército, general Reinaldo Castellanos. Uribe le preguntó cómo había pasado eso y qué medidas estaba tomando, a lo que el general respondió que desde tiempo atrás estaba al tanto de esa situación, la cual se estaba investigando para tomar acciones disciplinarias y penales. A Uribe, sin embargo, relató el mismo oficial, “lo que más lo alarmó fue que el tema se hubiera filtrado a SEMANA y el escándalo que se armó. Él reaccionó fue a la portada”. Y lo echó.

El Uribe candidato camina hoy por un sendero distinto, como se aprecia en su declaración de las últimas horas: “El presidente Santos destituye comandantes y dice que no eran corruptos pero que sabían y no procedieron contra irregularidades. Quien sabe y no procede es tan corrupto como quien roba. No se conoce la investigación, más allá de la denuncia periodística, que concluya que los destituidos encubrían irregularidades. Si los echaron simplemente por la información de la revista, sería grave politiquería”.

También Uribe es protagonista de otro caso. En mayo del 2007, una vez más por denuncias de SEMANA, se descubrió que la dirección de inteligencia de la Policía 'chuzó' ilegalmente a opositores del Gobierno. El impacto de la noticia publicada por la revista provocó que sin ninguna pausa el presidente firmara la salida inmediata de la Policía de 12 generales, en un remezón sin antecedentes. Y en el 2008 Uribe también destituyó sin fórmula de juicio a 27 militares por el caso de los falsos positivos: tres generales, 11 coroneles, tres mayores, un capitán, un teniente, y siete suboficiales.

En ese entonces Uribe no era candidato sino el jefe del Estado. Es más, por estas decisiones tan tajantes fue que en parte alimentó su imagen de hombre frentero y que no le temblaba el pulso para mostrar su liderazgo. Para el Uribe de hoy y el candidato a la Presidencia Zuluaga, lo que hizo Santos está muy mal porque causa una “profunda desmotivación a las Fuerzas Armadas”.

Pero las palabras de tres de los más mediáticos opositores de Santos no son de su exclusividad. Ocurre aquí y en el exterior. En términos sencillos, las campañas presidenciales expresan también la dinámica de la oferta y la demanda. Se necesita ganarse el afecto de los posibles electores, seducirlos, sintonizarse con ellos para decirles lo que de cierta manera quieren escuchar. Los asesores de campaña les dicen a sus candidatos que se vayan por una línea diametralmente opuesta a la de quien quieren derrotar. Se trata de mostrarse como una alternativa clara y real al adversario. 
 
No se repara incluso en la historia personal y en la posible contradicción. Es el caso de Marta Lucía Ramírez, por ejemplo, que muestra su inconformidad en público con Santos pero en privado sabe que su fugaz paso por el Ministerio de Defensa se debió en parte a que ella llegó allí con la firme intención de limpiar al máximo la contratación en el Ejército, eje de fondo del escándalo actual. Entró pisando tantos callos que le hicieron la vida imposible y debió dejar la cartera sin siquiera cumplir año y medio allí. Son los avatares de la contienda electoral. Es la famosa frase: “Donde dije digo, dije Diego”.