De izquierda a derecha: Aída Avella y Clara López. | Foto: Daniel Reina

POLÍTICA

Clara y Aída, forjadas en la adversidad

El Polo y la UP ponen la mirada más allá de las elecciones. ¿Por qué? Análisis de Semana.com

Armando Neira
14 de marzo de 2014

Esta semana que termina tuvo tres imágenes poderosas. Una, en Santiago, durante la posesión de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, las también presidentas de Argentina y Brasil, Cristina Fernández y Dilma Rousseff, respectivamente, se hicieron a su lado, le levantaron sus brazos en señal de victoria y mientras sonreían felices recibían una ovación. La otra también fue en esa capital, la toma de posesión de la nueva mandataria la hacía Isabel Allende, la menor de las descendientes del derrocado presidente Salvador Allende, en su condición de presidenta del Senado. “Es el triunfo de la vida sobre la muerte”, se escuchaba gritar a los manifestantes.

Y una tercera en Bogotá. Clara López y Aída Avella, máximas figuras del Polo Democrático Alternativo (PDA) y la Unión Patriótica (UP) se abrazaron al momento de anunciar su decisión de ir en una sola fórmula para las elecciones presidenciales del próximo 25 de mayo.

¿Qué tienen en común estas cinco mujeres? Sueñan con la justicia social, son de izquierda, han soportado mayúsculos sufrimientos pero ahí están, vivas, sonrientes, valientes. Han sido forjadas en la adversidad.

Cristina vio la dictadura, entre 1976-1983, que en su país desapareció a 30.000 personas; Dilma soportó la tortura en la represión de los militares brasileños. Fue detenida en 1970 y sufrió largas sesiones de maltrato, recibió azotes, fue golpeada hasta que le arrancaron un diente y durante muchas noches era brutalmente despertada en sesiones de simulación de fusilamiento. Michelle, hija de Alberto Bachelet, un general de la Fuerza Aérea, muerto en prisión por su lealtad a Salvador Allende; y de Ángela Jeria, con quien estuvo en la clandestinidad, soportó la tortura junto a su madre. Fue en 1975 cuando ambas fueron detenidas y conducidas a las cárceles más inhumanas. Isabel, por su parte, acompañó a su padre, Salvador Allende, durante el bombardeo al Palacio de La Moneda por parte de los golpistas que comandaba Augusto Pinochet.

Clara López Obregón (Bogotá, 1951) y Aída Abella Esquivel (Sogamoso, 1949) también han sufrido el embate de la violencia. En los años ochenta, por ejemplo, Clara fue asistente personal de Luis Carlos Galán y luego de Jaime Pardo Leal, ambos asesinados por la extrema derecha. Aída, igual desde esa década, es posible que sea la colombiana que a más entierros haya asistido en su vida. Ella ayudó a cargar el féretro de uno a uno sus compañeros de militancia de la Unión Patriótica. 4.000 muertos, todo un partido político desaparecido a punta de asesinatos.

Clara y Aída, empero, se diferencian de las primeras porque no tienen el poder. Es más, algunos analistas incluso apelan al realismo y argumentan que ellas solo formarán parte del paisaje en el tarjetón. Dilma, Michelle, Cristina son hoy las mujeres más poderosas de América Latina.

Y, sin embargo, en ese proceso de creer, de soñar, Clara y Aída continúan adelante. Y recuerdan que lo han intentado desde hace años. Ambas estuvieron en la Asamblea Nacional Constituyente. Clara fue la asistente de Horacio Serpa Uribe, uno de los copresidentes de tan trascendental órgano político. Y Aída cambió la v de su apellido por la b y esa circunstancia le permitió instalar la Constituyente, por ser la primera en orden alfabético. Aunque se hizo una nueva Carta Magna y ambas creyeron que el país sería distinto no ocurrió así. La violencia continuó. Las dos, entonces, buscaron el camino del exilio.

Clara volvió y tuvo una oportunidad magnífica para hacer historia. Llegó al poder junto con el alcalde Samuel Moreno a nombre del Polo en Bogotá. Sin embargo, la corrupción exterminó esa ilusión y de paso acabó con la buena imagen de su partido. Aída regresó y comprobó que la violencia en Colombia es un monstruo de mil cabezas. Fue víctima de un atentando que ella en principio adjudicó a la extrema derecha, pero que después se comprobó había sido obra del ELN, Ejército de Liberación Nacional.

Y a pesar de todo conservan la fe intacta. Este viernes han decidido unir sus nombres en medio de más adversidad: las encuestas que las mantienen rezagadas y los electores que les han dado la espalda como se comprobó en las elecciones del domingo 9 de marzo.  Los últimos sondeos para las elecciones presidenciales le auguraban a Clara apenas el 6 % en la intención de voto y a Aída el 1 %. El Polo obtuvo 300.000 votos menos en estas elecciones con respecto a las pasadas mientras que La UP sacó 99.000 votos con sus listas a Cámara y no logró elegir ningún candidato. Con estas cifras es una unión que al día de hoy no tiene opciones matemáticas siquiera de pasar a segunda vuelta. ¿Entonces para qué se hizo?

En ambas colectividades dicen que sí, que tienen vocación de poder y su intención es ganar las presidenciales y que por eso se presentan. Sin embargo, ponen el énfasis en el hecho de haber logrado una convergencia de la izquierda por primera vez en mucho tiempo. Califican este paso como un hito.

Esa unidad, argumentan, es el punto de partida para buscar un gran apoyo al proceso de paz, para que se logre una salida negociada al conflicto armado. Por eso, Clara y Aída se la van a jugar porque se firme un acuerdo entre el Gobierno de Santos y las FARC y para que después éste sea refrendado por todos los ciudadanos. Así mismo, trabajarán desde su candidatura para auspiciar la creación de una mesa de conversaciones entre el Gobierno que venga y el ELN. Se trata de aportar en la construcción de un país en donde a la gente no la maten por lo que piensa, en donde el adversario político tenga el derecho a expresarse en libertad sin que se le amenace, sin que se le persiga, sin que se lo hostigue.

Un país no para ellas sino lo más importante para sus hijos. Para que estos puedan actuar en política sin miedo, donde nunca más nadie tenga que levantarse en armas. Un país donde las generaciones por venir tengan propósitos comunes para beneficio de toda la sociedad y donde cada cual no ande por su lado. Esa es su ambiciosa apuesta. Es una mirada que va más allá de las elecciones. Y ambas muestran su pretensión y hablan de una América Latina unida, feliz y con las mismas oportunidades para todos. Donde todas las niñas, llámense Cristina, Michelle, Dilma, Isabel, Clara, Aida, sonrían, triunfantes, victoriosas.




Foto: EFE: La presidenta electa, Michelle Bachelet (d), sonrió tras recibir la banda presidencial de manos de la nueva presidenta del Senado, Isabel Allende.



Foto: EFE. Las mandatarias de Argentina, Cristina Fernandez (i), y de Brasil, Dilma Rousseff (d), posaron junto a la nueva presidenta de Chile, Michele Bachelet (c).