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CONFLICTO

Cómo será la paz con el uribismo a bordo

Los negociadores en La Habana, en particular las FARC, harían bien en pararle bolas a lo que dice el triunfo del uribismo este 9 de marzo.

Álvaro Sierra Restrepo
9 de marzo de 2014

¿Qué significan para el proceso en La Habana los cerca de dos millones de votos al Senado con los que hace su retorno a un cargo de elección popular el expresidente Uribe? 19 senadores y una bancada de menor calibre en la Cámara, que es con lo que contará el Centro Democrático en el Congreso, no tendrán capacidad de decisión, pero pueden hacer bastante más que solo ruido.

Con el Centro Democrático del expresidente Álvaro Uribe convertido en la primera minoría de la nación, en materia de paz los resultados de las elecciones legislativas envían sendos mensajes al gobierno del presidente Santos y a las FARC, que ambos harían bien en escuchar con atención.

La oposición uribista, probablemente, no podrá cambiar el rumbo estratégico que lleva el gobierno hacia la firma de un acuerdo para poner fin al conflicto armado con las FARC. Pero su sola presencia en el Congreso tendrá un impacto, no solo en las condiciones en las que finalmente se termine firmando la paz con esa guerrilla, sino en las fórmulas con las que esta se empiece a construir luego de un eventual acuerdo final.

Las que hasta ahora no pasaban de ser voces altisonantes de francotiradores contra el proceso de negociación en Cuba tendrán que ser tenidas en cuenta en adelante por el gobierno para definir los proyectos de ley que le darán forma al fin del conflicto armado y al comienzo de la construcción de la paz en el país. Puede que el uribismo no logre impedir un acuerdo que a todas luces no le gusta, pero lo más probable es que pueda imprimir su propio sello a parte de lo que se firme.

Estratégicamente hablando, la Unidad Nacional conserva una mayoría en ambas cámaras. Aún más, en materia de paz, el gobierno tiene la ventaja de que la oposición viene dividida al Congreso recién elegido, pues, a diferencia del movimiento uribista, prácticamente todos los legisladores del Polo Democrático, y los de la Alianza Verde, apoyan la negociación.

El Congreso deberá discutir como mínimo la reglamentación de la reforma constitucional ya aprobada, denominada Marco Jurídico para la Paz, que determinará las condiciones de Justicia Transicional que enfrenten los guerrilleros luego de su eventual desmovilización y su participación en política. Además, debe estudiar una ley de tierras y otra que regule el espinoso tema de los baldíos, ambas directamente ligadas a lo ya acordado en Cuba en materia de cambios de fondo en el mundo rural.

También hay temas que tienen que ver con cambios en el sistema político y electoral, como un Estatuto de la Oposición, que tendrán como escenario de debate el Congreso. Y está pendiente el mecanismo de refrendación de los acuerdos, que va desde una Asamblea Constituyente, que quieren las FARC, hasta el referendo que prefiere el gobierno, los cuales también son, de una u otra forma, competencia del Congreso.

Por más oposición y ruido que hagan los uribistas, es un hecho que el gobierno tiene garantizado apoyo suficiente en el Legislativo para aprobar los proyectos de ley que demandan la negociación y el posconflicto.

Sin embargo, sería equivocado asumir que los reparos del Centro Democrático pueden ser simplemente descartados. Para empezar, la Unidad Nacional del Congreso que inicia sus labores el próximo 20 de julio será probablemente una aplanadora de menor calibre que su antecesora. Y, con casi el 15 % de la votación, es evidente que el uribismo representa a un significativo sector de la sociedad, que no solo ve con recelo cualquier negociación con la guerrilla sino que se sintoniza con una opinión pública que, aunque apoya la idea de paz en general, no quiere ver a los miembros de las FARC en el Congreso sino en la cárcel.

Este mensaje, que el gobierno debe tomar en cuenta a la hora de definir los proyectos de ley que tengan que ver con el proceso en Cuba, deberían escucharlo sobre todo las FARC. El triunfo del Centro Democrático en los comicios a Senado es una señal de la limitada tolerancia que sectores de la sociedad colombiana tienen frente a las negociaciones en la isla y, sobre todo, de la extrema sensibilidad que despierta la perspectiva de hacer ciertas concesiones a los guerrilleros.

Dependiendo de cómo y a qué ritmo evolucione la negociación, esos sectores pueden crecer y ganar peso o no. En este sentido, el espacio ganado por el uribismo en el Congreso es mayor al de una mera minoría y superior al del número estricto de los votos que tienen en el Congreso.

Si el gobierno de Juan Manuel Santos, en caso de que sea reelegido, y las FARC no dan su debida importancia a estos mensajes que les envían con punzante claridad los dos millones de votos del Centro Democrático en estas elecciones, el futuro de la negociación podría estar en veremos. La paz tiene ahora al uribismo a bordo. Esto podrá ser toda una contradicción. Pero lidiar con ella es lo que está en la orden del día.