El 28 de mayo Marta Lucía Ramírez formalizó su adhesión a la campaña de Óscar Iván Zuluaga . Era una alianza natural entre los pilares ideológicos del gobierno de Álvaro Uribe .

POLÍTICA

El juego de las alianzas

Aunque las alianzas para la segunda vuelta tienen un efecto simbólico importante, no son sumas aritméticas ni se comportan como se pensaría.

31 de mayo de 2014

Como era de esperarse la primera semana después de la primera vuelta presidencial fue la hora de las alianzas. En cuatro días los tres candidatos que no pasaron a la segunda ronda, Marta Lucía Ramírez, Clara López y Enrique Peñalosa, definieron sus posturas frente al dúo Santos-Zuluaga. La estrecha victoria del candidato uribista sobre el presidente-candidato, 3,5 puntos porcentuales, convirtió los votos conservadores, polistas y verdes en el botín más preciado para la segunda vuelta.

Los apoyos sumados de Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga alcanzan el 55 por ciento de la votación del 25 de mayo mientras que los sumados de Ramírez, López y Peñalosa rasguñaron el umbral del 40 por ciento. El restante 5 por ciento optó por el voto en blanco. Estos resultados reflejan un escenario reñido en la carrera hacia la Casa de Nariño donde ningún voto sobra y todos los respaldos son bienvenidos. A lo anterior se añaden esfuerzos de movilización para reducir la abstención en algunos puntos porcentuales, especialmente para los santistas en la costa Caribe, y elevar el voto de opinión en grandes ciudades.

De la propia dinámica de la campaña dos alianzas lucen ‘naturales’ para el ballotage del próximo 15 de junio. La primera gravita alrededor del epicentro de derecha de la contienda presidencial, formado por los uribistas y los conservadores. La cercanía ideológica entre las propuestas de Óscar Iván Zuluaga y Marta Lucía Ramírez es tangible y cuenta con historia: ambos bloques formaron los pilares de la coalición alrededor de los dos periodos presidenciales de Álvaro Uribe. Por eso nadie se sorprendió cuando la candidata azul adhirió formalmente a Zuluaga y se convirtió en su nueva jefe de debate.

Tampoco causó sorpresa que unos 40 congresistas conservadores, entre ellos los senadores más votados como Roberto Gerlein, partieran cobijas con la línea oficial de su partido y apoyaran al presidente Santos. Las reglamentaciones sobre la doble militancia impidieron que esta división del conservatismo se diera más abiertamente antes de la primera vuelta. El voto de las bases azules en zonas como Antioquia fluirá naturalmente a las huestes uribistas.

La segunda alianza ‘natural’ se presenta en el otro polo de la contienda electoral, la centro-izquierda, y es liderada por el presidente Santos. La campaña reeleccionista ha apostado sus restos al mensaje de la paz y en esta agenda los puentes con la izquierda democrática son de vieja data. De hecho, la candidata polista Clara López y el aspirante verde Enrique Peñalosa manifestaron su apoyo al proceso de paz que la administración Santos mantiene en Cuba con las Farc. La apuesta a las negociaciones de La Habana y el rechazo al eventual regreso del uribismo al poder han galvanizado el respaldo a la reelección santista de petristas, el exalcalde Antanas Mockus, sectores de los verdes, la UP, la Marcha Patriótica y la mayoría de sectores de izquierda.

No obstante, ni el Polo Democrático ni la Alianza Verde adhirieron oficialmente a la campaña de Juan Manuel Santos. Las mayorías en las cúpulas de ambos partidos decidieron dejar en libertad a sus más de 3 millones de votantes aunque en sus declaraciones solo les faltó decir la palabra adhesión. Para dirigentes como el senador Jorge Robledo la postura ante los eventuales gobiernos tanto de Santos como de Zuluaga debe ser de oposición. Es decir, respaldar la mesa de diálogos con las Farc no se traduce en un apoyo automático al resto de políticas que desarrolle la próxima Casa de Nariño.

El caso del Polo Democrático es ilustrativo. En años recientes las tendencias alrededor de agendas críticas del modelo económico no solo han ganado escaños sino que también han convencido adeptos y servido como propulsores ideológicos a paros y demás manifestaciones de protesta contra la administración Santos. Por más atractivo que sea el proceso de paz, estos bloques le apuestan a mantener los espacios opositores al nuevo gobierno que consideran de derecha.

De todas maneras, no deja de ser destacable el hecho de que la mayoría de los sectores de izquierda respalden de manera abierta la reelección de Santos, contra cuyo gobierno se opusieron férreamente por cuatro años. Si bien es un indicador de la confianza en el avance hacia la paz en un segundo mandato santista, también fortalece la imagen que han vendido los opositores uribistas de un presidente-candidato aliado con las izquierdas para promover un acuerdo más generoso con la guerrilla. Completan la fotografía de las alianzas la Opción Ciudadana, antiguo PIN, que se dividió entre las dos campañas, un importante bloque de evangélicos hacia Zuluaga y las organizaciones indígenas a favor de Santos.

Pero esta serie de matrimonios por conveniencia entre los partidos políticos no se traduce automáticamente en votos. El juego de las alianzas no constituye una suma aritmética de los apoyos depositados en la primera vuelta. Al contrario, para la segunda vuelta priman la decisión del voto de opinión y en especial del llamado ‘voto útil’ o ‘voto en contra’. Como se dice en la primera vuelta se vota por quien se cree y en la segunda por quien más conviene, por el ‘menos malo’ o para impedir que gane el que más se odia.

Además, no todos los sufragios que obtuvieron Marta Lucía Ramírez o Clara López, responden a las maquinarias disciplinadas de sus respectivos partidos. Ambas candidatas se beneficiaron del voto de opinión generado por sus buenos desempeños en los debates televisivos y por el hastío ante la guerra sucia entre las campañas de Santos y Zuluaga. Incluidos los electores peñalosistas, una parte importante de este 40 por ciento que no votó por los dos punteros está hoy decidiendo a quién apoyar en la segunda vuelta.

Es precisamente en el ámbito de las percepciones, no de los votos amarrados, donde las alianzas ayudan en estos días previos a las elecciones del 15 de junio. Para electores cercanos a las ideas conservadoras la adhesión oficial de Marta Lucía Ramírez ayuda a ratificar su inclinación hacia Zuluaga. Lo mismo sucede en el lado de los santistas: los respaldos públicos de destacados dirigentes verdes y de izquierda al proceso de paz dan el empujón final a los votantes de estas corrientes a matricularse por la reelección en la segunda vuelta.

Este efecto simbólico de las alianzas asimismo contribuye a enmarcar los dos polos opuestos de las elecciones de la segunda vuelta presidencial. Al lado derecho el Centro Democrático y los conservadores con Óscar Iván Zuluaga que promueven un regreso a las políticas del expresidente Álvaro Uribe. Y al izquierdo, el presidente-candidato Santos junto a los verdes y la izquierda alrededor del proceso de paz y en pos de impedir el retorno uribista al poder. Toda campaña termina reducida a un enfrentamiento entre dos posturas y queda en manos de votantes indecisos inclinar la balanza en estas dos semanas que quedan.